Articulo Historias Paranormales 👻👻👻💀

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Nota del moderador: Hasta 3 respuestas por día para no saturar el tema, sigan asustando! 👻👻👻

Para los amantes de lo sobrenatural , aqui les traigo algunas historias y espero que les guste y me compartan sus esperiencias personales .

Querido Papá Noel:

Soy una niña de ocho años llamada Guadalupe. Todos me dicen Lupe así que tú también puedes llamarme así. Me he portado bien todo el año, he cumplido con la tarea de la escuela, también he sido una buena hermana al cuidar del bebé cuando mi mamá se va de noche y regresa a la madrugada eufórica y sonriente como nunca. Así que creo que merezco un buen regalo. Ayer a la tarde vi en el centro comercial la última Barbie, la que viene con la bañera y se le puede teñir el cabello. Sé que es un poco cara, pero creo que podrás conseguirla para mí. Porfis, Papá Noel. Porfis porfis porfis

26 de Diciembre:
Querido Papá Noel ¡Muchas gracias por la muñeca! Soy la niña más feliz de este mundo. No puedo dejar de admirar la Barbie y jugar con ella. Tiene algo extraño en su mirada, pero no importa, tal vez sean cosas mías. Te mando un saludo y te deseo un buen viaje de regreso al Polo Norte. Con cariño, Lupe

31 de Diciembre:
Querido Papá Noel, sé que la Navidad ya pasó y que ahora seguramente debes estar descansando en tu casita en el Polo, pero quisiera pedirte una última cosa. Quiero que te lleves la muñeca. No es mi intención parecer desagradecida, en realidad estoy muy feliz con la forma en que me trataste, pero la verdad esa muñeca me da miedo. Su mirada brilla durante la noche. Y a veces, sobre todo cuando mi mami no está y yo quedo sola con el bebé, la muñeca se mueve. Traté de tirarla o dejarla en el desván, pero de alguna manera siempre vuelve a mi habitación. Y yo tengo miedo por el bebé. Creo que quiere hacerle daño. Así que por favor, llévatela de aquí. Esta noche la dejaré cerca de la chimenea, para que te resulte más fácil encontrarla. Te mando un beso, y espero con toda mi alma que puedas leer mi carta.

02 de Enero:
Querido Papá Noel Veo que no leíste mi carta. La Barbie sigue aquí. Y mamá se ha quebrado el cuello. Cayó de las escaleras cuando iba a trabajar. Ahora está en coma en el hospital, le insertaron unos tubos horribles en su boca, por lo que no puede hablar y contar lo que pasó. Pero yo sé lo que pasó. La muñeca se atravesó en su camino. Se colocó sobre un escalón para que mi mami tropiece. Ahora nos cuida una tía lejana, pero ella se va a la noche porque tiene un negocio que atender. Así que yo quedo a cargo del bebé. Ayer apenas pude dormir. Vigilo a la muñeca a todas horas, pero no sé hasta qué punto podré hacerlo. Mi único aliado es Benja, el gato. La muñeca parece tenerle terror y se esconde cada vez que Benja se encuentra cerca. Así que me llevé al gato a la habitación conmigo, y juntos cuidamos al bebé. Pero te repito, no sé cuánto tiempo podré aguantar esta situación. Ahora que mi mamá no está, la muñeca anda a sus anchas por la casa. Aparece en el living, después en el baño, más tarde en la cocina. Y su mirada. Sé ahora que es la muñeca del diablo. O de su hija, si la tuviese. Por favor, Papá Noel, sé que tienes los poderes para hacer desaparecer la muñeca. Te pido que regreses y te la lleves. Porfis porfis porfis

03 de Enero Papá Noel:
Ahora estamos totalmente solos, el bebé y yo. Benja apareció muerto en el patio.

03 de Enero (Noche) Papá Noel:
Ya perdí todas esperanzas. Sé que no estás leyendo mis cartas. Estamos encerrados, mi hermanito y yo, en su dormitorio. La casa está sola, y hay ruidos afuera. Una pequeña sombra se recorta contra la línea de luz debajo de la puerta. Es ella. Es la muñeca. Se agacha y me mira a través de la hendija. Sonríe. Sus ojos brillantes me dejan sin aliento. El bebé en la cuna se mueve y comienza a rezongar. Estamos solos. Estamos solos, Papá Noel. Y creo que la muñeca se ha cansado de jugar: ha metido medio cuerpo debajo de la puerta, y está tratando de ingresar a la habitación.

12 de Marzo Papá Noel:
Sé que hace rato no te escribo, porque la verdad estaba enojada contigo. No leíste ninguna de mis cartas, y por tu culpa ahora yo estoy aquí, alejada de mi casa y mi familia. El bebé está muerto. Mi tía lo encontró a la mañana siguiente. Yo me había quedado dormida y aunque le conté de mis intentos de protegerlo de la muñeca, ella no me creyó. Hicieron una autopsia al bebé, y encontraron a la muñeca dentro de su barriguita. Aún lloro cada vez que recuerdo ese terrible momento. Y luego me trajeron aquí. Yo conté mi historia a la señora que es dueña del lugar, conté de la muñeca y sus ojos refulgentes. De su intento de matar a mamá, y de los crímenes que cometió contra Benja y mi hermanito. La señora me escuchó atentamente y luego me mostró un video, supuestamente registrado por la cámara que está en la habitación del bebé. Y en el video aparezco yo con la muñeca, sólo que ésta no se mueve ni sus ojos refulgen en la oscuridad.
Me aproximo a la cuna del bebé y comienzo a meterle la muñeca por la boca. Es un video horrible, el más horrible que vi en mi vida, y trato de apartar la mirada, pero la señora me obliga a seguir viendo. En el video yo comienzo a gritar cosas, mientras el bebé se pone morado y se agita sobre su cuna. Le digo que lo odio, que lo odio desde que él nació, porque por su culpa yo tengo que quedarme hasta altas horas de la noche cuidándolo y cambiándole los pañales, y como consecuencia mis notas han desmejorado mucho. Las notas de la escuela eran lo mejor de mí, le grito, y ahora soy una alumna mediocre porque no tengo suficiente tiempo para estudiar como cuando vivía únicamente con mi mamá, y con Benja. El video se termina ahí. No sé qué habrá pasado después, seguramente lo cortaron. Pero a mí no me engañan.
Sé que la chica de la filmación no soy yo. Es la muñeca. De alguna manera se hizo pasar por mí. Y ahora yo estoy encerrada, mientras ella debe andar en algún lugar de la ciudad, escondida y planificando sus próximos crímenes. Pero no importa, tarde o temprano saldré de aquí, y la encontraré. Y entonces me vengaré de ella. Y también de mi mamá, por haberme encerrado en este lugar. Y de mi tía, por no creer mí historia. Y de la señora que me mostró el video. Y también de ti, Papá Noel. Por no haber escuchado mis advertencias. Por no haber leído mis cartas. Iré al Polo Norte y te buscaré. Y te encontraré. No te quepan dudas de ello. Te enseñaré a no ignorar a las niñas desamparadas como yo.
Atentamente: Lupe

Estaba la muñeca realmente poseída??? o la niña con la llegada de un nuevo miembro a la familia cometió ese acto brutal por celos?...evidentemente las cámaras la filmaron en el acto pero, realmente algo sobrenatural la llevó a eso??

Dejenme sus comentarios. SALUDOS.
 
Última edición por un moderador:
Bebé Extraño : 👶
Cuenta la leyenda que una azafata a la que le encantaban los niños en cierta ocasión detectó el caso más espeluznante que se recuerda en la historia de la aviación. Cuando tras acercarse a una madre con su bebé detectó algo raro…
Los viajes cruzando el Atlántico siempre habían sido los más odiados por Alicia, una azafata de una importante aerolínea internacional que desde hacía pocos meses había sentido como su instinto maternal se disparaba tras contraer matrimonio y el nacimiento de su primer sobrinito de menos de un año. Desde entonces no desaprovechaba ninguna ocasión para hacerle carantoñas y dedicarle unas palabras de cariño a cuanto bebé se cruzaba. Sentirse mamá aunque fuera por unos instantes la reconfortaba y animaba cada vez más en su idea de tener una gran familia que la esperara con los brazos abiertos después de cada vuelo.
A pesar del cansancio y el maldito”jetlag” de esos vuelos transoceánicos en los que no daba tiempo a acostumbrarse al nuevo horario Alicia estaba especialmente feliz ese día. Tras diez días de trabajo con vuelos interminables y aburridas noches de insomnio en el hotel por fin llegaría a casa con su marido y disfrutaría de unos merecidos días de descanso. Su alegría era claramente visible y dedicaba sonrisas y atenciones a todos los viajeros, incluso sus compañeros estaban sorprendidos de su alegría, sobre todo teniendo en cuenta que aún faltaban más de nueve horas de vuelo para llegar a Madrid.
Mientras avanzaba por uno de los pasillos del avión repartiendo las bandejas de comida, observó una mujer con cara de pocos amigos sosteniendo un bebé en brazos, tras ofrecerle el escaso menú (pollo o carne) le preguntó por la criatura que estaba dormida.
– Pobrecito debe estar muy cansado, ¿necesita usted algo para que el bebé descanse mejor? ¿Una manta extra o tal vez calentar el biberón cuando se despierte?
– No gracias – Respondió la mujer con el ceño fruncido, una respuesta tajante y tan escueta que dejó claro que no quería que les molestasen.
Alicia continuó avanzando por el pasillo mientras insultaba mentalmente a la mujer a la que había ofrecido ayuda y la había tratado como un desecho.
Al acabar de repartir las bandejas le comentó a uno de sus compañeros lo impertinente que había sido con ella y éste le dijo que a él le había pasado algo similar cuando trató de ayudarla a subir la maleta, se había llevado un empujón por ser amable y acercarse a ella. Al parecer la mujer era una maleducada de mucho cuidado.
Varios minutos después comenzó el turno de recoger las bandejas y restos de comida así que Alicia decidió dar una segunda oportunidad a la mujer, al fin y al cabo el bebé no tenía la culpa del comportamiento de su madre.
– Espero que la comida haya sido de su agrado – Le dijo Alicia con una sonrisa forzada – Si desea cambiar el pañal al bebé tenemos en la parte posterior del avión una mesita habilitada para tal efecto.
-Ya le dije antes que no necesito ninguna ayuda – Contestó la impertinente mujer.
Alicia a estas alturas ya había declarado su odio a la señora y furiosa la observaba cada minuto como esperando que infringiera alguna norma para llamarle la atención. Pero la mujer prácticamente no se movía ni para pestañear y lo más curioso, su bebé permanecía dormido desde hacía más de seis horas sin tan siquiera haber recibido un cambio de pañal o tomado un biberón. La azafata que había hecho de niñera de su sobrino en más de una ocasión sabía de sobre que con pocos meses los bebés son como esponjas y comen cada tres horas y si no se les cambia el pañal con asiduidad se les puede irritar el culito.
Alicia decidió acercarse una vez más para comprobar que la criatura estuviera bien. La mujer había cerrado los ojos y se había dormido con el bebé en brazos y la mantita que cubría a la criatura se había desplazado un poco dejando su cabecita al descubierto.
Alicia aprovechó para mirar la carita de lo que parecía un bebé de no más de dos meses de edad. Su piel estaba pálida y su carita parecía hinchada, además desprendía mal olor, por lo que supuso que se habría hecho caca encima y su descuidada madre no se había dado cuenta. Decidió despertar a la señora para advertirla.
– Disculpe señora – dijo mientras tocaba levemente el hombro de la mujer – Creo que el bebé se hizo caquita ¿quiere que le habilite la mesita para cambiarle el pañal?
– No moleste mas, ya le dije antes que no necesito ayuda.- La mujer al ver que su bebé estaba destapado rápidamente le volvió a cubrir con la manta toda la cabecita.
– Pero señora si no cambia usted el pañal al bebé puede ocasionar molestias a los otros pasajeros y lo que es peor puede provocar una irritación de la piel a su bebé.
– ¡No me va a decir usted cómo cuidar a mi hijo!, ¡Váyase inmediatamente o le pongo una denuncia al bajar del avión!
Alicia se fue cabizbaja hacia la cabina del avión, tenían terminantemente prohibido discutir con un viajero sin la presencia del jefe de cabina. Tras contarle a su jefe la situación ambos regresaron al asiento de la señora.
– Buenas noches señora – dijo el jefe de cabina con la voz más dulce que podía – Quisiera informarle de la posibilidad de cambiar el pañal a su bebé de una forma más cómoda en la parte trasera del avión y le ruego que lo haga para evitar molestias a los otros pasajeros.
– Ya le he dicho a la chica que cambiaré a mi hijo cuando yo quiera ¡¿Quiénes se creen ustedes para ordenarme lo que tengo o no que hacer?!
– Señora por supuesto no le estamos ordenando nada, pero como usted leería al comprar el billete de su infante es su obligación mantener la higiene de su hijo y traer con usted el alimento que este precise. En todo caso le informo que existen preparados de leche a bordo del avión y si necesita le podemos preparar uno.
– Si no me dejan de molestar les pondré una denuncia y le diré a mi marido que es abogado que se encargue de que nunca más vuelvan a volar.
– Disculpe señora pero creo que está usted confundiendo lo que es una muestra de preocupación y nuestra obligación como tripulantes con una orden o mandato. Únicamente le estamos informando de las que son sus obligaciones.
La mujer en este punto de la discusión estaba tan acalorada que se había olvidado de tapar de nuevo la cabecita del bebé y el olor se hizo aún más insoportable. Además el color que con la oscuridad de la cabina en las horas de descanso parecía pálido en realidad era más bien tirando a violeta o un morado claro y se podía observar que en efecto el bebé tenía muy mal aspecto, hinchado y totalmente inmóvil.
Los tripulantes se quedaron mirando fijamente al niño y la madre al darse cuenta le tapó de nuevo.
– Señora su bebé tiene mal aspecto es nuestra obligación comprobar el buen estado de salud de todos los ocupantes del avión ¿me permite que le revise?
– Usted no va a tocar a mi bebé ¡pederasta asqueroso!
– Señora me veo obligado a pedirle que me permita comprobar que el bebé se encuentra bien o deberé informar al capitán.
– Llame usted al presidente si quiere pero no van a tocar a mi hijo.
El jefe de cabina le pidió a Alicia que se acercara a la cabina y le comunicara al capitán todo lo que había pasada y que un pasajero se negaba a seguir sus indicaciones. El capitán pidió un relevo a uno de los copilotos y se dirigió al asiento de la señora.
– Buenas señora, mi nombre es Armando Fuentes y soy el capitán de este vuelo. Como máxima autoridad de este avión le solicito que inmediatamente permita a los tripulantes revisar el estado de salud de su hijo o me veré obligado a advertir a las fuerzas del orden del país de destino para que le estén esperando al aterrizar el avión.
– Capitán usted entenderá que no quiero que personas desconocidas toquen a mi hijo – dijo con cara de asustada- yo misma iré al baño y cambiaré a mi bebé. Perdón.
– Alicia acompañe usted a la señora al baño y cerciórese de que cumple con mis indicaciones. – dijo el capitán.
Alicia sabía que algo no iba bien, es imposible que ningún bebé duerma tantas horas sin tomar un biberón, recibir un cambio de pañal y lo que es más importante con varias personas gritando a su alrededor. Así que mientras la mujer se encerraba en el baño con el niño decidió espiar por una rendija de la puerta (por suerte para ella la puerta estaba parcialmente rota). Lo que vio dentro la dejó sin habla, la mujer desnudó al bebé y un olor pútrido salió por la rendija, el niño estaba totalmente morado y una gran cicatriz le cruzaba todo el pecho, no se movía ni hacía ningún gesto.
Alicia dio un grito desgarrador y uno de sus compañeros, mucho más fornido que Alicia, empujó la puerta hasta abrirla por la fuerza (tan nerviosos estaban que ni recordaron que tenían una llave). La mujer se abalanzó contra ellos dejando caer al bebé al suelo y gracias a la ayuda de un pasajero pudieron inmovilizarla.
El capitán comunicó al aeropuerto de destino que estuvieran esperando las fuerzas de seguridad, el bebé estaba muerto y las continuas negativas de la madre a recibir ayuda se debían a que intentaba esconder su estado.
La policía al revisar al bebé se llevaron una desagradable sorpresa. Habían sido vaciados todos sus órganos internos y dentro de su cuerpecito cosido con hilo quirúrgico había gran cantidad de droga. La supuesta “madre” al entrar en el baño lo que planeaba era tirar por el lavamanos toda la droga que había en el interior del niño muerto para evitar ser capturada por la aduana y enjuiciada por narcotráfico.
 
