A las estrellas en las alas del cerdo

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La puerta se abre.

- disculpe la tardanza profesor. – se excusaba el desaliñado alumno.

- Solo sabes perder el tiempo, hacer bufonadas y ridiculizarte a ti mismo; jamás serás nadie en la vida. Solo cuando los cerdos vuelen serás alguien de bien - Reprendía el profesor al estudiante.

Suena la campana, culminan las clases.

- Director, no puedo continuar con tan impresentable alumno- se quejaba el maestro- llega tarde, no hace sus deberes, no atiende a clases y solo me da dolores de cabeza. ¿Porque mantenerlo en docencia, cuando ni siquiera su familia logra pagar las cuotas mensuales?

Silencio, desaprobación.

-Por favor, profesor una oportunidad. – pedía el joven entre llantos.

- Imposible muchacho. La decisión ya está tomada- Exclamaba el maestro con cierto aire de superioridad. – Ya no hay vuelta atrás.

Años pasaron, la escuela cerró sus puertas para siempre. El avejentado profesor no tuvo más opción que adentrarse en la difícil aventura de encontrar un nuevo empleo. Enviando currículos perdía sus tardes, hasta que.

-Hola- responde al teléfono un tanto desesperado.

-Señor, usted ha sido convocado a entrevista para mañana- dice una dulce voz.

Hermoso era el edificio.

–Que caro se ve- se decía para si el antiguo profesor.

-Imponente, hermoso y caro- se respondía a sí mismo.

Hermosa la entrada del lugar. Una placa dorada.

“Ad Astra Per Alia Porci” “A Las Estrellas En Las Alas Del Cerdo”

-Señor, le espera el dueño de la empresa- otra vez la dulce voz.

-El dueño? – Asustado y nervioso pensaba el desempleado profesor, mientras tomaba asiento y se disponia a esperar a su futuro jefe.

- Hola profesor, al parecer los cerdos están volando.
 
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