Galaxy I: La rebelión de los inmortales - Capítulo III

pcarballosa

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En las cercanías del planeta Ross, podían ser detectadas una gran profusión de ondas electromagnéticas de diversos orígenes, provenientes en su gran parte de insondables rincones del inmenso cosmos. En un mundo plagado de emisiones como esas, sólo unas pocas de ellas pertenecían a la región del espectro más conocida como la luz visible, y con su colorido efecto, estas alegraban en cierto modo la vida de los pocos hombres en esa región remota. Pero la masa principal de las ondas electromagnéticas que de día y de noche bombardeaban la superficie del gigante grisáceo no sólo no eran visibles a los débiles sentidos humanos, sino que eran potencialmente mortales.

En particular había una de las ondas invisibles a los sentidos que podía ser captada con mucha insistencia, y esta poseía, a diferencia de otras muchas de su clase, una naturaleza más bien inofensiva.

La emisión consistía en una radioseñal proveniente de la posición de una nave que en ese momento se movía en la lejanía, y sólo podía verse porque la guirnalda de sus luces de posición, que parpadeaban en su casco blindado de una manera se diría desordenada, la delataban en medio de la negrura imperante en su entorno.

—Oblivion, este es el crucero de batalla TFS Repulse que responde a su llamada de socorro; debe indicar su posición, Oblivion, no se está mostrando en nuestro radar de señales y no podemos localizar su órbita —repitió una vez más la voz codificada en la radioseñal.

Era la dulce voz de una joven oficial la que se escuchaba partiendo del puente del TFS Repulse, que movía su maciza estructura por inercia rastreando el cosmos circundante con los invisibles tentáculos de su sistema de detección de señales, como lo haría un insignificante insecto con sus largas antenas en una pradera inabarcable. El crucero de la Federación Terrestre seguía una ruta que en pocas horas más debería llevarlo a encontrarse con Ross en su camino, y en verdad parecía insignificante a pesar de su envergadura si se lo comparaba con las enormes distancias que cruzaba cada minuto.

Pero no obstante lo dicho, la vista del Repulse sería imponente aun para las personas que hubieran visto otras naves de guerra del dominio Terracón, como los Ur seguían nombrándolos, puesto la clase Ares, casi cuatro veces más grandes que los Neptune que se habían usado en la UDO en su época, eran una de las clases cruceros más poderosas con los que contaba para su protección Gondwana, la enorme nave nodriza responsable a su vez de la protección del sector Alfa Centauri que hacía relativamente poco había comenzado a ser colonizado por los humanos provenientes de la Tierra.

La nave de combate estaba construida a modo de tridente, y en su parte posterior, cerca de su popa, podían verse las grandes lanzaderas de misiles de fusión SS-500 Sloika dispuestos a cada extremo de una estructura a manera de letra “X” que en ese lugar se encontraba situada transversalmente al eje axial. La vista de ese armamento ofensivo debería de ser suficiente para disuadir a un potencial enemigo de presentar batalla, por ser los Sloika famosos en el orbe por su probada potencia y efectividad. De todas formas esa no era la única cosa del Repulse reservada para dar la más calurosa “bienvenida” a sus enemigos ni mucho menos, puesto en la aplanada proa, cercana a las puntas de las prolongaciones que constituían los brazos del enorme tridente, podían verse también, recogidos en sus nichos para mantenerlos protegidos de posibles colisiones, los cañones positrónicos con los que el crucero podría abatir a otras clase Ares sin el más mínimo esfuerzo. El objetivo marcado podía encontrarse situado incluso en un rango de más de veinte mil kilómetros a la redonda sin ser casi afectada la potencia de los disparos, con lo cual resultaba complicado acercarse a un crucero como ese de la Tierra, mas tampoco ellos eran las únicas armas ofensivas de la clase Ares, porque todavía habían otras que la hacían peligrosa en extremo, sólo que éstas eran las características más visibles en su estado.

En efecto, los Ares eran cruceros de impresionante poderío y su puente de mando no desmerecía de ello, porque era amplio como un salón de baile para poder contener a su numerosa dotación, y dividido en un par de plantas que permanecían iluminadas con profusión y se comunicaban por unos pasadizos que se encontraban situados en sus extremos laterales, como en los antiguos Neptune, pero mucho más grandes si se los comparaba con ellos.

En la primera planta, o planta superior a la que conducían los elevadores por donde se entraba al puente, se encontraban varios puestos de mando. El primero de ellos, mirando desde la parte delantera a la posterior del puente, estaba casi delante de la pantalla panorámica de grandes dimensiones que mostraba lo que había enfrente de la nave, y a cada costado de éste había otro par de puestos, todos ellos usados por los pilotos. Por detrás de dichos puestos, a sólo algunos metros de distancia, habían otros dos que eran utilizados por los navegantes del crucero. Por último, situados en una elevación del piso metálico dispuesta en la parte central de la sala, podían verse otros cinco puestos colocados como una saeta; estos últimos puestos de mando eran utilizados por los oficiales de rango superior de la nave, y detrás de ellos, separada de las cinco butacas rotatorias por unas decenas más de metros, se podía ver una mesa redondeada encima de la que se trazaba en 3D un mapa estelar holográfico de la zona. La luz de un color azulado emitida por ese mapa estelar teñía en ese mismo instante con su colorido los alrededores de la mesa, y contrastaba mucho con las luces encarnadas de otros indicadores del puente.