PENÉLOPE

A Luis le encantaba la fría noche de invierno, porque le gustaba sentir el cuerpo desnudo de Penélope acoplándose junto a su espalda mientras lo abraza y le da calor bajo las mantas.
Le gusta, sobre todo, en esos breves segundos en los que despierta en las pausas del sueño, sentir la cálida respiración de ella en su nunca.
Esta noche es una de esas. Esta noche hace un frío más intenso de lo normal y Penélope aprieta al máximo su cuerpo contra el suyo.
Luis, mientras duerme, sonríe de puro placer al sentir las pequeñas manos en sus caderas y esos pies juguetones entrelazándose con los suyos. ..
Pero hoy los siente un poco frío…
Quizás demasiados fríos…
Su respiración…
O más bien, la ausencia de su respiración.
Luis abre sus ojos de repente y como en un flash fotográfico recuerda que Penélope trabaja hoy en el turno de noche, mientras algo helado y doloroso se clava en su nunca.

Que harían si esto les pasara ¿¿¿???
 
Nota del moderador: Hasta 3 respuestas por día para no saturar el tema, sigan asustando! 👻👻👻

Para los amantes de lo sobrenatural , aqui les traigo algunas historias y espero que les guste y me compartan sus esperiencias personales .

Querido Papá Noel:

Soy una niña de ocho años llamada Guadalupe. Todos me dicen Lupe así que tú también puedes llamarme así. Me he portado bien todo el año, he cumplido con la tarea de la escuela, también he sido una buena hermana al cuidar del bebé cuando mi mamá se va de noche y regresa a la madrugada eufórica y sonriente como nunca. Así que creo que merezco un buen regalo. Ayer a la tarde vi en el centro comercial la última Barbie, la que viene con la bañera y se le puede teñir el cabello. Sé que es un poco cara, pero creo que podrás conseguirla para mí. Porfis, Papá Noel. Porfis porfis porfis

26 de Diciembre:
Querido Papá Noel ¡Muchas gracias por la muñeca! Soy la niña más feliz de este mundo. No puedo dejar de admirar la Barbie y jugar con ella. Tiene algo extraño en su mirada, pero no importa, tal vez sean cosas mías. Te mando un saludo y te deseo un buen viaje de regreso al Polo Norte. Con cariño, Lupe

31 de Diciembre:
Querido Papá Noel, sé que la Navidad ya pasó y que ahora seguramente debes estar descansando en tu casita en el Polo, pero quisiera pedirte una última cosa. Quiero que te lleves la muñeca. No es mi intención parecer desagradecida, en realidad estoy muy feliz con la forma en que me trataste, pero la verdad esa muñeca me da miedo. Su mirada brilla durante la noche. Y a veces, sobre todo cuando mi mami no está y yo quedo sola con el bebé, la muñeca se mueve. Traté de tirarla o dejarla en el desván, pero de alguna manera siempre vuelve a mi habitación. Y yo tengo miedo por el bebé. Creo que quiere hacerle daño. Así que por favor, llévatela de aquí. Esta noche la dejaré cerca de la chimenea, para que te resulte más fácil encontrarla. Te mando un beso, y espero con toda mi alma que puedas leer mi carta.

02 de Enero:
Querido Papá Noel Veo que no leíste mi carta. La Barbie sigue aquí. Y mamá se ha quebrado el cuello. Cayó de las escaleras cuando iba a trabajar. Ahora está en coma en el hospital, le insertaron unos tubos horribles en su boca, por lo que no puede hablar y contar lo que pasó. Pero yo sé lo que pasó. La muñeca se atravesó en su camino. Se colocó sobre un escalón para que mi mami tropiece. Ahora nos cuida una tía lejana, pero ella se va a la noche porque tiene un negocio que atender. Así que yo quedo a cargo del bebé. Ayer apenas pude dormir. Vigilo a la muñeca a todas horas, pero no sé hasta qué punto podré hacerlo. Mi único aliado es Benja, el gato. La muñeca parece tenerle terror y se esconde cada vez que Benja se encuentra cerca. Así que me llevé al gato a la habitación conmigo, y juntos cuidamos al bebé. Pero te repito, no sé cuánto tiempo podré aguantar esta situación. Ahora que mi mamá no está, la muñeca anda a sus anchas por la casa. Aparece en el living, después en el baño, más tarde en la cocina. Y su mirada. Sé ahora que es la muñeca del diablo. O de su hija, si la tuviese. Por favor, Papá Noel, sé que tienes los poderes para hacer desaparecer la muñeca. Te pido que regreses y te la lleves. Porfis porfis porfis

03 de Enero Papá Noel:
Ahora estamos totalmente solos, el bebé y yo. Benja apareció muerto en el patio.

03 de Enero (Noche) Papá Noel:
Ya perdí todas esperanzas. Sé que no estás leyendo mis cartas. Estamos encerrados, mi hermanito y yo, en su dormitorio. La casa está sola, y hay ruidos afuera. Una pequeña sombra se recorta contra la línea de luz debajo de la puerta. Es ella. Es la muñeca. Se agacha y me mira a través de la hendija. Sonríe. Sus ojos brillantes me dejan sin aliento. El bebé en la cuna se mueve y comienza a rezongar. Estamos solos. Estamos solos, Papá Noel. Y creo que la muñeca se ha cansado de jugar: ha metido medio cuerpo debajo de la puerta, y está tratando de ingresar a la habitación.

12 de Marzo Papá Noel:
Sé que hace rato no te escribo, porque la verdad estaba enojada contigo. No leíste ninguna de mis cartas, y por tu culpa ahora yo estoy aquí, alejada de mi casa y mi familia. El bebé está muerto. Mi tía lo encontró a la mañana siguiente. Yo me había quedado dormida y aunque le conté de mis intentos de protegerlo de la muñeca, ella no me creyó. Hicieron una autopsia al bebé, y encontraron a la muñeca dentro de su barriguita. Aún lloro cada vez que recuerdo ese terrible momento. Y luego me trajeron aquí. Yo conté mi historia a la señora que es dueña del lugar, conté de la muñeca y sus ojos refulgentes. De su intento de matar a mamá, y de los crímenes que cometió contra Benja y mi hermanito. La señora me escuchó atentamente y luego me mostró un video, supuestamente registrado por la cámara que está en la habitación del bebé. Y en el video aparezco yo con la muñeca, sólo que ésta no se mueve ni sus ojos refulgen en la oscuridad.
Me aproximo a la cuna del bebé y comienzo a meterle la muñeca por la boca. Es un video horrible, el más horrible que vi en mi vida, y trato de apartar la mirada, pero la señora me obliga a seguir viendo. En el video yo comienzo a gritar cosas, mientras el bebé se pone morado y se agita sobre su cuna. Le digo que lo odio, que lo odio desde que él nació, porque por su culpa yo tengo que quedarme hasta altas horas de la noche cuidándolo y cambiándole los pañales, y como consecuencia mis notas han desmejorado mucho. Las notas de la escuela eran lo mejor de mí, le grito, y ahora soy una alumna mediocre porque no tengo suficiente tiempo para estudiar como cuando vivía únicamente con mi mamá, y con Benja. El video se termina ahí. No sé qué habrá pasado después, seguramente lo cortaron. Pero a mí no me engañan.
Sé que la chica de la filmación no soy yo. Es la muñeca. De alguna manera se hizo pasar por mí. Y ahora yo estoy encerrada, mientras ella debe andar en algún lugar de la ciudad, escondida y planificando sus próximos crímenes. Pero no importa, tarde o temprano saldré de aquí, y la encontraré. Y entonces me vengaré de ella. Y también de mi mamá, por haberme encerrado en este lugar. Y de mi tía, por no creer mí historia. Y de la señora que me mostró el video. Y también de ti, Papá Noel. Por no haber escuchado mis advertencias. Por no haber leído mis cartas. Iré al Polo Norte y te buscaré. Y te encontraré. No te quepan dudas de ello. Te enseñaré a no ignorar a las niñas desamparadas como yo.
Atentamente: Lupe

Estaba la muñeca realmente poseída??? o la niña con la llegada de un nuevo miembro a la familia cometió ese acto brutal por celos?...evidentemente las cámaras la filmaron en el acto pero, realmente algo sobrenatural la llevó a eso??

Dejenme sus comentarios. SALUDOS.

Muy entretenida la histora mi vita. Y yo personalmente las historia mas creepy que me ha pasado es q en mi casa las losas del piso suenan a veces, cuando uno se baña se siente una precensia en el baño y a veces por la noche se siente como se arrastra una silla y no hay nadie en esa zona donde se escuchó, y una vez llamaron desde mi peiopia casa al otro telefono en la casa a las 3 de la madrugada y colgaron justo cuando atendieron, cuando revisamos la casa oa puerta de abajo se había quedado sin llave.... Como testigo tengo a la creadora del tema q ha vivido esas experiencias conmigo.
 
Última edición por un moderador:
Esta es una historia que hice hace mucho tiempo que rosa lo sobrenatural con un poco de terror psicológico. Tiene varios baches y problemas por ahí pero está muy disfrutable. Hay quien no entiende muy bien el final por lo que sí a alguien le resulta raro se lo explico con gusto. Y bueno aquí dejo la historia llamada Cautivo sobre unos seres bien raros y un prota que está cautivo. Mi vocabulario es el mejor a que os cautivo con él XD😂

Cautivo

Miguel estaba dormido y tenía marcas blancas en el cuello. Se levantó después de un par de horas de inconsciencia y al no comprender donde estaba, al ver los barrotes que limitaban su huída, al notar la humedad del lugar y sobre todo, al determinar mi presencia, casi cae en un estado de psicosis. Entonces entró esa figura nívea y se lo llevó hasta un espacio oscuro donde yo ya había estado antes. En ese rincón me dejaron solo durante todo un día mientras escuchaba ruidos extraños, sentía una profunda respiración en mi nuca y olía un hedor que salía de pequeños agujeros en el suelo llenos de agua. Todo eso tuve que pasarlo sin poder ver nada de lo que me rodeaba debido a la ausencia de luz. Sin embargo él no duró allí más de siete minutos, corrió y salió gritando lleno de sangre mientras una silueta humanoide y oscura, sin rasgos faciales, le perseguía muy de cerca. Comprendí entonces que en esa sala el agua no era agua y los ruidos y la respiración, no eran para nada naturales. Las criaturas no tardaron mucho tiempo en volverlo a encerrar. Allí estaba él nuevamente, con el cuerpo lleno de sangre ajena y amordazado con una gruesa cadena oxidada. No rendía sus ganas de libertad pero eso es algo usual el primer día de todo hombre cuando entra en este lugar.
Cuando me había cansado de verlo tirado en el suelo noté que empezó a agotar sus fuerzas. Entonces el ser oscuro se lo llevó a la zona sin luces. Cuando desapareció Miguel de mis ojos sentí la empatía ausente en mi hacía mucho tiempo. Escuché entonces por primera vez su voz la cual comenzó y acabó con un grito. Me trajeron un rato después la comida. Un plato de carne casi cruda junto a la identificación de Miguel. Mi tarea aún es seguir alimentándome de los cuerpos de aquellos que son puestos en la celda. Beber agua de un grifo mohoso. Poner el carnet de aquel que muere dentro de una caja de cartón. Lo único que aún no comprendo es porque había una caja sellada junto a la mía. Ya he llenado tres ataúdes con almas. Si tan solo no hubieran corrido se habrían salvado. Si tan solo me hubieran dejado hablarles. En ese caso, no se que habríamos comido.

Y Fin. Voy a ver si busco otra que tengo varias cada una menos entendible y más turbia 🙂
 
LA MUERTE ME ESTA ESPERANDO


Volví a casa, desesperada, llorando sin poder contenerme. La rabia, la desesperación, el engaño, la decepción, todos esos sentimientos se mezclaban en mí con alarmante velocidad mientras brotaba de lo más hondo de mi ser un grito desgarrador de dolor. Ese día terminó todo para mí.

Ian se fue, y desde entonces una nueva personalidad brotó en mí, que no deja salir al exterior a esa otra tímida y preocupada niña que fui antes de conocerle. Este oscuro ser, ha sido creado por el propio odio, el mismo que ahora derrama esas lágrimas que caen por el rostro de mi male'fica, desesperada y ahora oscura alma.

