Galaxy I: La rebelión de los inmortales - Capítulo IV

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La poderosa nave de combate, enorme en comparación con un crucero de batalla de la clase Neptune de la UDO, se movía en ese momento en las cercanías del planeta gigante de superficie grisácea, único con esas señas en todo el sistema Alfa Centaurí A.

Por lo visto, por su envergadura y poderío, se trataba de una especie de acorazado de la Federación del Este, y a simple vista se notaba en extremo peligroso, en especial porque todo hacía pensar en las próximas horas se colocaría en una órbita estacionaria del sexto planeta, o eso se podía inferir por las maniobras realizadas en las últimas horas, y con ello haría casi imposible una vez más una exploración más cercana de ese planeta, o por lo menos sin peligro de delatarse y verse obligado a entablar batalla para conseguirlo.

En todo caso los observadores todavía conservaban la ventaja en tanto miraban en la pantalla principal del puente de su Neptune, desde una distancia prudencial a donde su inminente enemigo maniobraba, como los propulsores de corrección de curso del ingenio desconocido se encendían y centelleaban a intervalos; eso les daba más confianza en la victoria puesto era como si la dotación del acorazado no se percatara de la presencia de un crucero de batalla en la región en donde estaba, aun cuando ese hecho no era para nada casual, porque el Neptune se había mantenido a propósito fuera del presunto rango de sus radares.

En efecto, por suerte para ellos, después de derribar desde una corta distancia a la nave más pequeña en órbita de Nueva Tierra, habían podido detectar la creciente cercanía de la otra, y les había dado tiempo no sólo para volver a alejarse del planeta, sino incluso para cubrir sus huellas electrónicas, no obstante, no conformes con estar a cientos de miles de kilómetros de donde Nueva Tierra rotaba con su calma acostumbrada, a la nave de combate de la UDO se la podía distinguir malamente, porque se mantenía casi totalmente a oscuras en medio de la negrura del cosmos.

Por último, y como si todo lo anterior fuera poco a los ojos de la dotación del sigiloso Neptune, la nave se movía ahora con lentitud y por pura inercia, y por eso ni la emisión de calor de sus potentes propulsores posteriores ni los inevitables destellos de su casco blindado debido a la luz de las estrellas, revelaban a su enemigo su presencia, más cuando todo parecía indicar éste no los estaba buscando seriamente.

—TFS Repulse… vaya nombre para un crucero de batalla de los Redmen —dijo de improviso un hombre de rostro redondeado, piel un tanto oscura, y ojos casi negros y algo rasgados. El individuo estaba sentado sobre el puesto del comandante del Neptune, y su voz hizo volver la cabeza para mirarlo a otro hombre de menos edad, cabello rubio, y ojos celestes, que se mantenía sentado a su derecha. La pálida piel del rostro del rubio contrastaba mucho con la cetrina del hombre a su lado, casi tanto como lo hacía la candidez casi infantil de la mirada en sus ojos claros al compararla con la fiereza de la mirada del otro—. Pero parece para nuestra suerte que no nos ha detectado todavía, su oportunidad de hacerlo pasó cuando nos disponíamos a responder a la voz de Galaxy I después de haber disparado a la otra nave Redmen hasta hacerla caer envuelta en llamas —volvió a decir el individuo de rostro oscuro cuando sintió la mirada de su compañero, y sus ojos brillaron como llenos de una inhumana ira contenida.

—Está en lo cierto, comandante Gaiura, por fortuna detectamos esa nave a tiempo, o hubiéramos sido sorprendidos y encima de eso la nodriza hubiera corrido incluso más peligro —dijo Gustav y asintió con la cabeza.

El comandante Gaiura imitó a su subordinado en esto con unos leves movimientos de su cabeza, y volvió a mirar la nave enemiga en la pantalla; las potentes lentes de la cámara principal de su Neptune se mantenían siguiendo el presunto acorazado Redmen sin perderlo de vista.

—De no haberlo hecho no estaríamos con vida ahora, Gustav, esos malditos nos hubieran destruido sin remedio… pero la suerte, como siempre, está del lado nuestro, está del lado de la justicia —manifestó Gaiura tras una corta pausa con evidentes intenciones.

Gustav se mantuvo un momento más en silencio, observando con detenimiento la poderosa estructura del enemigo y sus sistemas ofensivos, le era sencillo darse cuenta de los planes de Gaiura de destruir también a esa otra nave de los Redmen para por fin poder cumplir con la misión encargada por el mando supremo de Galaxy I de explorar la viabilidad de Nueva Tierra, a pesar de no llevar mucho de Primer Oficial del Justice iba conociendo bien a su comandante, pero en este asunto todavía sentía unas ciertas dudas, y se preguntaba si no sería mejor retirarse ahora cuando todavía no habían sido detectados, puesto si su ofensiva terminaba en fracaso la amada nodriza podría terminar destruida con toda su valiosa carga a bordo.

—Hmmm, no sé si sea buena idea atacar también esa nave, comandante Gaiura, no es como la otra, y si de pronto… —murmuró Gustav por fin y se cortó cuando Gaiura le dedicó una mirada taciturna, luego, volvió a posar por un momento sus ojos sobre la pantalla principal del puente, con rostro de preocupación por la evidente decisión de su comandante.

En la pantalla panorámica del puente del Neptune la nave desconocida ciertamente parecía un vehículo bastante grande a los ojos de alguien inexperto, incluso a pesar de la distancia a donde estaba, sin embargo, los ojos de un oficial de la flota estelar de Galaxy I no se engañaban, esa nave era incluso más enorme de lo aparentado, y sólo la lejanía de ellos y la cercana superficie de gigante grisáceo les impedían ver toda la realidad sin impedimento debido al contraste.

En ese preciso momento la nave que maniobraba pareció una carroza de carnavales, y se puso a iluminar su entorno con luces escarlatas y violáceas como si se pavoneara orgullosa de su poderío. Los propulsores posteriores se encendieron de una manera recurrente una vez más, y su imagen se mostró más claramente en la pantalla de la nave que la seguía, causando exclamaciones. Por otro lado, la vista en la pantalla panorámica del Neptune cambió de nuevo para hacer un acercamiento con los sistemas zoom, como lo había estado haciendo a cada tanto desde hacía rato, y con ello se pudieron ver más definidas las letras doradas que habían escritas sobre la punta del centro de la proa del acorazado, hasta poco antes iluminadas sólo por los reflectores de luz blanca situados en sus cercanías. Por esas letras sabían el nombre del vehículo enemigo, y por los caracteres enrevesados cercanos a ellas resultaba evidente que se trataba de una nave de guerra de los odiados Redmen, los asesinos invasores de la Tierra.