Por su parte, en la segunda planta, situada por debajo de la primera, se encontraban instalados varios puestos que se sucedían en líneas y se destinaban a los oficiales del CIC[1], algo menos iluminados y separados de los demás para que los movimientos de otros oficiales del crucero no hicieran cometer errores graves durante la realización de sus importantes obligaciones a los hombres destinados en ellos.

En tanto volvía a radiarse la señal indicando a la Oblivion que se delatara, encima del puesto delantero destinado a los oficiales superiores estaba sentado un hombre de una cierta corpulencia cubierto con una escafandra reglamentaria MK-200 de un pulcro color blanco. El individuo tenía un rostro estrecho y bien rasurado, en donde daba la sensación había una expresión de preocupación, pues mantenía su ceño fruncido, y sus ojos marrones se la pasaban posados en la superficie de la pantalla principal de la nave, mas como si no la vieran.

En esa pantalla no sólo se mostraba un inmenso cosmos poblado de constelaciones, que se extendía por delante del poderoso TFS Repulse hasta donde daba la vista, sino que podía verse por su parte derecha como Ross, bautizado así en honor a uno de sus primeros exploradores de poco más de una década atrás encargados de preparar las condiciones para los primeros civiles, se iba moviendo gradualmente y crecía con lentitud, como si tuviera la intención manifiesta de ocuparla con su inconmensurable mole.

El hombre estuvo por unos instantes más como observando rotar la esfera grisácea del planeta con una lentitud desesperante; el ceño tendía a fruncírsele un poco más a cada tanto, como si por su mente pasaran de vez en cuando pensamientos cada vez más desalentadores. No obstante, luego de un rato más presionó uno de los muchos botones que había en un panelito situado en la parte delantera del pasamano derecho de su puesto de mando. La acción de los dedos provocó el lento despliegue de una serie de pantallas y paneles planos delante de su cuerpo, en una de las cuales pudo verse sin dilación la cara ovalada de una chica bastante atractiva.

—¿Ha llegado respuesta desde la Oblivion, Mireya? —preguntó lentamente el oficial, mirando a la vez como los labios de la joven se movían como si le rezara a una deidad invisible a medida que mantenía los ojos posados en un punto que no se veía desde donde la captaba la cámara.

La muchacha detuvo su rezo, levantó su cabeza del panel a donde miraba, y le sonrió cansadamente a su interlocutor con sus ojos avellana rodeados de oscuras ojeras.

—No, comandante Graham… no he recibido respuesta de la Oblivion —dijo y con ello demostró que su voz era la que hasta ese instante se había estado radiando.

—Está bien, Mireya… continúa por un momento más intentando que nos respondan desde la exploradora —ordenó Graham y vio como la joven lo saludaba esbozando otra leve sonrisa y volvía a murmurarle a su micrófono su repetitivo pedido.

Era una mujer bastante bonita de sólo veinticuatro años a pesar de ocupar un puesto de esa importancia en un crucero de combate poderoso como lo era Repulse, y su largo cabello de un negro azabache, que levitaba sobre los hombros de la escafandra verde oscuro que cubría su cuerpo, le ocultó en parte el rostro de un lindo color canela cuando inclinó la cabeza para posar una vez más sus ojos en un punto que su superior no podía ver en la pantalla de su puesto de mando.

El comandante Graham se mantuvo pensativo, pues pronto debería tomar decisiones importantes y puede que hasta un tanto dolorosas; desde hacía poco más de un mes su crucero de batalla se estaba moviendo cada vez a una distancia más grande de la nodriza Gondwana, patrullando la órbita de Alfa Centauri A y llevando a un grupo de civiles hacia Stratos, la capital de la colonia. Pero hacía un poco más de setenta horas su oficial de comunicaciones había recibido de improviso una fuerte señal de socorro proveniente de una nave nombrada Oblivion, primero con la claridad de costumbre y poco más tarde casi ininteligible por la presencia de ciertas interferencias.

El radiograma proveniente de la nave de exploración les informaba que estaba en una órbita del planeta Ross y se manifestó un poco después de que otra señal se recibiera; una comunicación que no habían podido descifrar y parecía provenir de las cercanías de Proxima. La señal de Proxima continuaba siendo captada de manera constante, sin embargo, en cuanto a la de la exploradora no habían logrado no sólo comunicarse con ella de nuevo, sino que hasta la nave había desaparecido del potente radar del crucero de batalla. El asunto parecía serio, puesto que el último radiograma de la Oblivion les decía que había sido impactada por algo antes de convertirse de improviso en una retahíla de ruidos entrecortados; y ese último detalle era precisamente lo que hacía sospechar al comandante del Repulse la posible causa del supuesto desastre.