Voy subiendo por la escalera del edificio donde vivo, Trafalgar 7. La pintura de las paredes se pela desde hace años. Me quedo quieta durante algunos minutos, arrancando más trozos con la mano y haciendo un boquete cada vez mayor. A mis pies quedan restos de pintura y un fino polvo blanco que tapiza el suelo. Despue's continuo subiendo, maldita casa, son muchos pisos y no hay ascensor. Al llegar al segundo piso miro el fluorescente. Apagado y muerto. ¿Por que' nadie se molesta en cambiarlo? ¿Los habitantes de ese piso no se podrían gastar unos ce'ntimos para comprar otra luz polvorienta y insuficiente? Ahora mismo no deseo la oscuridad. Necesito que algo me ilumine. El sol no volverá a tocarme nunca. En estas últimas horas solo vere' luz artificial.

Llego a mi piso, abro la puerta y entro. Dejo la mochila en el suelo, entro en el baño y empiezo a desnudarme, dejando la ropa en el bide'. Sin nada encima me meto en la pequeña bañera, porque he tomado una decisión. En la noche tenue y oscura, como no hay otra opción, pienso desgarrar mi vida, esa es mi solución. Tengo dos cuchillas afiladas, son un arma mortal, pero esta sangre que corre por mis venas no es fácil de derramar. ¿Tengo yo derecho a desaprovecharla así?

Terror ante lo desconocido. Miedo a lo ya pasado. Estoy en un túnel en el que sólo hay oscuridad. Avance o retroceda, el resultado no será muy diferente. Si vuelvo atrás, a mi existencia desgraciada, no encontrare' la luz al final del túnel, si no una pared contra la cual me dare' golpes hasta desfallecer. Si sigo adelante, corro el riesgo de acabar en un infierno de llamas ardientes, peor del que intento dejar atrás. La elección está en mis manos, que sostienen las cuchillas con renovado intere's. Unas cuchillas que desean hundirse en mi carne para verme desfallecer en medio de un charco de sangre. Esas cuchillas gritan, pidiendo ser usadas con prontitud, el diablo las izo para cumplir esta noble misión. Mi parte razonable suplica con desespero para que no les haga caso, pero la muerte me esta esperando, como un guante sin mano dentro espera ser llenado.

Y, aunque sea inútil, en mis últimos momentos antes de cumplir la promesa de acabar con mi vida, elevo una oración a Dios, rogándole que me acoja en su reino, pues temo ser devorada por el fuego por el que han pasado tantos pecadores. Pidie'ndole que mi muerte no entristezca mucho a aquellos que me aman (si es que los hay). Suplicándole que no me permita arrepentirme de mi decisión cuando no haya vuelta atrás. Y, sobre todo, rogándole que cuando yo me haya ido, Ian se sienta mal por ser la causa de mi suicidio.

El momento está cada vez más cerca. Oigo a La Flaca respirando ansiosa sobre mi hombro, esperando con una impaciencia creciente el instante de llevarme con ella. Puedo incluso ver su silueta oscura, con la guadaña en alto. El frío que desprende su presencia me incita a actuar con silenciosa rapidez. Las dos sabemos que mi madrastra llegará a casa en cualquier momento, y ella podría impedir que me regodeara en el dolor que precede a la paz más temida y esperada de todos los humanos.

No puedo prosternar más este momento. Las cuchillas tiemblan en mi mano, tengo por primera vez un asomo de vacilación. Intentando no pensar en lo que hago, tomo aliento, aprieto los dientes y presiono una cuchilla contra la piel de mi muñeca izquierda. Del corte empieza a salir sangre de color granate. Ya está hecho, ya no hay vuelta atrás, se acabó el sufrimiento, ahora miro hacia delante con esperanza. La sangre (¡mi sangre!) mana en abundancia de mi muñeca, y yo la contemplo, extasiada con el baile, cada vez más rápido, que hace al bajar por el brazo.

Se disparan varias voces en mi cabeza:

¿Que' he hecho? ¡Tengo que parar la hemorragia, me desangro!

Tranquila, no pasa nada.

¡Voy a morir!

Todo está bajo control, no debes preocuparte, ya estaba previsto.

Me duele... No quiero seguir... ¡Que alguien me ayude!

Sabes que ya es demasiado tarde.

Una parte de mí, aterrorizada, lanza mi mano hacia la herida roja de la que mana abundantemente el líquido más preciado que posee cada mujer, cada hombre, cada infante, cada anciano. Mi parte decidida (y menos razonable) baja la extremidad salvadora que intentaba hacer fracasar mi propósito.

Siento mi mente cada vez más nublada, mis fuerzas cada vez más minadas, mi cuerpo cada vez más de'bil, mi resistencia a la muerte cada vez más ligera. Poco a poco, la oscuridad se va adueñando de mis llorosos ojos, que cansados de ver la crueldad de este mundo se van apagando lentamente. Como una moribunda vela, mi luz va desapareciendo, confundie'ndose con el negro vacío del universo humano. Entonces, con apenas un leve movimiento, mi alma se desprende de mi pálido cuerpo físico y emprende el cavernoso camino que a todos nos toca recorrer tarde o temprano. Andando lentamente, desaparece de mi lejana mente cualquier otro pensamiento que el de seguir adelante sin detenerme, avanzando con sigilo para encontrar el extraño destino que desconoce hasta el más viejo de los sabios.
 
* El Pozo De Las Cadenas*

En el pueblo de Tecate, ubicado al final de la Rumorosa, se cuenta que en tiempos de la Revolución Mexicana, alrededor de 1910, vivía un matrimonio de personas muy pacíficas y trabajadoras. Eran una pareja sin hijos. El señor se encargaba del cultivo de las tierras y su esposa se encargaba del cuidado de la casa.

En aquella época no había mucha gente en los alrededores y los caminos eran simples brechas secas marcadas sobre el árido paisaje, vetas polvorientas por las que a veces pasaban los caballos levantando polvaredas con su andar.

Un día aparecieron unos hombres que llevaban varias horas caminando bajo el sol ardiente. Extenuados y sedientos de tanto andar bajo el calor, vieron que el señor que trabajaba en sus cultivos era la única persona que tenían cerca y, en consecuencia, se le acercaron.


— ¡buenas tardes! —saludaron.

— ¡buenas tardes! —Respondió el señor, dejando su labor y ventilándose con el sombrero—. ¿Cómo así por acá? Muy poca gente viene por aquí.

—El deseo de encontrar buena fortuna nos trae —respondió uno de los hombres.

—Vamos a Tijuana, acabamos de cruzar la Rumorosa —dijo el otro.

—Pues aún les queda mucho camino, Tijuana está bien lejos.

—Sí, y eso que con lo que hemos andado ya nos morimos de sed, ¿no tendrá un poco de agua que nos regale? —preguntó uno de los extraños.

— ¡Chingallos, me acabo de tomar el último trago! Pero ándale, no se preocupen que mi casa está cerca y tengo un pozo. A menos que tengan prisa. —respondió el campesino

— ¿Prisa? Prisa pero por beber agua, compadre —dijo uno de los hombres y luego todos siguieron al señor para saciar su sed.

El hombre, que casi nunca veía a alguien pasar por el lugar, se emocionaba cada vez que venían visitantes e intentaba aprovechar la ocasión para enterarse de chismes y noticias. Se apresuró entonces por levantar sus aparejos y luego condujo a los hombres hasta su casa. Allí su esposa los recibió y ellos la saludaron quitándose el sombrero.

Una vez hubieron entrado, los hombres bebieron toda el agua que pudieron, comieron como náufragos y conversaron larga y amenamente. Entretanto, la tarde ya estaba por irse y el atardecer, en su avance, iba incendiando el cielo para después dar paso a los coyotes con sus aullidos de veneración ante el ascenso de la Luna. Los hombres sin embargo no dieron muestras de marcharse, de hecho se veía que querían prolongar las conversaciones con el ánimo de quedarse. Viendo eso, el hombre y su esposa les hicieron un catre con ramas de paja para que puedan dormir.

Pasadas las horas un grito rasgó el silencio de la madrugada, un grito que a lo lejos retumbaba como delatando la proximidad de la muerte en las inmediaciones…

Nadie supo nunca qué ocurrió. Se cuenta no obstante que los extraños pertenecían a una banda de sangrientos delincuentes, de hombres deshumanizados que disfrutaban con el sufrimiento de todas aquellas víctimas que les oponían un mínimo de resistencia. Cuentan pues que intentaron robarle y que el hombre intentó presentar resistencia, quizá más de la cuenta porque la crueldad con que lo liquidaron aún se recuerda entre los habitantes de la zona: lo amarraron con cadenas, le quitaron los ojos, lo echaron al pozo y luego arrojaron piedras al pozo para cubrir su cuerpo ahogado. De su esposa y de los asaltantes nunca se supo nada.

Tal es al menos la versión que se tiene sobre su muerte, versión de la que muchos no dudan, sobre todo quienes cuentan que hay noches en que cerca del pozo se oyen ruidos de cadenas, gemidos de llanto e incluso escalofriantes alaridos de desesperación. Dicen que pena en busca de su esposa desaparecida y de los malditos que la asesinaron, dicen que por las mañanas se pueden ver con claridad las huellas de sus pies encadenados, que a veces se escucha como si lanzaran piedras al agua del pozo a pesar de que no hay nadie cerca que las lance…Incluso, hay quienes aseguran que, cuando han pasado cerca del pozo en la madrugada, han escuchado burbujas, tal y como si alguien o algo en el interior del agua las estuviera produciendo. Los pocos que se han atrevido a mirar cuentan haber visto un rostro grande, de un espectral azul blanquecino, gritando con los ojos inundados de angustia; y ascendiendo, ascendiendo como para querer contactar con el asustado visitante…

El puente del Diablo

El Pont del Diable en realidad no es un puente, sino un acueducto. Llevaba el agua hasta la capital de la provincia Tarraconense: Iulia Urbs Triumphalis Tarraco.

Pero si hacemos caso a la leyenda…

Hace mucho tiempo, vivía una pareja de ancianos en el bosque. Tenían que cruzar un río en el camino de su casa al pueblo. Cada día pasaban por el puente sobre el río, con su burro cargado de las cosas que vendían después en el pueblo y volvían por otras. Era un puente de madera viejo, pero cada vez que lo atravesaban, los viejos se decían el uno al otro que tenían suerte de contar con aquel paso, pues la corriente del río era muy fuerte y el camino para rodear el río muy largo para un día. Pero un otoño lluvioso produjo una corriente muy fuerte que se llevó el puente, y los ancianos se encontraron con que no podían pasar.

—Qué tremendo desatino —dijo el viejo—. Hoy no podremos pasar, y yo soy muy viejo para construir un puente con mis manos.

—Qué contrariedad —dijo la vieja—, pasarán días antes de que se den cuenta de que no vamos al pueblo, y más días aún tardarán en reconstruir el puente.

Se lamentaban los ancianos de su mala suerte cuando apareció un hombre extraño en su lado del río.

—Saludos venerable pareja, os veo muy perturbados —dijo el hombre.

El anciano inmediatamente explicó el problema que tenían con el desaparecido puente.

—Yo me comprometo a construir un puente en una noche, que además no será de madera como el anterior, será de piedra, para que ninguna riada se lo lleve.

Enseguida desconfiaron del hombre.

—¿Qué hacemos? —preguntó él a ella por lo bajo.

—Está claro que no es posible hacer un puente en una noche, si no es con trucos o con magia. Pregúntale cuál es el pago que pide, cuáles son las condiciones.

Eso hizo el anciano, a lo que el misterioso hombre contestó que la única condición, el único pago que exigía, era que le fuese concedida el alma del primer ser vivo que atravesase el puente. Quedaba claro que era el mismísimo Diablo el que ante ellos estaba. La vieja meditó un poco, y luego aceptó.

Al día siguiente cuando los viejos llegaron al río, el puente estaba construido. Era de piedra, con doble arcada sobre el río. El Diablo había cumplido, construyéndolo en una noche, y esperaba al otro lado para recibir su pago.

—¡Mujer!, ¿qué vamos a hacer ahora? —preguntó el marido.

Entonces la mujer cogió la vara y arreó al burro, que pasó delante de ella; el primero por el puente. El Diablo, engañado, tuvo que conformarse con llevarse el alma del desdichado animal como pago por su trabajo.


*El silbón *

Cuenta la leyenda que El Silbón recorre la región llanera con un silbido que estremece al ser escuchado. Confunde, pues cuando se escucha cerca es porque está lejos, y viceversa.
La señal confirmatoria de que el espíritu ronda el vecindario es un característico ruido de huesos que chocan unos con otros.
Se cree que los lleva en un saco, al hombro. Unos piensan que son los huesos de sus víctimas más recientes; otros, que pertenecen a su propio padre.
Para cuando se alcanza a oír el "craccrac", sin embargo, tal vez es demasiado tarde.
Cuentan que hubo una vez un joven que descubrió que algo extraño estaba pasando entre su padre y su esposa.
Unos dicen que el viejo le pegó a la joven. Otros sostienen que la violó.
"Lo hice porque es una regalada", fue la explicación que el viejo dio a su hijo.
La leyenda sigue con que el joven estalló en furia, y se enfrascó en una pelea a muerte con su padre.
De los dos, el padre llevó la peor parte. El joven le asestó un fuerte golpe en la cabeza con un palo, que lo tumbó en el suelo, donde el hijo se le abalanzó y lo ahorcó.
El abuelo del joven, que escuchó de la pelea, fue en busca de la víctima, a todos los efectos, su hijo. El abuelo juró castigar al joven, su propia carne y sangre, por el horrendo crimen que había cometido... contra su propia carne y sangre.
Poco tardó en encontrarlo. Entonces lo amarró y le propinó una andanada de latigazos con un "mandador de pescuezo", típico del llano.
"Eso no se le hace a su padre...Maldito eres, pa´ toa´ la vida", le decía.
Para completar la sanción, le frotó ají picante en las heridas y echó al perro de nombre Turéco para que lo persiguiera. Hasta el fin de los tiempos le muerde los talones.
Versión 1 del Silbón
Hay otra versión sobre los orígenes de El Silbón, pero no es más "amable".
El Silbón era un joven consentido, a quien un día se le antojó comer "asadura" de venado (el hígado, el corazón y el bofe del animal).
Para complacerlo, su padre fue de cacería. Pero la jornada estuvo mala. Como se tardaba, el joven salió a buscarlo. Cuando lo halló con las manos vacías, decidió matarlo y sacarle la "asadura".
El abuelo juró castigar al joven, crimen que había cometido.
El hijo entregó las entrañas a su madre para que se las cocinara. Como no se ablandaban, la señora sospechó y avisó al abuelo.
El látigo, el ají y el perro entran a escena igualmente en esta historia. Son las armas con las que el llanero se defiende de El Silbón, pues huye de ellas como de la peste.
Se cree que le succiona el ombligo a los borrachos. Y que para con los mujeriegos, no tiene piedad: que cuando tropieza con uno, lo vuelve pedacitos y le saca los huesos.