El comandante Gaiura miró una vez más con severidad a su Primer Oficial cuando a sus oídos llegaron las exclamasiones del personal de su puente, aun si para ese instante le resultaba normal escuchar en sus labios una recomendación como esa; no era para menos, la imagen imponente de ese crucero Redmen era impresionante y era normal que causara una respuesta de miedo y asombro como esa en una persona sin tanta experiencia. Pero cuando los ojos de Gaiura se posaron de nuevo en la pantalla principal del puente del Neptune, no sólo no se mostraron para nada impresionados, sino que miraron a su enemigo con evidente desprecio a medida que en sus prominentes labios se iba esbozando una mueca.

—De todas formas no tenemos muchas opciones, Gustav, debemos atacar incluso si perecemos y es nuestro deber hacerlo —dijo Gaiura con lentitud y volvió a mirar a su lugarteniente. El Primer Oficial del Neptune lo miró a su vez y Gaiura forzó una sonrisa en sus labios—. Por culpa de Foreman en estos momentos los Redmen deben haber localizado a nuestra nodriza, y por eso no podemos permitirles salir con vida de este sector o Galaxy I estará perdida cuando informen de su presencia.

Y como si la hubiera invocado con su pensamiento, una vez más se escuchó en la sala del puente la voz de Xerxes, que seguía siendo radiada desde Galaxy I, lejos de ese sitio, ordenando el regreso a puerto del Justice de manera inmediata.

Gustav miró por varias veces a su comandante y al lugar desde donde le llegaba la voz pausada de Xerxes.

—Sí, parece que el comandante supremo está cada vez más nervioso con nuestro… leve retraso —murmuró.

El hombre de ojos rasgados lo observó otra vez, pensando en que su Primer Oficial, como siempre, se preocupaba demasiado por lo que les pudiera decir el comandante Foreman, cosa que lo irritaba.

“Si fuera por Foreman hubiéramos desaparecido hace mucho… estúpido, una vez más está poniendo a nuestra preciada gente en peligro mortal”, pensó y en la cetrina piel de su rostro pudieron verse unas manchas coloradas a pesar de sus evidentes esfuerzos por ocultar su estado de ánimo a toda costa.

Pero no exteriorizó de otra manera su enojo, y habló en voz baja cuando Gustav lo miró cual si hubiera recibido un golpe en la cara, como si no deseara ser escuchado por los demás miembros de la dotación de su nave presentes en ese instante.

—En este momento no podemos responderles, Gustav… primero esa nave, Oblivion, y luego este, Repulse, nos impiden hacerlo de un modo seguro para los nuestros —dijo señalando con su índice derecho al Repulse y luego cerró su puño con fuerza—. Por pura suerte nos mantuvimos en sigilo a pesar de no encontrar nada en este sector, o esa misma Oblivion nos hubiera delatado —manifestó con ira contenida y una vez más se esforzó por mostrarle a su lugarteniente una sonrisa en sus labios—. Pero en cuanto derribemos también a este Repulse, y comprobemos minuciosamente la seguridad en Nueva Tierra, podremos mandar una comunicación y ponernos en marcha de regreso como Foreman lo ordena; igual nuestras reservas se agotan y si no lo hacemos pronto moriremos de todas formas en medio de la nada, no nos resta mucho tiempo para conseguir la victoria completa.

El Primer Oficial enarcó una ceja, y la expresión de sus ojos denotó su desconcierto, ¿acaso su comandante pensaba realmente que les sería tan fácil vencer al acorazado de los Redmen? Por otra parte, si esa nave también estaba en ese sector era probable la presencia de una nodriza Redmen, y una vez más pensó como todo podría complicarse si fallaban en su cometido, lo cual podrían incluso empeorarlo todo para Galaxy I. La cabeza de Gustav negó por si sola cuando por ella se pusieron a pasear nefastos pensamientos e imágenes desagradables, y percibió como sus manos embutidas en los guantes de su escafandra de oficial comenzaban a sudarle.

—Pero esa nave no es como la otra, comandante Gaiura, se ve demasiado poderosa para nosotros. Me parece que es más prudente que nos retiremos mientras podamos e informemos a Galaxy I de la presencia de los Redmen en este sistema o luego será tarde, cuando delatemos nuestra presencia —insistió tímidamente Gustav, conociendo que Gaiura era mucho más obstinado que una mula, y sus ojos se posaron de nuevo en la inmensa nave de combate, no tanto para mirarla como para no ver los brillantes ojos del comandante del Justice—. Por otra parte, me sigue pareciendo algo extraño que si esa nave es de los Redmen lleve su nombre en nuestra propia lengua, con la otra que derribamos pasaba lo mismo y eso no me parece lógico, por eso me pregunto si no sería mejor intentar comunicarnos con ella primero —murmuró un poco más tarde, más bien como para sí mismo, y cuando percibió la evidente hostilidad de Gaiura hacia esa idea, lo miró esperando una reprimenda.

—Tú todavía eres ingenuo, Gustav. ¿No has visto los caracteres que lleva escrito ese maldito acorazado cerca del nombre? ¿No son iguales a los de las imágenes que nos mandaron desde la Tierra cuando los Redmen invadieron nuestro sistema? —dijo impaciente Gaiura y su Primer Oficial volvió a mirar la nave enemiga percibiendo con mucha más claridad, tal como un HGE podía hacerlo, el estado de ánimo exaltado de su comandante—. No van a engañarme con eso, Gustav. Ellos son los que destruyeron a nuestra gente en la Tierra. ¿Quiénes más pueden ser ellos sino los malditos Redmen? Por lo visto en la UDO habían traidores y se volvieron sus sirvientes, o puede fueran también de la Federación del Este, eso lo explica todo… esos perros, sabían de nuestro destino y vinieron con sus sistemas de salto a esperar nuestra llegada para sorprendernos —manifestó señalando otra vez la nave nombrada Repulse en la pantalla—. Los ladinos se sirvieron de su tecnología mucho más avanzada para llegar primero a este sistema e impedirnos asentarnos, para terminar de erradicarnos del cosmos, y eso no estoy dispuesto a permitírselos, aun si ellos son los Redmen no podrán enfrentarse a nosotros, recuerda ahora no somos tan débiles como lo eran nuestros padres —espetó con odio infinito en su voz profunda.

—No estoy seguro de eso —murmuró Gustav pensando en cómo Gaiura ni había recibido las vacunas para convertirse en un extendido, pero Gaiura no lo escuchó y continuó con su parlamento sin poder controlarse.

—Y precisamente porque es una nave poderosa no puedo dejarlos vivir con Foreman llamándolos a gritos desde la nave nodriza, te lo he dicho antes, o los abatimos o ellos acabarán con nuestra nodriza —manifestó Gaiura y rechinó los dientes sin poder contenerse por más tiempo—. De esa manera Galaxy I será destruida en un corto intervalo, o no podremos hacernos con este sistema y los nuestros sufrirán un vez más nadie sabe por cuántos siglos, lo cual es más o menos lo mismo —declaró con un ademán de su fuerte brazo, como si espantara una idea, y se puso a respirar pesadamente como si corriera—. Por eso es necesario derribar esa nave Redmen a toda costa, Gustav, no tenemos muchas más opciones ni derecho a fallar… y la oportunidad de hacerlo es ideal, los historiadores del futuro se reirían de mí si permito que esos perros se me escapen cuando los tengo en mis manos.