El comandante Graham había informado a Gondwana de las señales a la vez que intentaba localizar a la exploradora, para que les radiaran instrucciones según lo era dictado en los protocolos. La Oblivion estaba demasiado lejos de ellos y ni cuando les llegó la comunicación del mando supremo de la nodriza la habían podido encontrar en la órbita utilizando los sistemas de visión lejana del crucero. Pero lo extraño era que en la nodriza no parecieron preocuparse demasiado del destino de la Oblivion, y se les ordenó que la localizaran y le dieran socorro sólo si eso no provocaba que Repulse se viera desviado de su ruta o demorara la entrega de los civiles enviados a Stratos; en otro caso la dotación de Oblivion debería descender sobre Ross en sus cápsulas si su nave estaba demasiado dañada. En otras palabras, esas personas debían defenderse como pudieran en un lugar tan inhóspito como Ross, y Repulse se encargaría de una nueva misión una vez pusieran a los civiles en camino a la capital de la colonia. El problema detectado por Gondwana debía de ser grave cuando los enviaba a la órbita de Proxima de donde llegaba la emisión del radiograma desconocido para el Repulse, y más cuando la nave de guerra pesada Crusader de la clase Superfortress había sido enviada también para investigar lo que la provocaba. La enorme Crusader se les uniría en su camino si no lograba unirse a ellos cuando todavía estuvieran cerca de Ross, porque se movía con sus propulsores a máxima potencia a su encuentro, mas por su envergadura resultaba difícil acelerar su masa.

Esa orden de Gondwana hizo sospechar más a Graham de la causa posible del S.O.S de la Oblivion y de la relación entre éste y la señal indescifrable de Proxima Centauri; en cambio, los mandos de la nave nodriza no parecían pensar lo mismo con respecto a eso, no parecían ver una relación entre esas cosas puede que por no haber oído las interferencias que habían hecho casi irreconocible la voz de la muchacha que se había podido escuchar en un comienzo.

—Espero que Oblivion no se haya salido de nuestra ruta o no la encontraremos… las órdenes de Gondwana son claras y estamos llegando a la región en donde debería de encontrarse —murmuró Graham por fin y su voz se escuchó en las escafandras de todos.

“Esos traidores, ¿cómo se han atrevido?”, pensó seguidamente y rechinó los dientes con ira contenida en tanto su rostro mostraba una expresión feroz y se teñía de un tono púrpura.

En ese instante estaba de cierto en medio de un dilema, porque si cumplía las órdenes de la nodriza y se dirigía a Proxima podría poner en peligro a la población de Ross. La nave responsable del incidente con la Oblivion podría estar todavía en las cercanías del gigante gris sin haber sido detectada, y Graham no dudaba de esa posibilidad; por su experiencia reconocía la interferencia recibida por su nave como la enviada por un crucero de la clase Neptune para neutralizar las comunicaciones de sus enemigos, y eso significaba que los innombrables, los renegados de la Gondwana, habían estado merodeando por la zona impunemente. La existencia de los traidores había sido tan efectivamente silenciada hasta ese momento por las autoridades de la nodriza, que debido a eso no era conocida por muchos de los oficiales; sin embargo, a los de rango superior sí se les había informado confidencialmente después de la pérdida de varios cargueros repletos de suministros. Por otro lado, también era comprensible la orden de Gondwana de ir hacia Proxima a toda velocidad, porque esa oportunidad de destruir a los renegados era única y nunca antes habían delatado de ese modo su presencia; era increíble la supervivencia de esos amotinados a una distancia tan grande y solamente con cuatro cruceros Neptune obsoletos, mas nadie más se encontraba en ese sector, y por tanto la señal indescifrable debería ser de ellos. La nodriza seguramente había enviado otros cruceros a proteger la órbita de Ross aun si no lo había informado y esa esperanza era lo único que daba un poco de confianza a Graham si se veía obligado a partir enseguida.

—Pero es posible que los problemas que presentaba esa nave la hayan obligado a descender sobre Ross —dijo la voz de un hombre y Graham le ordenó a su puesto de mando que se volviera, rotándolo sobre su base redondeada. En las cercanías de la mesa en donde se mostraba el mapa estelar estaba ahora parado su Primer Oficial, que se había puesto a escudriñar el sector con paciencia—. En la colonia del planeta sólo existen por ahora unas pocas ciudades, bastante pequeñas si exceptuamos a su capital, Stratos. Es un mundo grande y casi desierto en donde se producen unas ventiscas de miedo en invierno —manifestó el individuo seguidamente, mirando a su vez a su comandante.

—¿Y eso qué significa, Morgan? —preguntó Graham.

Morgan no pronunció una palabra, en lugar de eso se movió levitando con rumbo a la plataforma en donde los puestos de mando situados a manera de saeta estaban colocados. Era delgado y de piel oscura, mas no maltrecho, pues se notaba esbelto y sus movimientos eran precisos como los de un felino, denotando su preparación física. En su rostro de ébano, rasurado y sudado a pesar de la climatización de su MK-200 reglamentaria, sus ojos pardos brillaban casi tanto como su piel, que resaltaba más debido al color de un blanco inmaculado de su escafandra. Las brillantes golondrinas de la bandera de la nodriza, situada en la parte derecha del pecho de su escafandra, lanzaron también destellos cuando Morgan por fin se posó en la plataforma con una mano en el respaldo de uno de los puestos de mando.

—Bueno… su hemisferio norte está en invierno, es por eso que pienso que puede que hayan descendido a la superficie y no hayan podido darnos parte después, en medio de una de ellas —explicó.

—Puede que estés en lo cierto, Morgan —musitó Graham y se puso a pensarlo.

Pero le resultaba increíble que esa fuera la causa de que la Oblivion no los hubiera contactado, aun cuando hubiera sido maravilloso que lo fuera y esto no se debiera a una intervención de ciertos individuos indeseables como imaginaba.