Hay tienen para mas esperen a mañana ...
 
Bueno otras aquí ...algunas un poco largas pero interesantes ..


La Picadura
Andrea y Juan disfrutaban de una maravillosa luna de miel en las paradisiacas playas de Vietnam. Estaban alojados en un complejo turístico de lo más exclusivo: con playas de arena blanca, aguas cristalinas y a pocos metros de la jungla. Era uno de los pocos lujos que se habían podido permitir al celebrar su boda pues en estos tiempos de crisis, más que nunca, había que tratar de ahorrar o los gastos de la boda se podían disparar. Pero los padres de ella habían insistido y asumido más de la mitad del precio del viaje, por lo que Juan y Andrea se aventuraron a cumplir su sueño de viajar a Asia y disfrutar de las que serían las mejores vacaciones de su vida.
Los días transcurrían a toda velocidad, como suele suceder siempre que uno se divierte, y no podían haber imaginado un destino mejor, vivían a cuerpo de rey sin tener que pagar nada. La “pulserita” que habían contratado con el pack de alojamiento les daba derecho a comer, beber y entrar en todos las discotecas totalmente gratis. Era un sueño hecho realidad del que dentro de poco tendrían que despertar para volver a su monótona rutina de trabajo en la ciudad.

Cuando quedaban sólo dos días para tener que regresar, se hicieron amigos de un guía local que les prometió llevarles a una cascada que pocos turistas llegaban a conocer. El viaje no era muy largo pero debían adentrarse en la jungla a pie, una caminata de unos veinte minutos cruzando la frondosa selva. La mañana siguiente salieron junto al guía que con un machete en la mano iba abriendo camino entre lianas, hojas del tamaño de un paraguas y la vegetación más exótica y espectacular que los recién casados habían visto nunca.

Pero no todo era idílico, los mosquitos eran realmente insistentes e incluso con el cuerpo “bañado” en repelente siempre había alguno lo suficientemente voraz como para atreverse a picarles. El guía les ofreció un ungüento local que a todas luces fue mucho más efectivo que el repelente que habían comprado en la farmacia, olía a rayos pero ni un solo insecto les molestó desde que lo usaron.

Al llegar a la cascada Andrea y Juan se quedaron con la boca abierta por la belleza del lugar, una pequeña laguna con el agua más limpia que habían visto era adornada por una caída de agua de unos cuatro metros de altura. El canto de los pájaros, la selva rodeándoles en todas direcciones y un cielo con el azul más intenso que podían imaginar… era lo más parecido al paraíso que habían conocido.

El guía les dijo que regresaría en un par de horas, les aconsejó que no se alejaran del lugar, pues la selva podía ser muy peligrosa y era muy fácil perderse. No quería molestarles en su último día, mucho menos cuando estaban recién casados y, la verdad, es que ellos también preferían estar solos. Situaron sus toallas y bolsas al lado de la laguna y comenzaron a juguetear en el agua, nadaban, se reían y se besaban sabiendo que probablemente sería la última vez que estuvieran en un lugar como ese.

Media hora después, cansados de tanto juego decidieron comer y descansar sobre la toalla y, casi sin darse cuenta, Andrea se quedó medio dormida, pero un fuerte pinchazo en el cuello la despertó de su sueño… De un manotazo apartó un bicho negro que rápidamente se metió entre la vegetación sin que la mujer tuviera tiempo de ver qué era.

Juan le examinó el cuello y vio una pequeña marca que había enrojecido la zona. Extendió nuevamente el ungüento que les había dado su guía sobre el cuerpo de su mujer y pensó que había sido un descuido no volverse a proteger de los insectos después de bañarse. No le dieron más importancia al tema porque la picadura no molestaba demasiado y en pocos minutos llegó el guía a recogerles. Les enseñó un par de lugares más por las inmediaciones y les acompañó al hotel donde por desgracia tuvieron que comenzar a preparar las maletas.

Al día siguiente y con mucha tristeza tuvieron que embarcarse de nuevo a casa, un viaje en avión tan largo y pesado que a mitad del vuelo ya se habían acabado de leer las revistas que habían comprado. Por suerte consiguieron dormir unas cuantas horas y el tiempo pasó un poco más rápido.

En el aeropuerto esperaban las familias de ambos y todos fueron a comer a la casa de los recién casados, donde entre risas y bromas contaban las anécdotas que les habían sucedido y enseñaban fotos y vídeos de su luna de miel.

Andrea sentía un leve picor en el lugar de la picadura, pero no fue hasta una semana después que comenzó a hincharse y se puso de un rojo casi carmesí. El picor se había convertido en dolor y casi no podía ni tocar la zona, sentía fuertes punzadas cuando la trataba de apretar.

Sin dudarlo Juan llevó a su mujer al médico, quien les dijo que parecía que Andrea tenía una fuerte infección en la zona. Avisó a una enfermera para que le trajera su material quirúrgico y les explicó que sería preciso practicar una incisión para dejar que brotara el pus y por supuesto comenzar con curas en la zona, además debería tomar un antibiótico al menos durante siete días.

Andrea era muy miedosa y la idea de que la cortara en el cuello con un bisturí le daba auténtico pavor, pero una frase del médico la paralizó de inmediato: “si no te estás quieta, corres el riesgo de que te corte en la yugular”. Inmóvil por el miedo, sintió como el doctor comenzaba a abrir la zona. Pero algo imprevisto sucedió… el doctor pegó un salto hacia atrás al realizar el corte y en sus ojos se pudo ver auténtico terror.

Andrea sentía como la sangre se deslizaba por su cuello, pero había algo más, podía notar algo que parecía subirle hacia la boca ¿Cómo era posible que la sangre subiera y se extendiera por todo su cuello y hacia su nuca? ¿Por qué el médico se mantenía a distancia?

Segundos después la enfermera entró de nuevo en la sala, había salido a petición del doctor para traer más gasas, al mirar el cuello de Andrea comenzó a gritar desesperada y salió de la habitación pegando un fuerte portazo

En un movimiento reflejo se llevó la mano al cuello y pudo notar como lo que ella pensaba que era sangre le comenzaba a trepar sobre sus dedos. Al mirar su mano se bloqueó del miedo antes de desmayarse del susto ¡Decenas de pequeñas arañas manchadas de sangre y pus se movían desesperadas entre sus dedos y muchas más trataban de escapar por el agujero recién abierto en su cuello!-


Vestido de boda de Anna Baker
Anna Baker fue la hija de un rico trabajador del hierro. Ella se enamoró de un trabajador del acero pobre, pero antes de que los dos pudieran casarse, sus padres interfirieron porque el hombre era de una clase inferior.

Anna nunca llegó a ponerse ese vestido extravagante. Ahora, algunos afirman haber visto el vestido moviéndose por sí mismo, a pesar de que permanece en una caja sellada.-



** Parque Fe**
Aquel parque era un pulmón verde para un distrito mayoritariamente lleno de fábricas y comercio mayorista, con poca presencia de casas y departamentos habitados por gente muy humilde. De día era un escape para las personas que practicaban algún modesto deporte, también para las familias que buscaban un momento de paz con sus seres queridos, o parejas de novios y amantes cuyas manifestaciones amorosas pululaban en diferentes zonas del parque. Pero de noche era un asunto completamente diferente; grupos de personas ingresaban al parque, ya cerrado, para beber alcohol, consumir drogas, e incluso consumar actos carnales. Todo esto, bajo el amparo del manto de oscuridad que cubría las áreas verdes. Entraban a diferentes horas a lo largo de la noche, por un agujero en la malla de gallinero que se encontraba en cierta parte del perímetro, haciendo así un quite a la vigía del anciano guardia que custodiaba de noche la única entrada autorizada del parque. Pero había una zona del parque que nadie muy pocos se atrevían a visitar en penumbra, era un pequeño cerro de no más de setenta metros de altura y en cuya cima se encontraba un mirador al que se podía ascender por un camino de tierra bien delimitado. La razón era que se tejían aterradoras historias acerca de lo que ocurría de noche en aquel cerro, las historias iban desde sonidos de llantos de bebés hasta apariciones espectrales y susurros de estos mismos. Estas historias nacían de leyendas urbanas narradas por las personas que habitaban el sector, ya que durante los tiempos de la dictadura, aquel parque era un vertedero y se decía que ahí se desechaban los cuerpos de algunos de los detenidos desaparecidos asesinados por el régimen imperante en el país, para ser procesados o incinerados junto con toneladas de basura.

Un grupo de tres amigos ingresan al parque una noche para disfrutar de unas cervezas compradas a un vAlfredor sin escrúpulos, ya que ellos eran menores de edad, ninguno superaba los dieciséis años. Era la primera vez que entraban al parque de noche, estaba de moda, y era perfecto para evitar la presencia policial que se paseaba por las plazas del sector confiscando bebidas alcohólicas. Estos tres amigos conocían bien las historias que rondaban aquel cerro, pero en la imprudencia de la juventud y quizás para presumir luego la historia de su valentía decidieron subir aquel camino de tierra hasta el mirador.

Ya en la cima dieron rienda suelta a saciar su sed de alcohol, entre conversas y bromas fueron pasando las horas sin alguna novedad más que el sonido de grillos y las risas del grupo. Todo cambió cuando uno de los efectos secundarios del alcohol se apoderó de la vejiga de uno de los chicos, y decidió éste, buscar algún lugar con más privacidad para poder orinar. Encontró entonces un árbol cerca del camino de tierra que terminaba al llegar al mirador, comenzó entonces a “regar” el tronco, cuando de pronto un sonido sollozante proveniente de la copa del árbol lo puso en alerta, y cortando su inspiración dirigió la mirada al lugar de donde provenía aquel lamento, sin poder ver algo en especial aparto prontamente la vista. El leve llanto se detuvo, y el muchacho, más asustado que con ganas de orinar subió su bragueta y a paso firme pero apresurado se dirigió a la zona del mirador dónde se encontraban sus amigos. Pero al llegar allí no los vio por ninguna parte. Quedó pasmado por un par de segundos; un escalofrío recorrió desde su cuello hasta la espalda baja, sacudió sus hombros para eliminar aquella sensación. Intentó conservar la calma y convencerse de que era una típica broma de sus amigos, teoría que halló su fin cuando en el suelo, cerca de donde se encontraban compartiendo hace unos momentos, estaba una de las botellas de cerveza rota con el líquido esparcido en el suelo. El muchacho se acercó a la botella para recogerla, en ese momento se dio cuenta al levantarla y tocando sin querer el líquido esparcido, que estaba caliente. Metió dos de sus dedos en una de las mitades de la botella para analizarlo, era espeso e intentando focalizar la vista en la oscuridad notó lo que le pareció ser sangre. Nada de todo el líquido que se encontraba en el piso o en la botella tenía olor a cerveza, todo era aquella sustancia roja y espesa. Entró este joven en pánico, soltó la botella y se dirigió rápidamente al camino de tierra para alejarse lo más posible de esa zona. No sabe si fue por el pavor del momento o si en verdad era así, pero mientras bajaba por el camino escucho llantos y susurros amenazadores de los que poco podía distinguir que decían, y un viento helado y gélido parecía barrerle los pies como expulsándolo del cerro. El sudor frio comenzaba a bajar por su frente mientras corría, los llantos, los susurros y el viento comenzaban a hacerse más fuertes. Ya faltaba un cuarto de camino cuando tropieza y golpea su cabeza contra una roca que delimitaba el camino.

Pasó la noche, y el muchacho es despertado por el viejo guardia nocturno del parque, lo hace volver en sí y luego recibe un regaño de éste. Una vez recobrado el conocimiento en su plenitud el chico pregunta por sus amigos entregándole sus descripciones al guardia, él le comenta que se encontraban en el puesto de vigilancia esperando una ambulancia junto a su compañero del otro turno, no estaban mal heridos, pero habían rodado un poco por las faldas del cerro magullándose en la caída. Aliviado, el joven acompaña al guardia hasta el puesto, ahí los encontró, pensó en preguntarles que les pasó pero recordó lo que había vivido en la noche y sin decirles una palabra los miró y vio en sus ojos, algo perdidos, que para los tres las palabras sobraban acerca de lo que pasó durante la noche. Se mantuvieron en silencio mientras esperaban a la ambulancia que los llevó al servicio de atención médica en donde luego fueron recogidos por sus padres.

Transcurrieron dos semanas y no habían vuelto a verse o hablar desde ese día. Uno de los muchachos que rodó por las faldas del cerro se suicidó a la tercera semana, sin dejar una carta o explicación alguna de su acto. Los otros dos se encontraron en el funeral de su amigo, no se hablaron salvo para decirse <<Hola>> y preguntar sólo por cortesía cómo se encontraban. Con el tiempo perdieron el contacto y no supieron más el uno del otro. Para el muchacho que se encontró con la desaparición de sus amigos aquella noche y con la botella de cerveza con aquel liquido rojo, siempre fue un misterio dónde quedó aquella evidencia de lo sucedido, ya que no encontraron dicha botella. Se consuela al saber que aquel parque ya no existe, vio su fin cuando el terreno fue adquirido para la construcción de una fábrica de acero que ahora se encuentra abandonada, el metal que se producía allí se corroía y oxidaba al parecer un líquido rojo que le brotaba por las noches del metal y las paredes, sólo se llegó a la conclusión de que era producto de factores ambientales ya que su composición resultó desconocida pero mostraba altos niveles de hierro.
 