El comandante se mantuvo callado con su ruidosa respiración mientras su lugarteniente lo observaba, tal como hacía a menudo. El Primer Oficial no entendía muchas veces los pensamientos de Gaiura, y siempre sentía en su presencia una extraña sensación que lo confundía. Los ojos de Gaiura se entrecerraron más cuando miró de nuevo a Gustav, haciéndose más oblicuos todavía.

—Pero me sorprende que Murzduk haya permitido a la computadora radiar esa orden, siempre pensé que era uno de los pocos cuerdos que había en la Galaxy I —dijo luego de una corta pausa Gaiura.

—Bueno, nadie puede oponerse a las órdenes del comandante supremo; la ley marcial en Galaxy I la dicta Foreman, y eso no va a cambiar por el momento —manifestó Gustav y sonrió conciliador a su comandante cuando éste lo miró evidentemente más molesto—. En las épocas de peligro la democracia no es una buena opción y por eso en nuestra nodriza se suprimió por tiempo indefinido —manifestó recitando como un colegial las enseñanzas de las escuelas de Galaxy I.

La referencia de Gustav al adoctrinamiento de los niños en la nodriza no sirvió para calmar a Gaiura precisamente, pero como comandante de un crucero de batalla éste se había acostumbrado a soportar en relativo silencio las cosas tal cual eran.

—Hmmm, como sea, Gustav, como te he dicho ahora no existe más remedio; somos los que debemos preocuparnos por la seguridad de Galaxy I sin que nos importe que eso nos cause la muerte. No podemos permitirles a esos Redmen que destruyan la nave nodriza o la especie humana podría perecer para siempre —dijo Gaiura y se incorporó un tanto sobre su puesto de mando, sin ningún deseo de discutir sus decisiones ni con Gustav—. ¡Enilse, propulsores principales a potencia máxima a incremento rápido, vamos a darles su merecido a esos asesinos espaciales! —gritó seguidamente, esta vez dando rienda suelta a su emoción, dirigiéndose a una mujer de corto cabello encarnado que estaba sentada delante de los mandos de la nave.

El resto de los ocupantes del puente se estremecieron con la inesperada orden y unos cuantos de ellos se volvieron para mirar a Gaiura con expresión de sorpresa aun si se podía decir estaban acostumbrados a esos episodios de ira.

—¡Enseguida, comandante Gaiura! —exclamó por su parte la pelirroja y presionó un botón que se encontraba en su panel de mando, para después ponerse a informarle a los ocupantes del crucero de batalla de la Tierra, con un sistema de comunicación que llevaba en la cabeza, que iba a producirse un cambio en el curso de la nave.

—¡Okumura, que los sistemas defensivos y ofensivos del Justice estén en perfectas condiciones! —gritó nuevamente Gaiura, esta vez dirigiéndose a su oficial superior del CIC, que en ese instante no estaba en su puesto sino detrás del navegante de la clase Neptune. El hombre sacudió su cabeza de cara de pómulos salientes como si deseara despertarse, y luego miró a su superior como lo haría un samurái del pasado, dispuesto a todo—. En unas noventa y seis horas nos situaremos en la posición ideal para exterminar a estos otros Redmen, y si tenemos éxito este sistema será nuestro, para cuando envíen los refuerzos nos habremos fortificado y los barreremos —volvió a decir Gaiura a medida barría el aire con su brazo derecho.

Okumura se sonrió con ojos de pronto soñadores, asintió a la vez que saludaba sin rechistar, y se puso en marcha para meterse por uno de los conductos laterales del puente; toda su vida desde su niñez había esperado ese momento, había estado esperando para vengar a sus ancestros, y estaba dispuesto a perecer si tan sólo pudiera lograrlo.

Por su parte, Gustav lo siguió con la vista hasta verlo desaparecer y más tarde volvió a mirar a su comandante, cuando desde el CIC comenzaron a escucharse las órdenes precisas del oficial al mando.

En tanto Okumura preparaba a su crucero de batalla para un cruente combate, el comandante Gaiura continuó sentado en su puesto, mirando una vez más con una paciencia digna de un cazador experimentado como la nave nombrada Repulse maniobraba confiada. Por su expresión se notaba que estaba consciente de sólo verlo que ese acorazado no sería una presa sencilla como la otra nave que había derribado antes. No, esta era extremadamente poderosa a simple vista, con su cuerpo a modo de viga rectangular de borde redondeado, que se aplanaba por los costados en su proa, y unos brazos un poco más cortos en sus costados que se dirigían hacia adelante en ángulo recto. La geometría de esa nave le recordaba la de una de las Trident de las FAG; mas ninguna de las Trident se había construido nunca con unas dimensiones como esas, y eso era otro factor que revelaba la superioridad tecnológica de los Redmen. Pero si no miraba los cañones de extraña apariencia instalados por encima y por la parte inferior de cada uno de los brazos de la proa, todos recogidos sobre sendas plataformas rotatorias, y que parecían más destructivos que los iónicos que portaba su Neptune a pesar de todas sus modificaciones, lo que más podría preocuparlo del acorazado enemigo estaba en las cercanías de la popa del vehículo; en ese sitio era en donde se encontraba lo que parecían lanzaderas de misiles nucleares con las escotillas cerradas, dispuestas en los cuatro extremos de una estructura enorme a manera de cruz de San Andrés. Por eso, si deseaba tener éxito, debía destruir primero la capacidad de maniobra del ingenio Redmen, para impedirle al enemigo utilizar su evidente poderío termonuclear contra Justice, o al menos retrasarlos lo suficiente hasta desplegar todos los escuadrones Badger y por lo menos garantizar la destrucción mutua a la vez que conseguía que no se le escaparan con su velocidad superior de crucero.

—Nuestros sistemas de combate están operativos, comandante Gaiura, los resportes indican estamos listos para la batalla —reportó de improviso Okumura pasados pocos minutos y Gaiura lo escuchó por los sistemas de comunicación.

—Bien, Okumura. En cuanto los Redmen estén dentro de nuestro rango de disparo debes dañar lo suficiente sus propulsores principales —ordenó Gaiura y sus ojos oscuros brillaban cuando volvió su cabeza hacia su Primer Oficial—. En la mañana debes reunirte con los comandantes de los escuadrones de Mobile Suit, Gustav, porque tendrás que darles detalles de la situación en que nos encontramos para que sus hombres se preparen —murmuró como si de pronto se sintiera cansado y se sonrió casi con cariño—. Es seguro que en esta ocasión tendrán que salir para contener a los Mobile Suit de los Redmen, y deseo que estén listos, porque seguro nos superan mucho numéricamente —volvió a decir casi en un susurro.