“¿Podría una fuerte ventisca haber causado esas interferencias tan parecidas a las emitidas por un crucero Neptune para impedir las comunicaciones?”, pensó y frunció de nuevo su ceño, con lo que unos pliegues se esbozaron en su frente.

—La información que nos dieron en Gondwana cuando los consultamos decía que la Oblivion debía de estar en una órbita poco elevada de Ross, y eso confirma lo que reportó la nave en su radiograma… Estaban realizando un mapa de la superficie del planeta y buscando recursos —continuó diciendo Morgan y Graham volvió a prestarle atención—. Pero es posible que se dañara con uno de esos meteoros, porque leí en reportes que en una órbita de esas características suele haberlos en esta zona, y se produce uno que otro accidente a menudo… nada grave en su mayoría.

El comandante Graham enarcó las cejas; esa explicación tenía cierto sentido, ¿pero para qué Oblivion iba a enviar un pedido de socorro por todos los canales debido a una simple colisión de rutina?

—No, si hubiera sido dañada como dices, la Oblivion debía haber informado de su situación a Gondwana directamente —dijo Graham girando su silla un poco más para poder ver mejor a Morgan en su nueva posición; y después hizo una pausa a la vez que levantaba su índice como para llamar la atención de su Primer Oficial—. Pero en vez de eso emitieron un mensaje pidiendo ser socorridos, y uno que sonaba urgente.

—Es posible que no pudieran comunicarse con Gondwana, comandante Graham. Está claro que con lo lejos que está la nodriza de la zona demoraría demasiado en llegarles un radiograma, y más una respuesta; y si Oblivion estaba en una situación de cierta emergencia no podían esperar mucho por una respuesta del mando supremo —objetó Morgan y se movió a una posición más cercana a Graham—. Por eso envió un S.O.S confiada en que otro informaría a la nodriza a su vez, y no se reportó directamente a Gondwana como está indicado en estos casos —manifestó levitando y se posó de nuevo poniendo una mano en otro de los respaldos.

—Pero debían comunicarse una vez en la superficie… y no creo que una tormenta dure tanto —musitó Graham como si hablara consigo mismo—. ¿Por qué no lo han hecho y no nos responden? —preguntó y volvió a pensar en la interferencia.

—Bueno, eso lo sabremos pronto, cuando la encontremos —dijo el Primer Oficial con confianza y se movió hasta un costado de Graham—. La última posición conocida de Oblivion está ante nosotros, no debe estar demasiado lejos de ella —continuó con su parlamento y señaló con su brazo derecho hacia un punto encarnado que se podía ver parpadeando dentro del mapa holográfico del sistema.

El punto se encontraba casi junto a la representación del planeta Ross y establecía la posición del Repulse en la zona en donde estaban.

El puente del Repulse permaneció en silencio por un rato y Graham pareció hundirse en sus pensamientos, mirando la situación de su crucero primero y luego, una vez más, como Ross rotaba circundado por su satélite Calipso, para lo que hubo de volver un tanto la cabeza hacia la pantalla principal de la nave.

Entonces su mente volvió a pensar en lo que les habría pasado a los hombres de la exploradora y en la relación del incidente con la señal proveniente de Proxima.

“¿Habrán sido esos los responsables en fin de cuentas?”, se preguntó una vez más a sí mismo con crecientes dudas, sin emitir ni una sola palabra, y sus cejas oscuras se unieron en su ceño como siempre le pasaba.

Por el momento se sabía de la destrucción de los cargueros por parte de los oficiales renegados, se supone después de vaciarlos, y eso había sido una gran pérdida para Gondwana. Pero en esas cuatro ocasiones el personal no había sido tocado según lo informado, y la carga por lo menos había servido para abastecer a los amotinados en un sistema tan poco poblado, y garantizar la vida de los rehenes civiles capturados. En cambio, ¿cuál era el propósito de destruir una nave de la clase Albatross dedicada a la exploración? En este caso no ganarían nada con eso, y menos cuando por lo visto no se habían preocupado por la suerte de la dotación de la Oblivion ni mandado ningún radiograma. El modus operandi de los traidores debía de haber cambiado mucho en esos meses si en realidad eran los responsables de todo ese asunto; y tampoco tenía sentido revelar su posición como lo estaban haciendo en ese momento, puesto eso nunca había sucedido y por eso Gondwana no había podido echarles mano.

El Primer Oficial del Repulse se mantuvo en silencio mirando como su comandante parecía pensar en la situación.

—El único problema es que no disponemos de tiempo para esperar a que Oblivion se manifieste —musitó Graham por fin y posó sus ojos en los de Morgan; su ceño volvió a fruncirse cuando vio como los ojos del Primer Oficial se ponían como platos—. En la nodriza no le dan demasiada importancia a la probable caída de la nave y sabes las órdenes —manifestó con un ademán de su mano.

—¿Y en serio piensa… eso? —preguntó Morgan cuando notó como el rostro de su superior expresaba su inconformidad—. Pero pensé… nosotros… —balbuceó al verlo asentir con la cabeza.

La voz de Morgan sonó entrecortada y esta vez Graham se encogió de hombros a la vez que negaba con la cabeza.