El Tunel De Los Gritos

Cerca de las Cataratas del Niagara hay un pequeño túnel que tiempo atrás servía como paso peatonal entre las granjas que había en la zona. Es un estrecho y oscuro paso bajo la vía del tren que une Toronto y Nueva York, en el que habitualmente la niebla impide ver más allá de tu propia mano. En este túnel ocurrió un escalofriante crimen que dejó maldito el lugar y son cientos las personas que aseguran haber sentido una presencia cuando lo han atravesado. Esta es su leyenda…

Hace más de un siglo había algunas casas cerca de los alrededores del túnel. En una de ellas había una familia rota por el alcoholismo del padre, un hombre violento que descargaba toda la furia que sentía por su miserable vida golpeando a su mujer y su única hija cada vez que se emborrachaba. La mujer trataba de soportar las palizas y evitar que golpeara a su hija, poniéndose como escudo y diciéndose a si misma que su marido volvería a ser quien fue cuando se conocieron. Pero la situación no mejoraba y, temiendo por la vida de su pequeña, se armó de valor y decidió pedirle el divorcio.

El hombre al escuchar a su mujer que abandonaba la casa con la niña, se enfureció tanto que la amenazó con prenderle fuego a toda la casa con ellas dentro si trataban de salir de allí.La mujer al ver como el hombre agitaba una lámpara de aceite y la acercaba peligrosamente a las cortinas, decidió plantarle cara por primera vez en su vida y le comenzó a empujar mientras le gritaba fuertemente.

La reacción del hombre no se hizo esperar, lanzó la lámpara contra uno de los muebles, que de inmediato comenzó a consumirse, llegando las llamas hasta el techo de madera en cuestión de segundos. Se giró hacia su esposa y la derribó de un puñetazo, pero no contento con ello la continuó golpeando y pateando aunque ella estaba inconsciente en el suelo. La niña, al ver la escena, escapó presa del pánico, corriendo tan rápido como podía con la intención de llegar hasta la casa de sus vecinos que se encontraban al otro lado del túnel. Mientras corría, sólo se giró un segundo para ver como toda la casa comenzaba a arder mientras su madre aún estaba dentro y su padre salía con paso lento pero seguro con una lámpara de aceite apagada en la mano.

Pero su huida no tuvo éxito; ya que, cuando se encontraba a mitad del oscuro túnel, la niebla le impidió ver una piedra, con la que tropezó y cayó de bruces en el encharcado y frío suelo. Sentía un gran dolor en su tobillo y, por más que trataba de levantarse, el dolor la vencía y caía nuevamente. Ese lapso de tiempo fue aprovechado por su padre para alcanzarla.

La niña quedó paralizada por el miedo cuando observó como su enloquecido padre se acercó a ella y vertió lentamente todo el aceite sobre su diminuto cuerpecito. Entonces sólo un sonido más se escuchó en el túnel: el de una cerilla encendiéndose justo antes de que el padre la arrojara sobre la niña y la prendiera en llamas.

Los gritos de dolor de la niña fueron tan desgarradores que quedaron impresos por la eternidad entre las paredes de este túnel, que desde entonces se llama localmente “El Túnel de los Gritos” (Screaming Tunnel en inglés). El destino del padre nunca quedó claro, unos afirman que regresó a la casa ardiendo y entró nuevamente para arder en las mismas llamas que él había provocado, otros que desapareció y nunca fue detenido.

Lo que sí que es cierto, es que son pocos los valientes que se atreven a acercarse al Túnel de los Gritos de noche, pues cualquiera que entra puede sentir que hay algo negativo en su interior y una presencia les vigila. Se dice además que, si enciendes una cerilla en la mitad del túnel (el lugar donde ardió la niña), se puede escuchar un grito desgarrador y sentirás como una brisa apagará inmediatamente la llama, como si alguien hubiese soplado para que regrese la oscuridad a sus paredes…

NOTA: Esta es una versión de una de las leyendas más famosas de Estados Unidos y Cánada, existen dos variantes más. En una de ellas la niña, escapando del incendio, corrió con sus ropas en llamas hasta el túnel donde finalmente se consumió en el fuego gritando y retorciéndose de dolor. En la otra la niña fue violada en el interior del paso subterráneo y, para evitar que pudiera declarar en contra de sus violadores, éstos la prendieron fuego.

Lo cierto es que en ese lugar hay algo negativo y tenebroso ya que incluso los más escépticos afirman sentir algo vigilándolos mientras cruzan entre sus paredes bajo las vías del tren. Hoy por hoy se ha convertido en uno de los destinos turísticos obligados cuando uno va a visitar las Cataratas del Niagara, ya que su fama se catapultó aún más cuando el túnel se usó como escenario para la película “La Zona Muerta” (1983), basada en un relato de Stephen King.-


** El Amigo Imaginario**
Casandra era una tímida niña de seis años que prefería la compañía de sus muñecas a relacionarse con otros niños. Por este motivo no le resultó muy duro cambiar de casa y dejar atrás su antiguo barrio y colegio cuando sus padres decidieron mudarse.

Sus padres estaban preocupados por el cambio, pero sabían que con el tiempo acabaría disfrutando de su nuevo hogar. Una vieja mansión que tenía un gran jardín, con un columpio, un tobogán e incluso una pequeña casita de madera en el árbol.

La niña se acostumbró enseguida a su nuevo hogar. Pero tener tanto espacio para jugar la volvió incluso más retraída y solitaria. Casandra solía subir con sus muñecas a la casa del árbol y pasaba allí varias horas hablando sola, según ella con su amiga Ana. Los padres no le dieron mucha importancia pues sabían que a esa edad eran comunes los amigos imaginarios. Las vacaciones de verano pronto acabarían y con el nuevo curso escolar haría nuevos amigos en clase.

Los días pasaban y el comportamiento de la niña cada día era más extraño, casi no hablaba con sus padres y aprovechaba cualquier momento para “refugiarse” en su casita del árbol. Los padres podían escucharla hablar durante horas con su amiga Ana. Pero lo que más les preocupaba era que cada vez conciliaba peor el sueño, hablaba dormida y parecía sufrir pesadillas pues era habitual que entonara frases como “tengo frío”, “no puedo ver” o “ayúdame”. Una noche la madre sintió pasos en el pasillo, asustada avisó a su marido, quien salió a ver y se encontró a Casandra caminando sin rumbo, la niña parecía sonámbula y, cuando su padre la llamó, se despertó totalmente aturdida y sin saber qué hacía de pie fuera de su habitación.

Cada vez las incursiones nocturnas de Casandra eran más atrevidas y se alejaba más de su cuarto. Sus padres tenían miedo de que la niña saliera a la calle, sola y por la noche. Así que decidieron llevarla a una clínica del sueño en la que podrían “monitorear” sus hábitos de sueño para tratar su sonambulismo. Pero tras pasar dos noches no se detectó nada extraño, de hecho en ambas ocasiones Casandra durmió plácidamente toda la noche. El psicólogo tampoco ayudó mucho, únicamente les confirmó lo que ellos ya sabían, que tenía una amiga imaginaria que se llamaba Ana y que tenía su misma edad. El psicólogo le restó importancia al hecho y les dijo que era relativamente frecuente , y más teniendo en cuenta que la niña prácticamente no tenía amistades. Les recomendó que pasaran más tiempo con ella y que trataran de relacionarla con más niños de su edad para que Casandra fuera, poco a poco, olvidando a Ana y centrándose en sus amistades reales.

Los padres siguieron al pie de la letra las indicaciones del psicólogo, pasaban cada vez más tiempo con ella y la dejaban poco tiempo libre para que fuera a “charlar” con Ana en su casa del árbol. Pero eso no hizo más que empeorar su ataque de sonambulismo, parecía como si el tiempo que ya no pasaba con su amiga imaginaria por el día lo compensara por la noche. Sus sueños parecían cada vez más vívidos y en un par de ocasiones el padre la encontró a punto de salir al jardín. La niña cada vez parecía más agotada y con el cansancio acumulado era como si cada noche perdiera más el control y pasara más tiempo sonámbula.

Una noche el padre sintió como alguien bajaba la escalera, al ver a su hija en la puerta de casa un frío le recorrió la espalda. Al contrario que en otras ocasiones, cuando llamó a Casandra la niña pareció ignorarle y solamente le dedicó una mirada fugaz antes de abrir la puerta y salir al jardín. Los ojos de su hija parecían otros, era como si no la reconociera. Asustado, bajó las escaleras y salió corriendo detrás de ella mientras la niña avanzaba en dirección a la casita del árbol; cuando estaba a pocos metros del lugar, la niña se agachó mientras balbuceaba algo que su padre no podía entender.

Casandra comenzó a escavar el suelo con sus manos, su padre al llegar a su lado la escuchó decir “tengo que salir”, “aquí hace mucho frío”. Su padre la abrazó y sintió que su hija estaba congelada, era como si no respondiera y luchaba por seguir cavando, sus pequeños dedos estaban ensangrentados por arañar la tierra y golpearse con las piedras que había en el suelo. Se había roto un par de uñas y aún así parecía no despertarse. El padre no sabía qué hacer mientras la niña pataleaba y le pedía que la soltara y la dejara continuar.

De repente, como si se le encendiera una luz en la cabeza, el padre dejó de llamarla por su nombre y la llamó “Ana”, en ese momento la niña se giró y dejó de luchar mientras se le quedó mirando.

– Ana, ¿eres tú?. – dijo el padre.

La niña le miró fijamente con unos ojitos que imploraban que la ayudasen, un par de segundos después se desmayó, al instante abrió nuevamente los ojos y esta vez Casandra con su propio cuerpo miró asustada en todas direcciones como intentando comprender dónde estaba y por qué le dolían tanto las manos. Su padre la llevó dentro de casa, donde su madre se quedó limpiando sus heridas, el daño no era tanto como parecía en la oscuridad de la noche, pero el padre sabía que tenía un asunto pendiente en el jardín, así que mientras su hija se reponía con su mujer, bajó con una linterna y una pala.

Al llegar al mismo lugar donde Casandra había escavado, volvió a sentir un escalofrío. Pero no era momento de tener miedo, empezaba a intuir el motivo por el que su hija no podía descansar por las noches y quería acabar de una vez por todas con el problema. Clavó una y otras vez la pala, hasta que pudo ver algo que le llamó la atención. Una pequeña manita huesuda apareció bajo la tierra. Era tan pequeña como la de su hija y al verla sintió una tristeza tan profunda que se puso a llorar. El padre entre llantos entró a su casa y le pidió a su mujer que no saliera al jardín bajo ningún concepto mientras él realizaba una llamada.

Menos de veinte minutos después un coche de policía y un forense llegaron para levantar el cadáver de una niña de unos seis años. Investigaciones posteriores demostraron que se trataba de Ana, una niña que había desaparecido hace un par de años en uno de los pueblos cercanos. La niña al parecer había sido asesinada, pues su cadáver mostraba signos de violencia. El anterior propietario de la casa la había enterrado en su jardín, sabiendo que nadie podría investigar en una propiedad privada sin una orden judicial.

Ana nunca más se comunicó con Casandra; parece que, al desvelarse su asesinato y detenerse a su asesino, por fin pudo descansar. Pero Casandra siempre guardaría el escalofriante recuerdo de cuando hablaba con un espíritu que no podía descansar.

NOTA: Siempre se ha creído que los niños tienen un don especial para ver los entes del más allá. Muchas personas identifican los amigos imaginarios, que muchos niños tienen a determinada edad, con la presencia de espíritus que podrían relacionarse y comunicarse con ellos. ¿Será verdad la leyenda? ¿Pueden los niños ver fantasmas? y lo qué es más escalofriante… ¿pueden comunicarse con ellos? Por si acaso la próxima vez que tu hijo, tu sobrino o tu hermanito hable sólo y sientas un frío recorrer tu espalda ponte a temblar porque un fantasma podría estar muy cerca.


Donde estas Lucia
Ayer terminaba de empacar mis cosas para mudarme a la ciudad en la que me esperaba mi nuevo empleo, mi nueva vida. A lo largo de mi carrera como educadora he conocido a muchos niños e infinidad de personas, y puede que al cabo de un tiempo termine pasando por alto alguno que otro evento, aun cuando en su momento hayan marcado mi vida. Estas reflexiones me inundaron justo ayer, cuando empacando algunos de los trabajos de antiguos alumnos, encontré un cuaderno de dibujos que trajo a mi memoria un episodio de mi vida que, aun cuando pareciese que puede tratarse de un caso común en nuestro país y por las condiciones en las que se dio, a mí no deja de causarme un inexplicable escalofrío.

Todo comenzó hace diecisiete años, cuando comenzaba mi carrera como profesora. Había estudiado en una pequeña Escuela Normal de un estado alejado de la capital, y ahí era tradición que para «forjar el carácter» se enviara a los maestros recién egresados a remotas escuelas rurales a ejercer la profesión. Los que mostraran verdadera vocación en condiciones tan extremas eran entonces colocados con el tiempo en mejores condiciones laborales. A mí me fue asignada una pequeña escuela rural improvisada en una casa que había sido incautada por el municipio después de estar abandonada por largo tiempo. La construcción era bastante ruinosa, de modo que sólo se utilizaban cuatro habitaciones (las que se consideraban más seguras para tener ahí a los niños) a manera de salones, y una letrina que se encontraba al centro del patio de la construcción, detrás de un enorme y antiquísimo roble que oscurecía dicho espacio.

Por ser la novata me fue asignado el grupo de primer año, en el que se comprendían a los niños más pequeños, de entre seis y siete años, y en los que se intentaba cubrir el programa de lo que en una escuela regular se aprendería en primero y segundo grado. Ahí los niños eran bastante listos y despiertos, y aprendían mucho del mundo natural viviendo en el campo y conviviendo con adultos de varias generaciones en sus familias numerosas. Pero una pequeñita me llamaba bastante la atención, al grado de que le tomé un cariño que trascendió nuestra relación alumno-profesor. Era una pequeñita de las más chicas, muy inteligente y extrovertida, con un lenguaje claro y vocabulario amplio, y a quien sus compañeros querían mucho porque mostraba dones maternales hacia los demás niños, como si ella fuera la encargada de su cuidado. Su nombre era Lucía, ella vivía en la parte más alejada del pueblo en unos sembradíos que sus abuelos le habían heredado a su padre, quien trajo a su madre a vivir con él desde otro pueblo. Sus padres eran amables y queridos en todo el pueblo, aunque no les eran conocidos parientes cercanos y nunca ningún familiar los visitaba.