Gustav se cuadro y saludó a Gaiura consciente de la inutilidad de insistir con sus recomendaciones, y se dispuso a cumplir su orden convocando a los comandantes de los escuadrones de Mobile Suit del Justice; cuando se dedicó a desplegar el sistema de comunicación de su puesto de mando vio como Gaiura volvía a mirar hacía la pantalla principal para seguir observando las maniobras de la nave enemiga casi con la curiosidad de un niño.

—Hace mucho los estaba esperando y no perderé la oportunidad de vengarme de ustedes —murmuró Gaiura para sí cuando Gustav iba a presionar más botones en su panel, y éste se detuvo por un momento para observar a su superior con detenimiento.

El comandante permitió que su cabeza se recostara en el respaldo de su puesto de mando con el peso que creaba la creciente aceleración del Neptune, y pensó que todo había ido bien hasta ese momento, y que si se movía con cuidado el grueso de la dotación de su nave podría destruir la amenaza y después regresar a salvo a su base en Galaxy I a pesar de sus menguantes reservas; estas además se verían incluso incrementada después del sacrificio de una parte de su gente, puesto que de seguro muchos caerían luchando por la nodriza en esa ocasión por culpa de Foreman, y con ello serían recordados para siempre como unos héroes. El último pensamiento a pesar de todo hizo entristecerse un tanto a Gaiura, consciente de tener que sacrificar a más de su gente para lograr la victoria necesaria. Pero así era la guerra, durante toda la historia los soldados habían recibido las balas y los generales las medallas; siempre había sido de ese modo y las cosas no iban a cambiar en lo futuro, nada más faltaba morir por una causa digna de hacerlo y esa lo era. Por su parte, también estaba dispuesto a entregar su propia vida para lograr la venganza añorada, y nuevamente se concentró en lo sucedido poco antes para repasarlo todo y sacar más provecho de su experiencia.

En primer lugar rememoró una vez más los momentos cuando habían detectado a la nave del enemigo bautizada como Oblivion sin que ella los viera, y por lo visto ahora la historia se repetiría nuevamente con el Repulse si la suerte seguía de su lado.

La Oblivion había emitido un radiograma, seguramente para pedirle socorro al resto de sus congéneres, y eso también los había alertado de la cercanía del acorazado de los Redmen. En caso de no haber ninguna nave enemiga en las cercanías esos Redmen se hubieran concentrado en defenderse o escapar en lugar de lamentarse, puesto no era probable nadie los escuchara. Pero a esa Oblivion no le sirvió de nada su emisión, porque esta no debía de haber llegado a destino luego de que los potentes sistemas interferentes del Neptune se encargaran de neutralizarla; o por lo menos de hacerla bastante ilegible para un posible receptor, para que cuando la recibieran en su destino no pudieran descifrarla aun si sospecharan de algo por ese detalle.

En lo adelante la Oblivion había intentado escapar del caluroso saludo de Justice descendiendo a la superficie de Nueva Tierra para infectarla con su indeseable raza. Los primeros disparos habían dado en sus propulsores principales y con ello le era imposible escapar de otra manera aun si parecía lo suficientemente rápida para hacerlo como toda nave Redmen. Pero los subsiguientes disparos de los cañones iónicos del Justice operados por Okumura en persona la dañaron incluso más, casi hasta el momento de su reentrada, y a Gaiura no le pareció que pudiera llegar a la superficie sin estrellarse, aun cuando se trataba visiblemente de una nave diseñada para el descenso incluso en condiciones extremas.

En todo caso, previendo que la dotación de Oblivion pudiera escapar aun en sus malas condiciones, porque conocía las características de los Redmen por haberlas estudiado con tesón durante su vida, cuando Justice estuvo lo suficientemente cerca de Nueva Terra había ordenado que se lanzaran a la superficie del planeta, a esa futura cuna para su gente, varios módulos de descenso con los veinticinco robots autónomos de combate HTT-300 Fulcrum[1] con los que estaba provisto su crucero de batalla.

Los HTT-300 no eran demasiado grandes si se los comparaba con un Mobile Suit reglamentario, sólo eran comparables a edificios de unas dos plantas por su envergadura, y parecían insectos gigantes por sus sistemas de locomoción. De todos modos estaban fuertemente blindados, y provistos con poderosos cañones de megapartículas capaces de destruir cuanto se pusiera en su camino, por lo que los Redmen no deberían de haber podido escaparse de ellos y los robots seguro seguían buscando enemigos en la superficie del planeta, con lo cual Gaiura pensaba asegurarlo. Por eso la medida serviría también en lo futuro, para la creación de las fortificaciones en superficie, puesto desplegar una plataforma de defensa planetaria demoraría un poco más, y no podrían hacerlo hasta cuando por fin la Galaxy I entrara en ese sector cuando se iniciara la pronta ofensiva que Foreman se vería obligado a ordenar para no perder también Alfa Centauri. En ese momento más que nunca necesitarían recursos para sobrevivir a lo que se les vendría encima, puesto indudablemente los Redmen debían tener su propia nodriza en ese sistema, pero deberían resistir a toda costa y barrerlos de Alfa Centauri para siempre, porque esa era la condición para su supervivencia y confiaba en la capacidad de los extendidos aun si en comparación con la propia los consideraba bastante limitados.

La creciente seguridad de Gaiura en su propia suerte lo hizo cambiar de humor y en sus labios volvió a mostrarse una sonrisa de satisfacción por sus logros seguros, en tanto, el Primer Oficial del Justice sacudió la cabeza como si en ese instante despertara de un ensueño, y desvió sus ojos celestes de donde estaba su comandante para ponerse de una vez por todas a preparar su llamada.

En ese mismo momento, en un salón de descanso de la nave de combate, estaba sentada en su silla una muchacha asiática que portaba sobre su cuerpo menudo una escafandra verde olivo.

El salón era bastante grande y estaba cubierto con mesas y sillas empotradas en su piso de un gris metálico, por eso tal vez la chica parecía más solitaria aun cuando éste no estaba del todo vacío.

La visera del casco de la muchacha estaba levantada y debido a eso podía verse bien como sus ojos, rasgados y parecidos a negras perlas, encima de los que crecían unas ralas cejas, miraban como si no lo vieran hacia un envase de plástico blanco que sus manos sostenían casi en su regazo; o por lo menos eso hacían cuando no se posaban por un instante en la enorme pantalla colocada en una pared lateral, en donde en ese instante sólo podía verse un desolado panorama, un cosmos inmenso y vacío en donde parpadeaban las distantes aglomeraciones estrellas.