—Las órdenes son las órdenes y deberemos cumplirlas… por un motivo o por otro los mandos parecen tener prisas —declaró Graham sin mencionar nada de los piratas, tal como se le había ordenado hiciera, a medida que pensaba que en Gondwana debían de saber lo que hacían—. El Repulse deberá de entregar a los civiles y partir rumbo a Proxima en cuanto lo haga —musitó un poco después, casi con desgana.

Entonces se sumió en un profundo silencio, y se puso a observar con su rostro un tanto más preocupado la pantalla de comunicaciones de su puesto de mando; en ese recuadro continuaba la imagen de Mireya y eso pareció emocionarlo un tanto.

La chica seguía moviendo los gordezuelos labios, emitiendo su radiograma, y los del comandante Graham se fruncieron en una mueca; era probable que en Proxima lo esperaran con una “calurosa bienvenida”, y no le gustaba nada la idea de poner a esa muchacha en peligro, menos en su estado.

De todos modos, por un momento Graham pareció olvidarse de la presencia de su Primer Oficial, y en su rostro se manifestó una expresión de extremo cariño.

En cambio, Morgan continuó mirando a su superior con cierto recelo; por lo visto no le gustaban nada las órdenes enviadas por la nodriza, tal vez por su desconocimiento de la situación general. El comportamiento del Primer Oficial, sin embargo, era bastante comprensible; había jurado en la academia proteger a los civiles con su vida y ahora la propia Gondwana le ordenaba pasar por alto su deber y continuar con una exploración de rutina del sistema.

—Mireya, ve a bañarte y a dormir… hace unas catorce horas que no descansas —dijo Graham y vio como la muchacha levantaba de nuevo la cabeza y lo miraba desde la pantalla, sonriendo cansadamente como la primera vez en que se habían comunicado.

Por su parte, también se levantó desabrochando las hebillas con las que se mantenía unido a su puesto, y levitó seguido por los ojos pardos de su lugarteniente que, no obstante, no lo veían con su mente lejos del puente.

De lo que les habían dicho desde Gondwana, Morgan conocía que en la Oblivion se encontraban unas ocho personas, civiles dedicados a las investigaciones del planeta recién colonizado; y era posible que en ese mismo momento esas personas estuvieran sufriendo y sin esperanzas en un punto desconocido del inmenso mundo helado a donde se dirigían ellos.

Ese sólo pensamiento le hacía un nudo en la garganta, y más cuando un par de esas personas eran muchachas casi recién graduadas y sin experiencia para sobrevivir en un planeta lleno de peligros como Ross, ¿cómo podría olvidarlas?

No obstante, como Graham decía, las órdenes enviadas por los mandos superiores estaban claras y no había remedio, debían ser obedecidas o morir por fusilamiento, no iban a poder desviarse de su ruta debido a esa estúpida patrulla en busca de la señal que estaba seguro de que no sería de origen desconocido después de todo, sino otro error de los que se sucedían uno detrás del otro. Las falsas alarmas eran tan comunes últimamente, y los accidentes se habían ido incrementando a tal punto, en los rumores se hablaba de incumplimiento del deber por parte de una cierta cantidad de oficiales, y había habido varios juicios en ausencia por la pérdida de mercantes en condiciones inauditas. Pero por su parte Gondwana podía tener confianza, todas las órdenes de la nodriza serían cumplidas, y para cuando Graham se volvió para mirarlo Morgan lo saludó como se estilaba entre los oficiales de la nodriza, aun si en su rostro seguía estando una mueca de descontento.

—Morgan, le cedo mi mando sobre Repulse hasta dentro de unas horas… y no me mire de esa manera, sé que no es grata la idea de informarle a Gondwana que no encontramos la Oblivion y continuamos nuestro camino, pero sólo somos soldados y seguimos órdenes del mando supremo, nunca lo olvide —dijo Graham con calma y le señaló la pantalla principal a su lugarteniente.

En tanto, Mireya salía de la planta inferior del puente por su pasadizo de la derecha y se movía levitando hacia ellos.

—Es cierto, comandante Graham —dijo Morgan con pocas ganas.

—Me alegro de que lo entienda, Morgan. Y no descuide las operaciones de descenso de los científicos que pidieron en Stratos —dijo Graham y miró sonriente a la chica que se les venía encima— No sé cuán importante sea su misión, pero en la nodriza me presionaron para que me encargara de ellos, y ves que no nos dieron luz verde para la Oblivion y sí para su descenso inmediato —manifestó tomando una mano de la chica para detenerla—. Por mi parte también me alegro, no me gusta tener esos civiles en mi nave merodeando por todos lados, y como debemos salir pronto en una misión no sería recomendable llevarlos con nosotros… debemos estar preparados para todo en esta ocasión —insinuó y saludó a su vez a su subordinado.

La oficial de comunicaciones también saludó a sus superiores y se dirigió hacia las puertas de los elevadores sin decir nada.

—Debo dormir un poco o comenzaré a ver visiones —dijo Graham siguiendo a Mireya con la vista.

En la estancia sólo estaban un piloto y un navegante del Repulse pues los demás oficiales, incluidos varios de los no imprescindibles en la sala del CIC, hacía rato que se habían retirado a su descanso de rutina.