Pero a mitad del ciclo escolar, todo cambió con la pequeña Lucía. Regresábamos de las vacaciones de invierno, y como es costumbre pedí a mis alumnos que me contaran cómo habían celebrado las fiestas de Navidad y Año Nuevo, así como lo que habían hecho durante los días de descanso. Para empezar me sorprendió que Lucía no fuera la primera en levantar la mano para contarnos, pero mi gran sorpresa fue cuando, al descubrirla mirando por la ventana distraída, decidí pedirle directamente que nos contara. Su participación se limitó a frases cortas y era como si tratara de evadir el tema, fue algo más o menos como «Nada especial, nos visitó mi tío El Flaco» y se sentó mirando por la ventana con una expresión como la que hacen los niños cuando le dicen algo a otro esperando que su mamá no los escuche. Y todo ese día fue lo mismo, Lucía se aisló en un rincón y se limitó a participar sólo cuando se le era requerido, además de que no dejaba de mirar por la ventana. Cuando tenía oportunidad, y sin que los alumnos se dieran cuenta, me volteaba para ver qué era lo que robaba la atención de la niña que anteriormente fuera tan dedicada a la clase, pero en el área del patio a la cual daba la ventana de mi salón no había más que hierba seca y mobiliario escolar en desuso, así como viejas herramientas de campo abandonadas; no era un paisaje muy interesante para una niña de seis años.

Cuando la mamá de Lucía fue a recogerla ese día, decidí preguntarle si todo estaba bien con la pequeña, pero la mamá no parecía haber notado siquiera el cambio en la niña. Al día siguiente el comportamiento de Lucía no mejoró. Se notaba retraída y hasta temerosa. Al ver que no quiso salir a jugar al patio a la hora del almuerzo, me acerqué a platicar con ella. El hecho pareció incomodarla bastante, pero yo comencé a interrogarla. Le pregunté si se sentía bien, si le temía a algo, si algo le había pasado en casa, pero todas sus respuestas se limitaron a «sí» o «no». Hasta que entre mi interrogatorio se me ocurrió preguntar, «¿Se trata de tu tío “El Flaco”?», sólo entonces la niña apartó la mirada de la ventana y volteó a verme a los ojos, con una expresión de alarma que no había visto antes en un niño de su edad. «¡¿Qué?!», dijo mirándome con asombro como si de algún modo hubiese descubierto un secreto que no tenía forma de saber. Sentí como si me estrujaran el alma y esperé lo peor. Le pedí que me contara, le dije que podía confiar en mí, que yo la iba a ayudar sin que su tío lo supiera. Entonces miró por la ventana, se acercó a mi oído y susurró con una voz casi inaudible unas palabras que no olvidaré: «Vino en Navidad. Me pidió que fuera con él, sacó sus manos y patas de monstruo de su traje. Yo lloré y corrí con mamá, pero ella dijo que no pasaba nada. Desde eso me sigue a todos lados, esperando a que esté solita». Para mí esto era un claro caso de abuso infantil. No podía creer que alguien le hiciera algo así a una niña como Lucía, y mucho menos que sus padres lo permitieran.

Hablé con la directora de la escuela, pero ella me dijo que antes de intervenir y meternos en problemas, debíamos estar seguros, así que ese mismo día por la tarde decidí ir a su casa. Estuve varias veces a punto de perderme en el denso bosque de la sierra, pero afortunadamente los remotos vecinos de Lucía me dieron muy buenas direcciones. Llegué a su casa abriéndome paso por las mazorcas del plantío que estaba frente a su casa. Su madre lavaba ropa en unas cubetas en el patio, mientras que la niña, casi paralizada y mirando fijamente al plantío, la acompañaba. La pobre pequeña sufrió un ataque de pánico y saltó sobre su madre cuando me vio salir de entre las mazorcas; tardamos una hora en calmarla, hasta que al fin se quedó dormida. Su madre me ofreció una taza de atole caliente y me invitó a sentarme justo frente a ella en la mesa que, además de las dos camas y el fogón, servía como mobiliario a la pequeña cabaña. Se dispuso a limpiar unos frijoles al tiempo que preguntó:

—¿Y ‘ora maestra, a qué debemos el honor de su visita a ésta, su humilde casa?

No quise andar mucho con rodeos, y le dije:

—La verdad es que he notado un comportamiento extraño en su hija, y me temo que podría estar siendo abusada por su hermano o su cuñado.

Se detuvo pensativa y apartó la mirada de la olla donde vaciaba los frijoles que ya había limpiado, para decirme:

—¡Ah caray! Pos si yo no tengo cuñados, y ella nunca ha visto a mis hermanos, ¿cómo sería eso entonces?

No me sorprendí mucho, puesto que la niña ya me había anticipado un poco que sus padres no le habían hecho caso la primera vez, así que insistí.

—Se trata de la visita que tuvieron en Navidad, tal vez sea un conocido o amigo de la familia —le dije.

—Mire, maestra, ya sé por dónde va la cosa, y se me hace raro que siendo usted estudiada se deje engañar por imaginaciones de chamacos —me contestó.

—No debería tomar tan a la ligera acusaciones tan delicadas viniendo de una niña que no tiene la malicia de mentir sobre algo así —reproché.

Entonces la señora me volteó a ver con un gesto que denotaba que se comenzaba a exasperar; hizo a un lado los utensilios de cocina que estaba utilizando y juntó las manos solemnemente sobre la mesa.

—¿Ella le dijo que la violaron? —me preguntó con un tono duro y mirada molesta.

—Pues no directamente, pero su comportamiento y… —La señora interrumpió.

—Mire maestra, no quiero ser grosera, y a lo mejor usted me va a tirar de loca ignorante, pero esto no es lo que usted cree, y si no se tratan de imaginaciones de una niña que escuchó muchos cuentos de espantos, pus entonces es algo que no puede usted resolver.

—¿A qué se refiere? —pregunté.

Entonces volteó a ver que la niña durmiera profundamente; se levantó, la cubrió con una cobija y puso sobre su pecho un rosario desgastado que estaba colgado en un clavito en la pared.

—Le voy a pedir que me escuche sin interrumpirme, le voy a decir todo lo que sé. Piense lo que quiera, después de eso le voy a pedir que se vaya y yo haré lo que pueda por ayudar a mi niña.

Asentí con la cabeza, y me dispuse a escuchar sin vislumbrar si quiera lo que me esperaba.

—A mi niña la visita el Demonio. Sé que no es un hombre porque aquí nadie nos visita, y todo el contacto con personas que tenemos es porque nosotros vamos al pueblo. Y ahí el único momento en que la niña no está conmigo es cuando está en la escuela. ¡No la dejo sola ni para irme a confesar, maestra! Siendo así las cosas le voy a contar lo que pasó el día de la Navidad. Amaneció y nos pusimos a trabajar como siempre. Luego fuimos al pueblo a dejar maíz a los molinos; eso lo hizo su papá mientras íbamos al mercado a comprar las cosas para nuestra pequeña posada. Fuimos a la misa del mediodía y nos regresamos para acá. Mientras que yo hacia el ponche y cocinaba la gallina que habíamos matado en la mañana, mi marido y Lucía colgaban la piñata en el jardín y mi marido limpiaba el patio para tronar cuetes en la noche. Entró a buscar unas herramientas a la casa, y cuando salió, la niña ya no estaba en su sillita. La buscamos y se encontraba en la parte de atrás de la casa, allá donde se acaba el frijol, paradita mirando al bosque. Me acerqué a ver si alcanzaba a ver lo que ella estaba viendo, pero no había nada. Entonces le dije, despacito para no espantarla, «¿Qué estás viendo?», pero ahí mismo ella brincó y comenzó a llorar como si estuviera lastimada, y gritaba, «¡Viene por mí! ¡Sus patas!, ¡me agarran! ¡Ayúdenme!».

»Entonces la cargamos y corrimos a revisarla para ver que ningún animal la hubiera lastimado, pero nada. Entonces ya nada celebramos. Toda la noche estuvo alucinando, pero no tenía fiebre, no comió, casi no durmió, y sólo veía la ventana pidiendo que no la dejáramos sola. «No dejes que me lleve Ma», era lo único que repetía sin parar de llorar. Ni mi marido ni yo dormimos esa noche, yo al lado de la niña dándole tés, y él sentado con su escopeta al pie de la ventana de la niña, pero nada pasó. Al otro día la subimos a la camioneta, todavía estaba muy espantada, y la llevamos al pueblo. Primero al doctor, pero estaba bien, no tenía signos de que nada ni nadie la hubiera lastimado, ni de tener ninguna enfermedad. Luego la llevamos a la delegación. Una patrulla nos acompañó, pero no encontró nada, ni siquiera animales salvajes. Entonces decidimos llevarla con la hierbera. Ella nos dijo que algo que no era de este mundo estaba queriendo llevársela, pero no sólo su alma, sino toda ella. Entonces empezó a curarla. Le dio amuletos y le dijo que nunca se alejara de alguien que la cuidara. Ahora rezamos mucho y la cuidamos, pero creo que el Demonio está enfermando su cerebro.

La mujer retomó el trabajo que hacía antes de su historia y guardó silencio por un rato. Esperé, pero al no obtener respuesta decidí preguntar: «¿A qué se refiere con que está enfermando su cerebro?». Entonces la mujer se levantó de la mesa y tomó de la repisa que estaba sobre la cama de la niña una libreta muy vieja y desgastada. «Mire», dijo, y acercó a mí la libreta.

Comencé a hojearla mientras la mujer continuaba limpiando frijoles. Al principio la libreta tenía cuentas y listas de compras, por la mitad tenía unos cuantos dibujos con crayolas de paisajes soleados propios de un preescolar y fallidos ensayos de letras también hechos con crayolas de colores, pero en toda la última parte del cuaderno sólo se repetían dibujos de arañas de proporciones enormes con respecto a los árboles que las rodeaban, y alrededor de los dibujos muy claramente se leían las palabras «no ir». En todos los dibujos repetía el patrón, además de que sólo estaban hechos con crayón negro, y extrañamente la araña en todos los dibujos usaba una clase de sombrero.

—…Y ¿no ha intentado llevarla a un psicólogo…? —pensé en voz alta. Pero la mujer, con gesto de preocupación, respondió:

—No maestra, no quiero que me la encierren en un manicomio, donde el Demonio se pueda tragar su alma.

Ese día abandoné la casa de Lucía con muchas dudas. Su madre me permitió conservar el cuaderno de dibujos para intentar analizarlo con mis incipientes conocimientos de psicología. Pero lo más triste pasó después. Al día siguiente Lucía no se presentó a clases. Me sentí culpable al pensar que tal vez aún estaría alterada por el susto que le había causado con mi visita; pero tras una semana de ausentismo escolar decidí indagar en el pueblo. El padre de Lucía tenía una semana de no cumplir con sus entregas, y su madre no había sido vista ni en el mercado, ni en la iglesia, ni siquiera con la hierbera. Los habían ido a buscar a su casa pero nadie respondía a la puerta. Todos pensaban que tal vez habrían ido a la capital a llevar a su niña al doctor. Quise intentar de nuevo en su casa, y me aventuré otra vez a caminar por horas hasta la casita de Lucía.

Llegué, y no pude evitar notar que los plantíos estaban muy descuidados. Los animales de la familia estaban muriendo de hambre, pero detrás de la cabaña estaba la camioneta familiar, y ahí dentro se podían observar las herramientas, los documentos del padre de Lucía, y en la parte trasera todo un cargamento putrefacto de maíz listo para ser entregado. Llamé a la puerta una, dos, tres veces. Llamé más fuerte sin obtener respuesta, y tras golpear con más fuerza la puerta se abrió. No había sido asegurada, ni por dentro ni por fuera, pero lo que más me llamó la atención fue la disposición de la casa. En la cama de la niña estaba el mismo cobertor con que su madre la había arropado el día que las visité, con el viejo rosario gastado, pero ahora roto y desperdigado encima, y a los pies de ésta los mismos zapatitos que aquella tarde le había quitado. En el fogón apagado estaba una olla de caldo putrefacto que despedía un desagradable hedor, y en la pequeña mesa un montículo de frijoles sin limpiar y una olla de frijoles ya limpios, y junto a ellos mi taza de atole enmohecida.
 
Nota del moderador: Hasta 3 respuestas por día para no saturar el tema, sigan asustando! 👻👻👻

Para los amantes de lo sobrenatural , aqui les traigo algunas historias y espero que les guste y me compartan sus esperiencias personales .

Querido Papá Noel:

Soy una niña de ocho años llamada Guadalupe. Todos me dicen Lupe así que tú también puedes llamarme así. Me he portado bien todo el año, he cumplido con la tarea de la escuela, también he sido una buena hermana al cuidar del bebé cuando mi mamá se va de noche y regresa a la madrugada eufórica y sonriente como nunca. Así que creo que merezco un buen regalo. Ayer a la tarde vi en el centro comercial la última Barbie, la que viene con la bañera y se le puede teñir el cabello. Sé que es un poco cara, pero creo que podrás conseguirla para mí. Porfis, Papá Noel. Porfis porfis porfis

26 de Diciembre:
Querido Papá Noel ¡Muchas gracias por la muñeca! Soy la niña más feliz de este mundo. No puedo dejar de admirar la Barbie y jugar con ella. Tiene algo extraño en su mirada, pero no importa, tal vez sean cosas mías. Te mando un saludo y te deseo un buen viaje de regreso al Polo Norte. Con cariño, Lupe

31 de Diciembre:
Querido Papá Noel, sé que la Navidad ya pasó y que ahora seguramente debes estar descansando en tu casita en el Polo, pero quisiera pedirte una última cosa. Quiero que te lleves la muñeca. No es mi intención parecer desagradecida, en realidad estoy muy feliz con la forma en que me trataste, pero la verdad esa muñeca me da miedo. Su mirada brilla durante la noche. Y a veces, sobre todo cuando mi mami no está y yo quedo sola con el bebé, la muñeca se mueve. Traté de tirarla o dejarla en el desván, pero de alguna manera siempre vuelve a mi habitación. Y yo tengo miedo por el bebé. Creo que quiere hacerle daño. Así que por favor, llévatela de aquí. Esta noche la dejaré cerca de la chimenea, para que te resulte más fácil encontrarla. Te mando un beso, y espero con toda mi alma que puedas leer mi carta.