Por eso seguramente la chica no la miraba mucho y volvía a posar sus ojos con obstinación en su pulpa de frutas, como para no deprimirse con tan vasto panorama o debido a lo mismo sentirse más insignificante.

El cuerpo de la muchacha se mantenía en su sitio con correas de seguridad, para que la aceleración de la nave no la derribara, y podía escucharse de vez en cuando que de su boca de carnosos labios se escapaba un suspiro, como si estuviera insatisfecha de alguna manera. En esos momentos bebía un sorbo del contenido del envase en sus manos succionando un delgado pitillo curvo, como si eso le sirviera de medicina para reponerse, cosa que estuvo haciendo a intervalos, casi como sonámbula, hasta que levantó la cabeza otra vez de su regazo, en esta ocasión obligada por unos ruidos.

En la sala entraba un numeroso grupo de muchachos de diversas razas y sexos, contentos como beodos. Los chicos se lanzaban unos a otros desafíos, y cada cual era secundado por una o varias chicas, las principales responsables de romper con sus voces estridentes el grato silencio que hasta su llegada había estado reinando en el recinto. La repentina aparición del grupo de muchachos no pareció molestar a la muchacha de rasgados ojos negros, más bien la animó un poco a juzgar por la sonrisa en sus labios. En tanto a los demás su presencia les causó el efecto contrario, y todos se pusieron serios y la saludaron como se estilaba en las FAG aun cuando la asiática les demostró su condescendencia con un ademán de desdén de una mano. En un santiamén el grupo se dispersó por toda la sala seguido por los ojos oblicuos; unos se dirigieron directamente a las mesas, y los otros se acercaron a las expendedoras de refrescos y pulpas de fruta. Pero cuando la muchacha se encontró con la mirada de uno de los últimos chicos en presentarse, en cuyos grandes ojos pardos refulgió un brillo de fascinación como si hubiera visto a una diosa, desvió la vista nuevamente y la posó en su blanco recipiente de plástico, como si con esto intentara lograr que no la notara el recién llegado.

El cuerpo del muchacho estaba cubierto con una escafandra verde olivo como la que usaba la chica, salvo que la de ésta tenía también unas franjas encarnadas en los hombros, y la aparente indiferencia de la muchacha no pareció perturbarlo, puesto que se acercó a la mesa en donde estaba su conocida a medida que levantaba la visera de su casco de modo que se viera más su rostro de piel más bien pálida.

—¿Qué es lo que deseas, Brian? —preguntó la muchacha bruscamente luego de lanzarle a su conocido varias miradas de impaciencia, y se irguió en su silla después de removerse nerviosa, mirando de reojo a su compañero.

En todo caso no esperó por una respuesta y sus labios succionaron se diría con una cierta ansiedad el curvo pitillo.

La voz de la chica sonaba extraña, más parecida a la de un jovencito por su tono un tanto grave; y esto contrastaba bastante con su apariencia delicada, mas concordaba con su presunto rango.

Por su parte, el muchacho nombrado Brian no pareció sorprenderse ni con ese tono de voz ni con las palabras de la muchacha, y tampoco se dignó a saludarla como era debido, en lugar de eso se limitó a sonreírle con condescendencia a su compañera, a la vez mirándola con evidente cariño.

—Nada en especial, Tomiko, solamente tenía ganas de verte —dijo el muchacho luego de estar mirando con interés a la chica por un momento, y por fin succionó su propio pitillo, para después sentarse y colocarse sus correas sin pedir permiso a un oficial de más rango.

Tomiko se mostró un tanto asombrada con la impertinencia del muchacho, y por un rato miró a todos lados como para comprobar si alguien más se había dado cuenta de la impertinencia.

—Pero yo ya no deseo que estés a mi lado, ¿es que no lo entiendes? —protestó un poco después intentando no ser oída por los otros y lo miró a los ojos a Brian con una mirada más bien desafiante.

—Pero, Tomiko, si… —murmuró Brian con expresión confundida por la reacción por lo visto inesperada.

—Me duele verte, porque me rompiste el corazón con lo que hiciste, Brian, y ahora no tengo ganas de hacerlo más… no sé cómo decírtelo, porque por lo visto no lo entiendes —murmuró Tomiko interrumpiendo a su compañero, y luego su mirada descendió a su envase de pulpa de frutas, como había hecho hacía un rato, cuando había percibido a ese joven entre los que habían entrado a la sala.

—¡No, no logro entenderlo, Tomiko, si hasta hace poco me amabas! —exclamó Brian como sorprendido, y con ello logró que la muchacha lo mirara de nuevo se diría un poco sobresaltada; los ojos de Tomiko volvieron a recorrer la espaciosa sala después de observar por un instante a Brian, y más tarde se pusieron a lanzarle a su compañero miradas de tanto en tanto—. Por eso me gustaría por lo menos me explicaras… si cometí un error contigo por lo menos debería de saberlo —murmuró Brian después de imitar a la muchacha en eso de observar sus alrededores, esta vez inclinándose adelante como si le contara un secreto.

El pedido de Brian pareció perturbar un tanto a Tomiko esta vez, y la chica miró a su exnovio con cierta expresión de titubeo.

—Pero no deseo saber nada, deseo olvidarme, ¿es que no lo entiendes? —replicó un poco después Tomiko, como si no encontrara otra manera de expresarse.

El muchacho se mostró petrificado, y miró a Tomiko más confundido; escuchaba las palabras de la muchacha pero percibía otra cosa con el desarrollado sentido que los HGE poseían; por eso no comprendía nada porque eso generaba en su mente sensaciones contradictorias, por completo incongruentes.

¿Por qué su Tomiko había cambiado tanto de la noche a la mañana? Todo eso era como para volverse loco si se lo pensaba, y le dolía cuando lo trataba tan fríamente, cual si fuera un desconocido, en lugar de dedicarle una de sus hermosas sonrisas de poco antes.

En realidad lo había intentado desde la primera perreta de la muchacha, había intentado mantenerse a un lado pensado se le pasaría pronto. En Galaxy I era común esa perturbación en un cierto número de personas y no lo enfadaba si Tomiko la padecía, por esa parte podía comprenderla y también entendía no era su culpa sufrir ese mal. La vacuna Omega H tenía infinidad de efectos secundarios, unos más inocuos y otros más graves, y si Tomiko se veía afectada solamente por uno de los leves se sentía con mucha suerte.

Por último, Brian suspiró significativamente observando como Tomiko succionaba su pitillo con mucha más insistencia a su vez mirándolo con cierta desconfianza, y se sonrió enternecido con ese amado rostro.

—Eres linda, Tomiko... hasta cuando pareces enfadada no puedo impedir a mis ojos mirarte —musitó Brian y su compañera se removió en su silla una vez más, y resopló de la impaciencia—. Por eso no puedo evitarlo, ¿no notas como me estás matando?