—No se preocupe, comandante Graham, me encargaré de eso; y si en unas horas no detectamos una señal mantendré el curso a Ross y ordenaré a Nairi que empiece las maniobras para enviar una Vulture con los civiles —dijo Morgan con más deseos y se sonrió por la manera de Graham de mirar a Mireya. En la nave se comentaba de su relación aun si nadie se atrevía a mencionarlo delante del comandante y tanto la chica como Graham se cuidaban de delatarse en presencia de los otros. En la nodriza no era bien visto esa clase de acercamiento entre los oficiales, pues consideraban podía impedir el cumplimiento cabal del deber para con Gondwana y tal vez estaban en lo cierto—. Los hombres de Stratos llegarán en un santiamén a la capital de la colonia como lo desea su presidente —declaró más tarde, cuando Graham volvió a mirarlo, y volvió a saludarlo.

El comandante Graham respondió a su saludo, asintió complacido, y se dirigió a las puertas de los elevadores del puente en donde Mireya lo esperaba tímidamente.

En cuanto las puertas se cerraron, Morgan se sentó en la silla del comandante del crucero de batalla y se puso inconscientemente a inmovilizar su cuerpo envuelto por su escafandra blanca con las correas de la butaca.

La soledad del recinto no tardó en aburrirlo un poco, y miró a todos lados como si se le hubiera perdido algo. El rostro negro cubierto de sudor lanzó destellos con las luces de los indicadores de los paneles de su puesto, como si llevara brillo en su piel. Pero el oficial no demoró mucho en volver a pensar en que su comandante estaba en lo cierto, eran soldados y no podían hacer siempre lo que su corazón les indicara o reinaría el caos; eso lo comprendía bastante bien, y sin embargo, le costaba un poco obedecer a sus superiores cuando daban esa clase de órdenes, era una cosa que no soportaba.

En el espacio el hombre está solo, rodeado de graves peligros sin ninguna protección posible. Las radiaciones que cruzan continuamente el inmenso vacío pueden matar en cuestión de pocos segundos a un ser vivo, y hasta con la protección de una nave le provocan envejecimiento prematuro si no se usan en ella los generadores de campo magnético, incrementando en varias veces sus gastos de energía. Hasta se puede morir producto del propio vacío si se produce una rotura en la nave y no se dispone a tiempo de una escafandra; y si no se calculan bien las travesías, y se rebasa el punto de no retorno, se puede perecer al agotarse los suministros de oxígeno y alimentos. Por eso se había enlistado en la flota estelar de Gondwana y no por otros motivos. Morgan Stephan Durandal no buscaba la gloria como otros sino que soñaba con darle protección a los numerosos habitantes de la nave nodriza, si era necesario con su propia vida. Pero ahora era una orden del mando supremo la que hacía impotente su voluntad de sacrificio, ¿cómo se podía mantener indiferente cuando lo obligaban a retirarse estando una pacífica nave de exploración pidiendo a gritos su concurso?

—¿Dónde estarás, Oblivion? —murmuró Morgan y posó sus ojos sobre la inmensa pantalla.

El sonido de su propia voz al pronunciar el nombre de la exploradora, que a pesar de su sentido no se iba de su memoria en los últimos días, le dio una idea para pasar el tiempo hasta la llegada del resto de sus compañeros[2]; decidió ponerse a escuchar otra vez, como lo había hecho desde cuando les había llegado, la radio señal que les había mandado la Oblivion en su momento.

En un instante manipuló unos botones de uno de los paneles de control que estaban desplegados, soportados por los brazos de material sintético de su puesto, y una voz casi de niña pudo oírse. La voz comenzó por revelar su procedencia y luego repitió un par de veces su nefasto Mayday antes de decir el problema a los posibles escuchas. Las manos de Morgan se aferraron a los pasamanos de su puesto escuchando con su rostro crispado la desesperación de esa voz, y se esforzó de nuevo por descifrar lo que vendría a continuación. Pero como las veces anteriores, una poderosa estática se manifestó de improviso y distorsionó por completo el contenido del radiograma hasta un punto en que la agradable voz de la hablante sonó como metales candentes siendo retorcidos.

Eso lo desesperaba y no se explicaba por qué había sido tan mala la comunicación, la peor que había oído, como si en verdad la Oblivion estuviera en medio de una ventisca en las capas superiores de la atmósfera, sin embargo, no se rindió como hacía casi cada día y volvió a oírlo todo desde el mismo principio, dispuesto a sacar esta vez algo en limpio a toda costa.

Los minutos volaron sin que lo notara, y Morgan llevaba sentado en el puesto del comandante casi dos largas horas cuando levantó por fin la cabeza del panel de su puesto de mando. En ese momento, Carlson, piloto principal de la nave, se había ido a su descanso junto con su navegante Liu Zuying, por lo que era Nairi, la inteligencia del crucero de batalla, la que se encargaba de los controles del vehículo. Por un momento los ojos del Primer Oficial recorrieron la estancia vacía, como si fuera esa la primera vez que la veía, y su rostro de ébano volvió a lanzar los destellos de costumbre con las luces multicolores. Pero no tardó mucho en suspirar, y se dispuso a continuar con su cometido como lo haría una obstinada bestia, o uno de esos copistas medievales, en su misión de ganarse el cielo copiando de madrugada y a la luz de la menguante llama de una vela las sagradas escrituras decoradas.

Fue en ese instante cuando una voz femenina se manifestó de improviso y lo obligó a levantar la cabeza de nuevo con sus suaves inflexiones.