02 de Enero:
Querido Papá Noel Veo que no leíste mi carta. La Barbie sigue aquí. Y mamá se ha quebrado el cuello. Cayó de las escaleras cuando iba a trabajar. Ahora está en coma en el hospital, le insertaron unos tubos horribles en su boca, por lo que no puede hablar y contar lo que pasó. Pero yo sé lo que pasó. La muñeca se atravesó en su camino. Se colocó sobre un escalón para que mi mami tropiece. Ahora nos cuida una tía lejana, pero ella se va a la noche porque tiene un negocio que atender. Así que yo quedo a cargo del bebé. Ayer apenas pude dormir. Vigilo a la muñeca a todas horas, pero no sé hasta qué punto podré hacerlo. Mi único aliado es Benja, el gato. La muñeca parece tenerle terror y se esconde cada vez que Benja se encuentra cerca. Así que me llevé al gato a la habitación conmigo, y juntos cuidamos al bebé. Pero te repito, no sé cuánto tiempo podré aguantar esta situación. Ahora que mi mamá no está, la muñeca anda a sus anchas por la casa. Aparece en el living, después en el baño, más tarde en la cocina. Y su mirada. Sé ahora que es la muñeca del diablo. O de su hija, si la tuviese. Por favor, Papá Noel, sé que tienes los poderes para hacer desaparecer la muñeca. Te pido que regreses y te la lleves. Porfis porfis porfis

03 de Enero Papá Noel:
Ahora estamos totalmente solos, el bebé y yo. Benja apareció muerto en el patio.

03 de Enero (Noche) Papá Noel:
Ya perdí todas esperanzas. Sé que no estás leyendo mis cartas. Estamos encerrados, mi hermanito y yo, en su dormitorio. La casa está sola, y hay ruidos afuera. Una pequeña sombra se recorta contra la línea de luz debajo de la puerta. Es ella. Es la muñeca. Se agacha y me mira a través de la hendija. Sonríe. Sus ojos brillantes me dejan sin aliento. El bebé en la cuna se mueve y comienza a rezongar. Estamos solos. Estamos solos, Papá Noel. Y creo que la muñeca se ha cansado de jugar: ha metido medio cuerpo debajo de la puerta, y está tratando de ingresar a la habitación.

12 de Marzo Papá Noel:
Sé que hace rato no te escribo, porque la verdad estaba enojada contigo. No leíste ninguna de mis cartas, y por tu culpa ahora yo estoy aquí, alejada de mi casa y mi familia. El bebé está muerto. Mi tía lo encontró a la mañana siguiente. Yo me había quedado dormida y aunque le conté de mis intentos de protegerlo de la muñeca, ella no me creyó. Hicieron una autopsia al bebé, y encontraron a la muñeca dentro de su barriguita. Aún lloro cada vez que recuerdo ese terrible momento. Y luego me trajeron aquí. Yo conté mi historia a la señora que es dueña del lugar, conté de la muñeca y sus ojos refulgentes. De su intento de matar a mamá, y de los crímenes que cometió contra Benja y mi hermanito. La señora me escuchó atentamente y luego me mostró un video, supuestamente registrado por la cámara que está en la habitación del bebé. Y en el video aparezco yo con la muñeca, sólo que ésta no se mueve ni sus ojos refulgen en la oscuridad.
Me aproximo a la cuna del bebé y comienzo a meterle la muñeca por la boca. Es un video horrible, el más horrible que vi en mi vida, y trato de apartar la mirada, pero la señora me obliga a seguir viendo. En el video yo comienzo a gritar cosas, mientras el bebé se pone morado y se agita sobre su cuna. Le digo que lo odio, que lo odio desde que él nació, porque por su culpa yo tengo que quedarme hasta altas horas de la noche cuidándolo y cambiándole los pañales, y como consecuencia mis notas han desmejorado mucho. Las notas de la escuela eran lo mejor de mí, le grito, y ahora soy una alumna mediocre porque no tengo suficiente tiempo para estudiar como cuando vivía únicamente con mi mamá, y con Benja. El video se termina ahí. No sé qué habrá pasado después, seguramente lo cortaron. Pero a mí no me engañan.
Sé que la chica de la filmación no soy yo. Es la muñeca. De alguna manera se hizo pasar por mí. Y ahora yo estoy encerrada, mientras ella debe andar en algún lugar de la ciudad, escondida y planificando sus próximos crímenes. Pero no importa, tarde o temprano saldré de aquí, y la encontraré. Y entonces me vengaré de ella. Y también de mi mamá, por haberme encerrado en este lugar. Y de mi tía, por no creer mí historia. Y de la señora que me mostró el video. Y también de ti, Papá Noel. Por no haber escuchado mis advertencias. Por no haber leído mis cartas. Iré al Polo Norte y te buscaré. Y te encontraré. No te quepan dudas de ello. Te enseñaré a no ignorar a las niñas desamparadas como yo.
Atentamente: Lupe

Estaba la muñeca realmente poseída??? o la niña con la llegada de un nuevo miembro a la familia cometió ese acto brutal por celos?...evidentemente las cámaras la filmaron en el acto pero, realmente algo sobrenatural la llevó a eso??

Dejenme sus comentarios. SALUDOS.
Aqui va una mía:
26 de junio de 2016
En la madrugada oscura despierto con el sonido de la puerta de mi cuarto mesiendose, por el miedo mi primer reflejo es mirar desde la distancia... al no ver nada me acerco a la puerta con el motivo de cerrarla bien... Siento un escalofrío q recorre mi espalda y un aliento conjelado en la nuca, al girarme bruzcamete no veo nada... Desconfiado tomo el celular y con la linterna ilumino la parte trasera de mi habitación. Cómo no contempló nada extraño, volteó a cerrar la puerta, el shock al ver como la Manilla de la puerta estaba marcada con huellas ensangrentadas, fue algo fuerte a la conciencia humana ,inmediatamente el pulso se me aceleró al sonido de un estruendo en el piso inferior,tome el bate que tengo en el cuarto, y en posición de defensa comencé a descender con cautela por las escaleras, siento sonidos raros a lo largo de la casa, un niño llora y otro se ríe, una voz vacía y sin alma susurra a mi oído: no me dejes sola, cuidado en la escalera... (suspiró frio) Siento un fuerte empujón q hace que baje de una caída, la voz me vuelve a susurrar: ¿Estás bien?
Vuelvo a sujetar el bate lanzando un golpe hacia detrás de mí. Sin embargo no paro de oír susurros: No por mucho, ya es tu turno. Escucho ladridos muy bajos, vienen de la cocina. Entro en el salón culinario. Veo un cuchillo lleno de sangre y escucho unos latidos al compás de los ladridos, el rastro de sangre va desde la encimera hasta el refrigerador. Me susurran: Adelante. agarro el cuchillo y lo lanzó en la dirección de las palabras incesantes, dejó de escucharlas. Los sonidos cada vez son más seguidos, el refri tenía escrito con sangre, Outtime. Asustado agarre el cerrojo y abri un filo de la puerta del equipo. Dentro no había nada, de modo que abrí por completo, un ladrido acompañado de un mordisco que sujeto mi brazo y mi valentía.. era mi perro q estaba atado al interior de la puerta de la nevera, abierto en canal desde la garganta a la cola sus ojos cambiaban de color entre rojo amarillo y naranja, era el fuego q emanaba de sus ojos, y el corazón en exhibición latiendo y explulsando sangre, de un golpe logré logré soltarme de la mordida, dejando un pedazo de piel en la boca del canino.
Sentí nuevamente el susurro, en mi oído diciendo: era tu turno. Del refrigerador la escarcha comenzó a tomar forma, convirtiendose en una mano, luego una cabeza. Hasta salir la figura de una mujer de hielo desnuda, me miró con sus ojos inyectados en picadillo de soya, y estirando su mano, dijo: fin del juego. Y soltó al perro, quien embistió hacia mi con los latidos más fuertes que nunca...

29-6-16
Las noticias dicen: fue encontrado el cuerpo de un hombre asesinado por un perro, sin embargo su perro fue abierto en canal.

El inspector de policía afirma q había un tercero en el lugar del crimen, al parecer el hombre es Roberto Álamo, viudo de Mariana Olmedo, asesinada 10 años atrás por Roberto y escondida en el refrigerador. Su cuerpo fue encontrado 3 días después tras un incendio provocado por su propio marido.

Las investigaciones siguen y la autopsia del hombre se está haciendo.

(En el anatómico forence)
El doctor hace la autopsia de Roberto...
Abro los ojos, emanando fuego de estos y esparciendose por el resto del cuerpo, lanzó el brazo a la garganta del médico...

Desde entonces yo y mi esposa visitamos las casas con nuestro perro, ella en la nevera junto con el pollo de población, y yo en las cajas de fósforos, preparádos para llevarnos a más personas para nuestro ejército
PD: a mí dentro de un tiempo no me ven por culpa de q no hay fosforos en la bodega, mi mujer también suele venir con el picadillo y los paquetes de perro ella irá delante, y el perro está enojado xq no hay carne res, más adelante los visitaré.
 
Bueno foreros les traigo mas unas cuantas espero les gusten ...


El ultimo Regalo De Mama


Circula en Estados Unidos, a modo de leyenda, la siguiente historia:

Después de dar la misa, un sacerdote católico se encaminó hacia un apartamento ubicado en un viejo edificio del centro de la ciudad. Medianamente alto, con la pintura descascarada y las verjas de las ventanas carcomidas por el óxido. El edificio ubicado en un barrio marginal, muy conocido por ser hogar de traficantes, prostitutas y drogadictos, era todo lo opuesto a un lugar alegre y acogedor, sobre todo bajo un cielo gris como el que en aquel momento lo cubría.

Tras tocar repetidas veces el timbre, el sacerdote pudo escuchar la proximidad de unos pasos y entonces la puerta se abrió: era un joven desaliñado y ojeroso, con cabello abundante, sucio y desordenado. Su expresión no era precisamente afable: en ella se revelaba la actitud de quien está fastidiado y cansado de la vida, de quien guarda una añeja amargura y un desencanto generalizado hacia todas las cosas. Y el vicio, aquel joven parecía haber envejecido interiormente a causa de diversos vicios: alcohol, drogas, mujeres … Además tenía cara de haberse acabado de despertar por los sonidos del timbre y, pese a parecer asombrado por la visita del cura, no se veía de ningún modo complacido en tal visita…

— ¿Qué quiere? —preguntó el joven con sequedad

— Me han llamado para administrarle los últimos sacramentos a un moribundo.

— Creo que le han tomado el pelo. Aquí sólo vivo yo

El padre dudó por un momento, bajó la cabeza de forma pensativa y preocupada y luego, justo cuando volvía a alzar la mirada para disculparse con el joven e irse, vio algo en el oscuro pasillo que lo asombró e instantáneamente le hizo convencerse de que no había ninguna broma de por medio y que simplemente el joven era un inconsciente sin deseos de ayudar.

— No, joven, aquí no hay ninguna broma. Quizá usted no entiende la importancia del asunto o tiene cierta antipatía por la Iglesia y los sacerdotes. Igualmente, lo único que le pido es que tenga consideración hacia la mujer amorosa y cristiana que por la mañana me suplicó que viniese acá. Tengo que cumplir lo antes posible con mi misión. Con su permiso.

Tras decir eso, el sacerdote apartó al joven de forma suave pero firme y determinada. Una vez dentro, vio en la mesita del recibidor un retrato junto al cual yacía un ramo de flores secas y marchitas. En el retrato se veía a una mujer mayor con ropa negra de luto, un gran crucifijo en el cuello y un rostro cuya mirada y expresión delataban bondad pero también un profundo envejecimiento ocasionado mucho más por el sufrimiento que por el paso de los años: era la mujer que había solicitado la visita del sacerdote.

— ¿Ve el retrato de la mesita? Esa es la mujer que me pidió venir.

— P… ¡pero qué dice! ¡Eso es imposible! ¡Ella es mi madre y está muerta hace años!

Al joven lo sacudió un escalofrío. Gotas de frío sudor empañaban su frente y su brazo derecho temblaba ligeramente mientras sostenía el retrato de la mujer frente a su rostro nervioso y sufrido. Pero el sacerdote parecía tranquilo, inmutable, como si algo en la conversación que tuvo con la mujer del retrato le hubiese hecho intuir que aquella no era una conversación normal, que algo misterioso había allí. Sereno, miró al joven y le dijo:

— Hijo, quizá esto sea una especie de aviso de que debes guiar tu vida al sendero de la rectitud, tu madre está velando por ti y sufriendo desde el cielo por tus faltas.

Al oír eso el joven puso cara de no entender; mas, pasado un momento, en sus ojos surgió un destello de comprensión súbita, angustia y temor. Él lo sabía, sabía que el cura no mentía y que su madre le había hablado. Pero su madre estaba muerta: él era quien habría de morir, y muy pronto… Su madre aún cuidaba de él y no quería que muriese con una lista tan larga de pecados sin perdonar. ¡Debía confesarse y recibir la comunión, debía arrepentirse para ser perdonado y no caer en la oscuridad eterna del Infierno!

Por un momento el joven lloró conmovido por el amor de su madre y el impacto que representaba saber que sí existía aquel mundo espiritual del que tanto había dudado y al que tanto había despreciado. No había pisado una iglesia desde niño, pero lo que estaba viviendo le convenció de que era tiempo de cambiar y reconciliarse con Dios aunque fuera en sus últimos momentos…

Tras varias horas dialogando con el sacerdote sobre su vida, su madre y como ella enfermó de tristeza cuando él se metió en las drogas. Un sufrimiento que la llevó a morir sola y repudiada por su único hijo que estaba más preocupado por lograr su dosis diaria que por atender a una pobre anciana que se desvivía por ayudarle. El chico profundamente arrepentido y desecho en lágrimas se confesó al párroco quien le absolvió de sus pecados y le dio la comunión. Al irse el cura, el joven regresó a su soledad con una mezcla de alegría por haber sido liberado y temor.

Falleció esa misma noche mientras dormía, de forma repentina e inexplicable. Dicen que fue un paro cardíaco, pero es sabido que los médicos suelen diagnosticar eso cuando no saben a ciencia cierta qué pasó. En todo caso, lo importante es que el joven murió en paz y totalmente limpio de cualquier droga y pecado. En su velatorio, quienes lo conocían se sorprendieron porque el joven, mientras vivió, jamás mostró una sonrisa tan dulce y serena como la que, antes de partir, dejó grabada en su rostro.

NOTA: Esto es lo que se podría denominar una leyenda evangelizadora, realmente no podría catalogarse como “urbana” debido a que es probable que fuera inventada en algún foro cristiano o como parábola moderna del amor infinito de las madres, que incluso desde la otra vida son capaces de velar por sus hijos. En todo caso su difusión y transcendencia fue tal que incluso en un periódico estadounidense fue publicada como si fuera cierta.-


La mujer de Lemb

Conocida como La Diosa de la Muerte, la pequeña estatua de piedra caliza hecha a mano alrededor del año 3500 a.C, ha llevado a la muerte a familias enteras.