La muchacha asiática le dedicó varias miradas a su compañero y verificó nadie se les hubiera acercado antes de volver a hablarle en voz susurrante.

—Entonces, ¿por qué me engañaste? —preguntó Tomiko bruscamente.

Los ojos pardos del muchacho se mostraron perplejos, y se mantuvieron posados en los de Tomiko. La chica esta vez sostuvo la mirada llena de cariño de su compañero, o por lo menos lo hizo tanto como le fue posible. El rostro de éste se había puesto un tanto serio, como si Brian buscara en lo profundo de su mente el momento del engaño que su compañera le reclamaba. Pero pronto los labios del muchacho volvieron a sonreírse como si tirara a chanza el comportamiento de su amada.

—Eres mala conmigo, Tomiko, no sé por qué no quieres entender que lo que sucedió no fue culpa mía si lo sabes, no veo por qué me castigas —murmuró Brian y en el rostro de la muchacha se mostró una expresión de incredulidad—. Tonya lo orquestó para separarnos, no sé cómo decírtelo, ella siempre ha estado persiguiéndome —continuó Brian viendo la mirada irónica de Tomiko.

—¿Pero vas a continuar diciendo que Tonya no estaba en ese hangar besándose contigo? —preguntó Tomiko.

—Eso es cierto, ella me besó a mí y no yo a ella, te lo he dicho muchas veces, a quien yo amo es a mi princesa oriental, a mi hermosa Tomiko —susurró Brian y sus grandes ojos parecieron soñadores cuando se posaron en una de las salidas del recinto, como si mirando a ese recuadro un tanto oscuro en lugar de eso viera un mundo de maravillas—. Mi sueño es que estemos juntos para siempre en la Nueva Tierra… deseo que seas mi esposa y criemos por lo menos un par de niños; no pido nada más, especialmente en estos momentos en que estamos tan cerca de nuestro nuevo planeta, no me abandones ahora, Tomiko —murmuró Brian volviendo a mirar a Tomiko y le cogió una mano a la muchacha.

Tomiko pareció a punto de llorar escuchando a Brian, pareció tan impactada con las palabras suplicantes de su compañero que no se dio cuenta ni de como éste le había cogido la mano para acariciársela, sin embargo, no tardó mucho en percatarse de esto, y retiró la mano con presteza a medida disimulaba como podía sus crecientes emociones mirando a un costado.

—Entonces no debiste dejar que Tonya se inmiscuyera y lo echara a perder, yo ya no puedo confiar más en ti, no puedo confiar más en nadie —manifestó Tomiko y su voz se escuchó más ronca además de más dura y decidida.

En ese instante también se escucharon unas modulaciones por el sistema de información de la nave, enunciando que estaba a punto de emitirse un reporte importante de los mandos del puente del crucero de batalla, y de improviso se hizo un insoportable silencio mientras las personas que estaban en la sala de descanso detenían sus respectivos murmullos y levantaban sus cabezas como venados que hubieran oteado una manada de lobos.

—Esta es una comunicación del Primer Oficial del crucero de batalla, Justice, coronel Gustav Mitchel Stanley —reportó la voz de una muchacha y las modulaciones se repitieron seguidas por un breve silencio.

—Por orden del comandante Gaiura, los comandantes de todos los escuadrones de Mobile Suit del Justice deberán reunirse a las diez horas del día de mañana en la sala de reuniones de los oficiales, para la planificación de la próxima batalla —informó Gustav y de nuevo hubo un silencio un poco más largo; en tanto, Brian y Tomiko se miraron como si la comunicación del puente los sorprendiera o les resultara difícil entenderla—. ¡Larga vida a Galaxy I! ¡Larga vida al comandante supremo, Foreman! —terminó Gustav su comunicado con la consigna de costumbre en las FAG, y después las modulaciones volvieron a escucharse y pudo oírse un creciente murmullo en la sala de descanso.

—Hmmm, parece que esta vez vamos a entrar en combate con el enemigo que hemos encontrado, y como era de esperarse, nos toca a nosotros —dijo Brian lentamente en tanto el murmullo normal del recinto volvía a instaurarse—. La nueva nave debe de ser bastante poderosa o Gaiura la hubiera destruido desde hace un buen rato… ¿o será detectamos por fin a la nodriza enemiga y debemos abatirla a ella?

Por su parte, Tomiko observó como embobada por un rato más a Brian, y después sacudió la cabeza como para despertar y se encogió de hombros.

—Bueno… mañana lo sabré, cuando me presente a la reunión con el coronel Gustav —dijo y le lanzó un par de miradas más a Brian, se diría un tanto nerviosa, para seguir hablando después de una pausa—. Me imagino le habrás dado mantenimiento a ese Badger negro que usas —murmuró con expresión de preocupación.

—¿Qué pasa, Tomiko? ¿Es que estás preocupada de que me derriben en la próxima batalla y no puedas verme nunca más? —preguntó Brian, divertido con la expresión de su compañera.

La palabras de Brian hicieron reaccionar a Tomiko y en su rostro se mostró una expresión de dureza.

—No, pero soy la comandante del Segundo Escuadrón de Badger y no deseo que ninguno de mis hombres me ponga en ridículo —replicó la muchacha y miró a Brian de tanto en tanto—. Por lo demás, no importa lo que hagas, y si mueres será mejor, no me veré obligada a verte a todas horas —manifestó con una dureza inusual incluso en ella—. Por cierto, a partir de ahora tampoco me llames más Tomiko, ni aun estando a solas, a partir de ahora llámame solamente capitana Tsuramoto como todos los demás.

La chica se mantuvo mirando a Brian con expresión seria después de hablarle, percibiendo como sus palabras habían sido un golpe doloroso en extremo para ese muchacho que parecía enamorado de ella. Hasta era evidente como éste se esforzaba con denuedo para ocultar su dolor a su amada, y eso resultaba mucho peor para ella, que le estaba doliendo de la misma manera haberlas pronunciado. Por eso sintió que debía retirarse de inmediato, o no resistiría por mucho y lo oprimiría contra su cuerpo diciéndole que su corazón continuaba amándolo como pasó desde la primera vez en que lo vio en la academia. ¿Por qué la vida era tan complicada? Pero debía de soportarlo, tenía que resistir y mantenerse separada como había jurado de esa persona a la que adoraba, para que encontrara la felicidad que buscaba y que ella destrozaría con su incapacidad si continuaba a su lado.

—Debo ir a ver mi Badger de inmediato —manifestó Tomiko con una voz más bien un tanto temblorosa cuando la boca de Brian empezó a abrirse para responderle a medida el chico se reponía del golpe, y se colocó deprisa la visera de su casco, para después intentar soltarse de sus correas.