—He detectado una emisión proveniente de la superficie del sexto planeta del sistema Alfa Centauri A, comandante Durandal —dijo Nairi y Morgan se dio prisa en presionar un botón del pasamanos de su puesto con lo cual causó que se levantara un pequeño pedestal no lejos de ese sitio y una imagen holográfica se manifestara en su cima.

—¿Qué clase de emisión? —preguntó Morgan luego de una pausa, cuando la imagen holográfica representando a una muchacha algo azulada y casi transparente pareció mirarlo.

—La emisión consiste en una pulsación recurrente dentro del rango de frecuencias destinada a los radiofaros que se repite cada diez segundos —dijo Nairi con su calma de costumbre y en la pantalla principal de la nave se desplegó una ventana mostrando la forma de la onda de la señal—. El mensaje modulado en la portadora identifica un radiofaro de la nave de nombre Oblivion con su número de registro.

—¿Oblivion? —preguntó Morgan dando un respingo en su puesto—. Y entonces, ¿por qué no nos contestaron? —musitó como para sí mismo—. ¿Puedes localizar el punto de la emisión de la señal, Nairi? —preguntó de nuevo.

—El punto de emisión ha sido localizado; la señal denominada Oblivion se encuentra en la posición con coordenadas 10°58′60″S 25°27′00″O, sistema de referencia Stratos.

En tanto Nairi hablaba, en una de las pantallas laterales que se encontraban cerca de la pantalla principal del crucero se mostró un diagrama del planeta Ross, dentro del que un punto parpadeante de color verde indicaba la posición de la señal de radio que la computadora central había detectado.

La emoción fue tan grande para Morgan que debió presionar un botón en la muñeca de su MK-200 y se puso a secarse su rostro con un pañuelo blanco del depósito que se desplegó en la parte interior del antebrazo.

Por un momento se dedicó a eso, sin saber qué orden darle a Nairi, porque si le ordenaba que entrara en una órbita que pasara sobre el punto de emisión demoraría un poco más la llegada de los civiles a Stratos. Pero no deseaba dejar a la Oblivion a su suerte sin conocer lo que le había sucedido ahora cuando la había localizado como por voluntad divina, ni se sentía dispuesto a llamar a Graham durante su descanso.

—Bien, Nairi, despliega una sonda Elektra y posiciónala en ese punto, debo ver lo que pasa en la superficie donde se encuentra la Oblivion —dijo después de pensarlo.

—¡Imposible, comandante Durandal! El lanzamiento de las sondas espías Elektra del Repulse sólo puede ser hecho con una orden expresa del comandante Graham —dijo Nairi con su voz indiferente.

—Pero, esto es una emergencia… No creo que lo entiendas, pero hay que hacer una excepción en este caso —protestó Morgan—. Es posible que la Oblivion esté dañada y por eso haya señalado su posición de esa manera en lugar de comunicarse como está indicado.

—¡Imposible, comandante Durandal! El lanzamiento de las sondas espías Elektra del Repulse sólo puede ser hecho con una orden expresa del comandante Graham —volvió a decir Nairi, impasible, como si pensara su voz no había sido escuchada.

—¡Estúpida chatarra…! ¿Es que no ves que nos estamos demorando y puede que ellos necesiten nuestra intervención inmediata? —gritó Morgan como un loco en la celda de un manicomio, perdiendo la paciencia—. Por esas cosas es que siguen usándose pilotos humanos en los cruceros de batalla —declaró cual si deseara enfadar a su vez a la inteligencia de la nave de guerra a medida amenazaba a Nairi con su puño.

Por lo menos en esta ocasión Nairi pareció comprender en parte lo que Morgan le decía y cambió su mensaje, mientras desplegaba un panel con una pantallita y varios botones desde un costado del pasamano derecho del puesto del comandante.

—Necesito un código de lanzamiento de sistemas espía en la pantalla —dijo Nairi y se mantuvo en espera por un instante—. Por favor, introdúzcalo en su panel de liberación de restricciones, comandante Durandal —insistió a notar la demora.

Morgan miró de reojo el holograma de Nairi, como si tuviera deseos de degollarla, y sus manos hicieron ruido al crispar los puños. Pero luego se relajó y suspiró para volver a secarse su sudado rostro con su pulcro pañuelito. El tozudo ingenio a veces lograba sacarlo de sus casillas y luego se avergonzaba de haber estado discutiendo con un ser frío y calculador como ese.

—Bien, bien… No lanzamos una sonda Elektra y punto —manifestó con un ademán de un brazo.

—¡Entendido! ¡Esperando nuevas órdenes! —dijo Nairi.

—Nuevas órdenes, veamos —murmuró Morgan como para sí y se mantuvo en silencio durante unos segundos, pensativo—. Bien, deseo que prepares uno de los módulos de lanzamiento de Mobile Suit, necesito uno de los más pequeños, para cuatro Spartacus del depósito principal del Repulse —ordenó luego.

—¡Entendido! —dijo Nairi.

Los ojos de Morgan se redondearon a medida sus gruesos labios esbozaban una mueca en parte graciosa, porque siempre se preguntaba cómo podía desplegar sistemas de combate como esos, y sin embargo le restringían el acceso a las pacíficas sondas de la clase Elektra.