Las menudas manos de la muchacha soltaron con esfuerzo las hebillas del cinturón de seguridad que la mantenían unida a su silla, tal vez producto de su creciente nerviosismo, y luego Brian la vio ponerse de pie bruscamente e impulsarse con sus pies para moverse hacia una de las salidas de la sala.

Tomiko se iba deslizando graciosamente por el salón hasta que se detuvo por un momento para introducir el envase vacío que sostenía en la mano en un depósito cercano a la salida y continuar su camino como si nada.

El muchacho la siguió con la vista, sentado en su puesto con su rostro entristecido, cada vez más convencido de que no iba a recuperarla; por fin Tonya se había salido con la suya y era hora, llevaba en lo mismo desde el último año de la academia.

Pero cuando la escafandra verde de franjas encarnadas de la comandante se perdió por un pasillo, los ojos del muchacho se posaron en la pantalla de un costado del salón en donde estaba, y por primera vez deseó que ese inmenso espacio helado y vacío concluyera con su vida si de esa manera complacía Tomiko; el dolor en su costado se hizo lacerante, sin la más mínima idea de lo que en verdad sucedía. ¿Cómo podía imaginarse que de los ojos negros de Tomiko Tsuramoto del Segundo Escuadrón de Mobile Suit MWAT-H90 Badger[2] del crucero de la FAG nombrado Justice, unas grandes gotas de un fluido incoloro y salado se desprendían y después levitaban esféricas hasta estrellarse en las paredes interiores del casco que cubría su cabeza.

El comandante Gaiura vio que Gustav se recostaba en su puesto una vez más y se mantuvo mirándolo, y escuchando lo que decía.

—He citado a todos los líderes de nuestros escuadrones como lo ordenó, comandante Gaiura, nos reuniremos a las diez horas —informó Gustav y Gaiura asintió.

—Estos no podrán hacernos nada ahora, Gustav, porque para cuando nos vean les habremos disparado y Galaxy I estará segura y tomará posesión de nuestro nuevo planeta como estaba planeado desde hace cinco décadas —murmuró Gaiura mucho más calmado para ese momento, mirando la cara de preocupación de costumbre de su lugarteniente.

El rostro del Primer Oficial se mostró ensimismado, como si de pronto no pudiera escapar de sus propios pensamientos.

En ese instante, mirando el rostro de Gustav, la mente de Gaiura voló hacia su pasado lejano, cuando no pasaba de ser un niño, y no se sentía solo como ahora le pasaba a pesar de su imposibilidad de estarlo incluso si lo deseara. En su cuerpo percibía como Justice se movía cada vez más rápido, oculto de los sistemas de rastreo del enemigo por la distancia, y recordó el momento en que había visto a su madre llorando después de que se había lanzado imprevistamente la nave intergaláctica. En esa época no lo había entendido bien porque era demasiado pequeño, y esa sensación en su estómago producida por la creciente aceleración lo divertía, en ese momento no podía imaginarse como esos días se iban a mantener grabados así en su memoria. Pero más tarde comprendió lo que les había sucedido a los suyos, comprendió por qué su padre no lo había cargado de nuevo, ni lanzado por los aires, porque se había presentado en batalla con la Cuarta Flota de la UDO para darles tiempo.

En todo caso, eso no era nada, poco después Gaiura encontró a su madre sin vida en su cama y se enteró de que se había suicidado, nadie se lo había explicado, mas las murmuraciones no faltaban ni ese era un caso único. En la nota que escribió la chica les rogaba a las personas que comandaban la nave nodriza que cuidaran de su pequeño, diciendo que estaba cansada y no soportaba más la separación de su marido y las noticias que Xerxes les daba a diario. La pérdida de su madre fue atroz para ese niño, a pesar de tener la suerte de caer en las manos de personas responsables entre el personal científico de la nodriza, y las malas noticias continuaron hasta que la Tierra hizo silencio. El cese de las transmisiones desde la base de comandos de la UDO en Titán sólo podía interpretarse como el exterminio de todos los seres humanos, y en ese momento en la nodriza supieron no había vuelta atrás.

Los ojos de Gaiura parecieron encenderse otra vez recordando lo que había pasado desde su niñez, su internamiento en un centro médico debido a sus perturbaciones mentales, en donde por lo menos soñaba con sentir a su lado el cuerpo cálido de su madre, y el hasta percibía el tacto del largo cabello negro, lacio y suave, recogido en una trenza.

Pero por mucho que se esforzaba no podía recordar el rostro de su progenitora, solamente la sensación de estar seguro bajo la cariñosa mirada de sus ojos rasgados, y eso si cabe lo ponía más furioso.

El comandante miró una vez más, sólo por un momento, la imagen del Repulse, y el dolor en sus muelas por la presión de su mandíbula le resultó grato puesto le pareció aliviaba otro dolor mucho más profundo.

Gustav miró a Gaiura cuando sus muelas rechinaron de nuevo y percibió su creciente ira cual si fuera una pesada piedra sobre su pecho.

El Primer Oficial del Justice se puso a recordar a su vez los días en que había leído los registros de quién sería su oficial superior cuando lo destinaron a ese crucero de batalla. En ellos se había enterado de que su futuro comandante no había ni recibido las vacunas con el virus de la doctora Guzmán que le darían una larga vida y capacidades de extendido. Por eso, en un primer momento, Gustav había pensado en que Gaiura sería un inepto, una persona sin capacidades y de lentos movimientos como los pocos que habían hecho lo mismo en la nodriza. En cambio se sorprendió cuando vio como el fuerte organismo de Gaiura no sólo parecía poseer intrínsecamente las ventajas que les proporcionaban las vacunas a sus compañeros, sino algo más que no podía definir a pesar de percibirlo por encima.

El muchacho se despertó de su ensimismamiento cuando escuchó la conocida voz a su lado.

—Mi madre me contaba cuando era un niño como mi padre se había despedido de ella. Me contaba que mi padre le había dicho que los Redmen se comportaban con nosotros como las hienas, igual que si fuéramos carroña —susurró Gaiura y se mantuvo unos momentos en silencio, para después seguir hablando—. En esa época no sabía lo que era una hiena, pero recuerdo que ese nombre me daba mucho miedo, y me imaginaba a un monstruo espeluznante que podría comerme de un solo bocado.

Gustav vio que Gaiura, que había estado mirando la pantalla mientras le hablaba en un susurro, volvía su rostro para mirarlo, se diría que con cierto cariño en los ojos. Eso lo puso incómodo, como siempre pasaba cuando una persona de más rango le propinaba a solas un tratamiento de esa índole, como si no fuera más que un ingenuo niño. El rostro del Primer Oficial ciertamente no podía ser tomado como el de una persona de su edad, y más con la mirada de sus inocentes ojos celestes. ¿Cómo podía imaginarse que había sido escogido por su comandante de entre los pretendientes a su puesto sólo porque le recordaba a Gaiura a su padre, igual que la imagen que se encontraba todavía oculta en su camarote, en donde se podía verlo joven y vestido con su uniforme de la UDO? En verdad eso resultaba imposible porque Gaiura no había sacado nada de su padre, ni su cabello rubio ni sus ojos azules, sino más bien los ojos rasgados, los cabellos oscuros, y el color de piel aceitunado de su madre. El Primer Oficial del Justice se controló como pudo y asintió, puesto también había escuchado esa frase en ocasiones de la boca de otras personas. Por otro lado, era la primera vez que sentía que del comandante emanaban sentimientos de afecto que podía identificar sin esfuerzo y se sonrió sin poder evitarlo, contagiado, cuando se dio cuenta de ese detalle. No obstante, eso no duró mucho, y una vez más le llegó un caos de voces y de locura proveniente del cerebro de Gaiura, como si en su comandante vivieran multitud de almas en disputa en lugar de una sola, a la vez que el rostro de Gaiura, que se había estado mostrando con una leve y enigmática sonrisa hablando de su madre, se cubría de nuevo con una máscara de bronce mientras los ojos oblicuos le lanzaban otra de sus miradas heladas a la nave enemiga.

—¡Pelean como hienas… pero como perros morirán! —exclamó Gaiura lentamente y un ciego odio se estrelló contra la mente de Gustav, se diría casi dolorosamente.

[1] Tanque Táctico Pesado modelo 300 Fulcrum por sus siglas en inglés.
[2] Arma Móvil de Tecnología Avanzada modelo H90, Badger (Tejón), por sus siglas en inglés.
 
Oye este pedro men en la ficha de personajes pones que los urm si mal no me acuerdo no pueden morir pero pones depues que mueren solo por combate no es mejor poner otra cosa por favor esto confunde men pon por ejemplo solo una raza con su fuerza podia matarlos a ellos realmente es un poco este sin sentido poner que es inmortal y al poco rato decir que pueden morir en combate mijo o te peinas o te haces papelito
 
Oye este pedro men en la ficha de personajes pones que los urm si mal no me acuerdo no pueden morir pero pones depues que mueren solo por combate no es mejor poner otra cosa por favor esto confunde men pon por ejemplo solo una raza con su fuerza podia matarlos a ellos realmente es un poco este sin sentido poner que es inmortal y al poco rato decir que pueden morir en combate mijo o te peinas o te haces papelito
La explicación es sencilla, y no se trata de un sin sentido, los Ur como tal no son inmortales propiamente dicho, ellos pueden morir si logras matarlos, pero son difíciles de matar entre otras cosas porque pueden regenerar rápido, como bien se dice en el primer libro de la novela. Los Ur son inmortales en el sentido de no morir de muerte natural como otras especies biológicas, así ciertamente no mueren nunca y por eso pueden pasar milenios sin cambios, o sea, la palabra más exacta para su estado sería amortales, porque sí pueden morir si logras matarlos. Ten presente los Ur no son dioses, sino unas criaturas vivientes bastante perfectas en ese aspecto, sólo que por lo general en todas partes se le dice a eso inmortal, como pasa con los vampiros y otros seres fantásticos o de la ciencia ficción, o con personajes de muchos anime. En caso de no entrar nunca en combate o correr un peligro parecido un Ur nunca moriría, y de ahí su afán por obtener la gloria y su instinto guerrero (inducido como una forma de controlar la sobrepoblación resultante de su "inmortalidad" debido a los avances científicos de su especie). Por eso utilicé la palabra inmortal en lugar de amortal, porque es lo que se acostumbra en todos lados, y además, suena más entendible para casi todos, les da más o menos la idea correcta del asunto dado la inmortalidad como tal no puede existir en una criatura biológica, la podría aplastar un edificio o algo parecido, lo cual no impide dure para siempre si no le sucede nada como eso.

En este segundo libro no salen mucho los Ur, pero salen otras criaturas bastante poderosas mencionadas por encima en la primera parte de la saga. En esta oportunidad los más o menos "inmortales" serían muchos de los habitantes de la nodriza Galaxy I de la UDO gracias a la última vacuna Omega H, y a ellos les pasa como a los Ur, no son inmortales en el pleno sentido de la palabra sino amortales. En realidad muchos incluso mueren por efectos secundarios de la misma vacuna, o se ven afectados de otras maneras, pero en los que la vacuna funciona el tiempo se detiene, a esos debes matarlos y debido a sus capacidades extendidas eso le resulta casi imposible a un humano corriente. En estos casos sólo podrían matarlos unos pocos de los huérfanos como Gaiura, y eso debido a como fueron tratados en su infancia en secreto, porque como se verá poco a poco, Gaiura sería una especie de extendido por una vía no biológica como lo era XD-45 Maia del primer libro. La diferencia está en que Maia no posee casi ninguna habilidad en comparación con los extendidos como Gaiura, mucho más perfeccionados, en ellos se utilizó una tecnología creada también por Richardson y mejorada en secreto en Galaxy I por un refugiado de la misma empresa llegado en último momento antes del lanzamiento precipitado de la nodriza. Pero Maia no podría con uno de la clase de Gaiura a pesar de vencer con relativa facilidad a un humano corriente, y menos cuando Gaiura posee la capacidad de interferirlos si es necesario, debido al peligro de su existencia esos como Gaiura ni están autorizados en Galaxy I, su existencia no la conoce ni Foreman, y por eso su estado permanece en secreto.

También en un estado de relativa inmortalidad se encuentran los híbridos Alpha del Predator, una especie híbrida un tanto inestable entre humanos y los Ur (por cierto desarrollada en un futuro por la misma hija de Smith desarrolladora de la vacuna Omega H en Galaxy I puesto Predator irrumpió en el pasado por fallos en un salto); la existencia de estos Alpha en la zona serán una suerte puesto son más o menos útiles cuando se trata de los Kraken, aun cuando es cierto llegaron como mismo lo hicieron los Kraken, y si no estuvieran allí, los Kraken tampoco se hubieran presentado.

Las Kraken, Okras, Erm, y otras especies, como bien dice el primer libro, no son inmortales, pero los Kraken en particular son complicados, son la única especie conocida por los Ur verdaderamente capaces de vencerlos, y de hecho, como se menciona en el prefacio de este segundo libro en ese momento se expanden, por eso los humanos se ven obligados a crear un híbrido no humano puesto ni los extendidos biológicos o no biológicos pudieron enfrentarse a los Kraken como los Ur, y los mismo Ur se retiraban sobrepasados, sólo sobreviviendo gracias a grandes pérdidas y a masivas oleadas de Draconis.

En esta segunda parte se puede ver más o menos por qué los Kraken empezaron a expandirse como lo hacen (o lo harán porque todavía no se ha llegado a ese futuro para lo cual falta como un milenio más).
 
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