—Pero pon los Spartacus en modo protocolo… es necesario que los controles desde la nave; y en cuanto estemos cerca de Ross comienza las maniobras para ponernos en una órbita estacionaria sobre su superficie —volvió a decir Morgan y lo pensó por un momento—. Mi idea es estar en un punto intermedio del ecuador entre la longitud de Stratos y la de la Oblivion… o más bien un tanto más cerca de donde la Oblivion se encuentra, para poder mantener en perfecto estado las comunicaciones con todos los Spartacus.

—¡Entendido!

—Y después de eso prepara una nave de propósito general clase Vulture para los civiles —dijo Morgan—. La orden de Gondwana es llevarlos a Stratos cuando antes y el mismo presidente de la colonia los espera.

—¡Entendido!

—Esas son mis órdenes, Nairi, encárgate de cumplirlas e infórmame de los resultados.

Por un instante se enseñoreó del puente un silencio expectante hasta que la voz de Nairi vino de nuevo a romperlo.

—¡Entendido, comandante Durandal! Las solicitudes están siendo procesadas —dijo la inteligencia artificial, como si hubiera estado ocupada hasta ese momento, y emitió en la sala unas modulaciones para seguir hablando, con lo que le informaba a Morgan que las siguientes palabras que diría se escucharían en todo el Repulse—. Esta es Nairi reportando a toda la dotación de TFS Repulse. En las próximas horas comenzarán las maniobras para la entrada en órbita geoestacionaria sobre Ross. Los exhortamos a usar los sistemas de seguridad durante las operaciones.

Morgan escuchó a Nairi hasta que ésta volvió a radiar un sonido melodioso para concluir su emisión a toda la nave, y luego prestó oído a lo que decía solo para que lo oyeran los oficiales del puente.

—Iniciando IOSSAC Bulock-6 de los Spartacus en depósito número uno —dijo Nairi informando a Morgan.

En ese mismo instante las luces del depósito número uno del Repulse se encendieron mientras los soportes de cuatro unidades MWXT-M25 Spartacus[3] se movían hacia uno de los grandes módulos de descenso que en éste había.

Los módulos parecían capsulas de descenso normales, con sus formas ojivales, pero eran mucho más grandes que los usados por los humanos para poder contener los Mobile Suit, y estaban situados en unas plataformas redondeadas a todo lo largo del centro del recinto como las turbinas en una central eléctrica hidráulica.

En cuanto a los robots de combate sin piloto, eran como hombres de metal de unos doce metros de estatura, salvo por su cabeza, que era de forma octogonal, y portaba un esférico ojo naranja en cada uno de sus lados, para poder ver lo que lo rodeaba sin rotarla. En la parte superior de sus muñecas portaba los cañones de plasma que usaban en batalla, y en la parte inferior de estos podían verse las refulgentes puntas de las espadas que se desplegaban al entrar en combate cuerpo a cuerpo saliendo de sus nichos, que en esos momentos permanecían ocultas dentro de los brazos.

El silencioso depósito se llenó con los sonidos de varios motores a medida que se movían los pesados soportes de los Spartacus, y las voces electrónicas de los robots sin piloto se unieron pronto a estos, cuando Nairi iba iniciando sus sistemas por control remoto, haciendo que refulgieran los esféricos ojos.

—Spartacus en línea, Nairi —dijo uno de los robot que se iban a lanzar a la superficie de Ross, y siguió confirmando lo que la computadora central del Repulse le ordenaba desde su red después de un corto silencio—. Entendido, entrando en modo protocolo; esperando instrucciones, Nairi… Entendido, sistemas combativos se están iniciando, la comprobación del escudo de protección ha sido ejecutada, los Kronosbattle se han iniciado… inicializando procesadores de cálculo de la geometría perimétrica del crono salto…

La estructura metálica de los Spartacus pintados de un verde oscuro comenzó a resplandecer cuando su escudo de micropartículas estuvo operativo, haciendo que su superficie pareciera más clara a medida que se procesaban las órdenes de la computadora central del crucero y se concluía el proceso de puesta a punto.

—Los MWXT-M25 están listos para su lanzamiento —dijo Nairi en el puente, pocos minutos después de que recibiera la orden de Morgan, cuando los cuatro Spartacus estaban en uno de los módulos que había abierto sus compuertas de pétalos para recibirlos.

—Bien, calcula punto de reentrada para que nuestro módulo descienda encima de las coordenadas de la Oblivion y lánzalo a la superficie en cuanto Repulse esté en la posición necesaria.

—¡Entendido, comandante Durandal! He programado las órdenes de lanzamiento —dijo Nairi y su holograma movió su rostro como si hablara.

—Bien, radia a Stratos un mensaje de inmediato; diles que sus científicos están en camino, no obstante presentar una pequeña demora debido a los problemas de la exploradora —dijo Morgan—. De considerarlo necesario, explícales lo que sabemos del accidente de la nave; está en una región despoblada pero si presenta problemas con sus reactores nucleares podría ser peligroso.

—¡Entendido, comandante Durandal! Estoy redactando un mensaje para que lo revise y dé su visto bueno —dijo Nairi y Morgan asintió y se relajó en su puesto, está vez se diría complacido.

—¡Espero que Graham no me mate por esto! —murmuró a media voz luego, como para sí, y miró como Ross seguía rotando casi en el centro de la enorme pantalla panorámica delantera.


[1] Centro de Información de Combate.
[2] Oblivion significa olvido.
[3] Arma móvil de Tecnología Extendida modelo M25 Espartaco.
 
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