Después de que fuera descubierta en Europa del Este en 1878, Lord Elphont se convirtió en el primer propietario de la estatua. En pocos años, toda su familia murió.

La siguiente familia del dueño tuvo la misma suerte. Después de haber sido vinculada con la muerte de varias más familias, Sir Alan Biverbrook finalmente donó el artefacto al museo Royal Escocés después de que su esposa y sus dos hijas murieran.


El jarrón Bassano
Considerado como uno de los objetos más legítimamente malditos del mundo, las personas que han poseído el jarrón han muerto en cuestión de semana.

Su ubicación actual sigue siendo un misterio, pero se cree que la policía italiana sellaron el objeto en una caja de plomo y lo enterraron en un lugar secreto. Esperemos que a nadie se le ocurra cavar el lugar.


*El tren al infierno *
Cuenta la leyenda que dos atracadores fueron cercados por la Policía y, en su huída, tuvieron que abandonar su vehículo de fuga y adentrarse en una estación de metro. En su desesperada carrera, comenzó un tiroteo en los pasillos de la estación, en el cual un certero disparo de uno de los ladrones impactó directamente en la frente de uno de los policías, matándolo al instante.

En mitad de la confusión, y mientras el resto de agentes se parapetaban tras unas columnas, la pareja de delincuentes consiguió subirse a un tren mientras escuchaban a su espalda la detonación de más disparos de los policías. Pocos instantes después la máquina emprendió su marcha, escapando dentro de ella los ladrones.

Era de noche y el vagón estaba prácticamente vacío, sólo había dos personas más en el tren que acababan de abordar. Un mugriento mendigo encapuchado que parecía inconsciente por su borrachera, aunque no soltaba una bolsa de papel con la cual protegía una botella de licor. Y un hombre con aspecto de abogado que, perfectamente trajeado, dormía con la boca abierta y muy probablemente se habría pasado de estación hacía bastante tiempo. Los atracadores, al comprobar que no estaban en peligro, empezaron a reír su suerte y a trazar un plan de fuga:

Remaining time: x seconds
“Probablemente en la puerta de la próxima estación nos esté esperando la mitad de la Policía de la ciudad; así que, en cuanto bajemos de este trasto, tenemos que meternos corriendo en el túnel. Dentro ya buscaremos cómo escondernos o escapar” –dijo el que parecía más inteligente de ambos; el otro, asintió mientras vigilaba al resto de pasajeros.

La estación se acercaba y, asustados por la posibilidad de que un grupo de agentes armados les esperaran en el andén, se agazaparon bajo los asientos: de ese modo, los asientos servirían de parapeto en caso de comenzar de nuevo un tiroteo. Pero, para su sorpresa, el tren no solamente no se detuvo en la estación sino que además aumentó su velocidad de marcha.

“Estos cabrones nos están tendiendo una trampa, seguro que nos quieren llevar a un lugar que ya tengan controlado para evitar que muera alguien más en la estación. Seguro que han dado la orden al maquinista para que no se detenga”

Visiblemente asustados, comenzaron a caminar como locos por el interior del tren mientras buscaban un modo de escapar; pero las puertas parecían selladas e incluso, disparando a la manilla que les permitía cambiar de vagón, no consiguieron su propósito.

Una nueva estación pasó ante sus ojos a toda velocidad, pero esta vez se dieron cuenta de un detalle que en la anterior ocasión no detectaron. La gente que había en el andén esperando no parecía inmutarse, como si no pudieran ver la potente máquina que cruzaba a toda velocidad por la vía.

El tren aumentaba su velocidad con cada metro recorrido y parecía adentrarse en las entrañas de la tierra. Pues cada vez se podía percibir con más claridad la inclinación del vagón y su vertiginoso descenso.

“¿Qué mierda pasa aquí? Esto no lo está haciendo ningún policía” – dijo el más callado.

De repente la luz del tren comenzó a parpadear y tras cada momento de oscuridad el vagón parecía distorsionarse y volverse cada vez más tétrico. Una especie de material viscoso similar a la sangre comenzó a brotar de la paredes, los asientos que antes parecían nuevos envejecieron de golpe y se mostraban oxidados y con el plástico derretido. Era como si hubieran sido expuestos a altas temperaturas o alguien se hubiera dedicado a quemarlos con una llama.

Aterrorizados e incapaces de articular palabra, vieron como una nueva estación se acercaba, pero esta vez no encontraron un andén a su paso. En su lugar había una especie de cámara de tortura en la que despellejaban vivo a un desdichado que gritaba de dolor mientras lloraba sangre. Las cámaras se sucedían una por una y la velocidad del tren se había aminorado, como para “deleitar” a sus pasajeros con las más crueles y brutales formas de torturar y causar dolor, que cada vez eran más sádicas y salvajes.

De repente el tren se detuvo y el mendigo, que hasta el momento parecía inconsciente a causa de su borrachera, se levantó. Los atracadores se quedaron petrificados al observar bajo su capucha unos brillantes ojos amarillos y un rostro rojo adornado por una puntiaguda barba.

“Tú te bajas aquí, estafador: –dijo mientras levantaba con un solo brazo al hombre trajeado y lo lanzaba fuera del vagón.

Inmediatamente un par de sombras que aparecieron del suelo le levantaron y llevaron hasta un foso lleno de gusanos. El estafador comenzó a gritar mientras los gusanos le atravesaban la piel y comenzaban a devorarle por dentro.

“Estos gusanos te devorarán en vida, como tú lo hiciste al lucrarte como un parásito del trabajo y el dinero de los demás para llevar una vida de lujos- dijo el falso mendigo que al que ya fácilmente se podía distinguir como un demonio. – Vosotros no tendréis tanta suerte, vosotros vais mucho más abajo”

Al día siguiente las crónicas de todos los periódicos anunciaron la muerte de un policía y dos atracadores que fueron abatidos a pocos metros del tren en el que pretendían escapar.

NOTA: El relato anterior no es en sí una leyenda urbana, sino más bien un cuento que dramatiza del temor que sienten muchas personas al adentrarse en la tierra. Son muchas las leyendas de personas que avanzando por el interior de una cueva y corren una suerte similar a la de los protagonistas de esta historia, desapareciendo en sus profundidades. Y es que el hombre por naturaleza se siente incómodo cuando sabe que se encuentra enterrado varios metros y con toneladas de tierra sobre su cabeza. Así mismo los trenes suburbanos (el metro) parecen una mina inagotable de mitos y leyendas contemporáneas donde los protagonistas reciben un justo castigo por sus culpas o errores.

*Camionero Fantasma *
Cuenta la leyenda que un camionero llamado Ignacio Velázquez avanzaba a gran velocidad con su tráiler por una zona montañosa. Aunque habitualmente era muy precavido y un gran conductor, la noticia de que su mujer estaba a punto de dar a luz le había obligado a saltarse las precauciones que normalmente tomaba mientras conducía. Sabía que debía llegar lo más rápidamente posible para entregar un dinero que era necesario para que asistieran el parto de su esposa, por lo que no dudó ni un instante en arriesgar su vida entre abismos y zonas rocosas para llegar lo antes posible. Era un cantidad de dinero muy grande porque sumaba el total de dos meses de trabajo y la venta de una finca que recientemente había heredado.

Cuando faltaban pocos kilómetros para el desvío que le llevaría junto a su esposa y el primer hijo que ésta alumbraría, su camión perdió el control y salió de la carretera. El impacto contra las rocas fue brutal, pero Ignacio consiguió salir del vehículo sin un solo rasguño. Aturdido por la situación y sin saber muy bien qué hacer, intentó que algún coche le llevara hasta su mujer, pero era un carretera poco transitada y tras varios minutos no pasó ningún otro vehículo. Decidido a llegar junto a los que quería de una forma u otra, comenzó a caminar en dirección a su destino; anduvo por aquella carretera varios kilómetros, pero por alguna extraña razón parecía no avanzar y, cuanto más se alejaba del lugar del accidente, más oscuro se volvía todo. Desesperado por la situación decidió sentarse en una roca, aunque no se sentía cansado, mas estaba tan confundido que necesitaba hacer una pausa, y cual fue su sorpresa que, al mirar hacia atrás buscando algún coche para hacer autostop, encontró a su camión estrellado contra las rocas. Era como si no hubiera caminado ni diez metros a pesar de todo su esfuerzo, como si estuviera atado a aquel lugar y le fuera imposible escapar. Se había convertido en un alma en pena atado a este mundo
Sin embargo el deseo de Ignacio por ayudar a su familia era tan fuerte que ni la muerte le podía impedir que cumpliera con la promesa que le había hecho a su mujer de que llegaría con el dinero. Para él, el tiempo no transcurría a la misma velocidad que para nosotros y cada día era como si volviera a comenzar y no pudiera comprender que la vida seguía su curso normal, cada día empezaba con la misma angustia por no poder ayudar a los que amaba ni despedirse de ellos.

Con el tiempo y casi sin darse cuenta, su espíritu se volvía cada vez mas fuerte, incluso corpóreo, hasta que llegó un momento en el que pudo aparecerse a los conductores que viajaban por esa vía a la misma hora en que él falleció en el accidente con su camión. La mayoría de conductores, asustados, aceleraban el paso o le ignoraban. Hasta que un día…


Una noche un joven llamado Daniel circulaba a altas horas de la madrugada por la carretera, cuando vislumbró a un hombre a un lado de la calzada que parecía haber salido de la nada. Pensando que hacía autostop detuvo su coche y bajó la ventanilla.

-Buenas, señor ¿a dónde va?
-Amigo, necesito ayuda, mi nombre es Ignacio Velázquez y mi mujer está a punto de dar a luz. Mi camión se ha salido de la calzada, no puedo dejarlo aquí con toda la carga (mintió el fantasma para no desvelar que estaba ligado a aquel lugar), pero es de vital importancia que mi mujer reciba este sobre con dinero para que atiendan su parto y las necesidades del niño. Esta es la dirección dónde vivimos, una matrona se encuentra con ellos- le dijo mientras le ofrecía un papel con una dirección anotada y un sobre bastante abultado lleno de dinero.

Daniel no veía el camión que parecía señarlarle el hombre, pero sintió al mirarle a los ojos que era un hombre bondadoso y desesperado que realmente necesitaba su ayuda. Había algo extraño en él, como si por alguna razón sus ojos no pudieran enfocarle y le viera borroso, pero no le dio mayor importancia y lo atribuyó a su cansancio y a que llevaba mas de una hora con la mirada fija en la carretera y concentrado para evitar salirse de la calzada en alguno de los peligrosos abismos.

Alargó su mano para recoger el sobre y la dirección y de forma casual rozó la mano de Ignacio. Un escalofrío subió por su brazo hasta su espalda, un frío tan intenso que le hizo estremecerse. Quedó paralizado, y ante la atenta mirada de Ignacio, bajó la vista para leer la nota y vio que estaba a pocos kilómetros y no le desviaba mucho de su camino, levantó la cabeza nuevamente para confirmar al hombre que cumpliría con su cometido. Pero éste parecía haber desaparecido, miró a un lado y al otro pero no había rastro de él ni de su camión. Se había esfumado con tan rápidamente como había aparecido.

Daniel era una buena persona y a pesar de lo extraño de la situación no dudó en ayudar a aquel buen hombre y a su mujer que sin duda necesitaría aquel dinero. Habían transcurrido un par de horas y había empezado a amanecer cuando llegó a la casa de Ignacio y su mujer, no conocía el pueblo y las indicaciones no eran tan claras como pensó inicialmente. Llamó a la puerta pero nadie le abría. Una vecina, viendo su insistencia mientras golpeaba la puerta, le dijo que ya nadie vivía allí.

– Allí no vive nadie ya, si busca a doña Matilde (el nombre de la mujer de Ignacio), se cambió de casa hace tiempo.

Aquello era realmente raro, pero Daniel era un hombre de principios y estaba decidido a hacer todo lo que estuviera en su mano para ayudar. Pidió la nueva dirección a la vecina y, aunque estaba en la otra punta de la ciudad, no dudó en acercarse para entregar el sobre. Una hora después llegó a la nueva dirección y llamó a la puerta.

– Buenos días ¿está doña Matilde?-dijo pensando que quien le abrió la puerta sería la matrona.
– Buenos días, sí soy yo, ¿qué desea?
– Me envía su marido con este sobre con dinero para atender su parto, pero debe haber un error porque obviamente usted se encuentra en perfecto estado.
– Eso es imposible, mi marido falleció en un accidente de tráfico el día que nació mi pequeñín.

Pudo ver a un niño de unos cinco años jugando en el suelo detrás de doña Matilde. Daniel estaba confundido, pero algo en su interior le decía que era el lugar y la persona correcta, por lo que extendió su mano y le entregó el sobre sin hacer más preguntas. La mujer abrió el sobre y estalló en lágrimas cuando encontró junto al dinero una nota escrita a mano por su marido que le decía:

“No he faltado a mi promesa, aquí está el dinero, siempre estaré con vosotros. Os quiero”

Daniel estaba tan aturdido por la situación que se derrumbó en el asiento de su coche y empezó a pensar en lo sucedido: la extraña forma de aparecer en la calzada, su mano tan fría como el hielo, como desapareció en un instante. Era todo tan siniestro que debería estar muerto de miedo… Pero no era así, sentía una gran paz y la sensación de haber hecho lo correcto. Recostó su cabeza en el respaldo del asiento e instintivamente miró por el espejo retrovisor.

Reflejado en él estaba Ignacio, que le sonreía y le daba las gracias. Daniel dio un salto en su asiento y se giró para mirar tras su vehículo en el lugar que debiera estar el hombre que se reflejaba. Pero allí no había nadie, miró nuevamente al espejo, pero todo rastro de aquel buen hombre había desaparecido.

NOTA: Esta leyenda está basada en la historia de “El trailero fantasma”, una leyenda bastante conocida en México y que narra cómo el fantasma de un hombre aparece pidiendo ayuda para entregar un sobre con dinero a su familia. Muchos aprovechan para quedarse con el sobre y su contenido, pero el fantasma les castiga secando su cuerpo hasta dejarles como un esqueleto o apareciendo en el asiento del copiloto y provocando un accidente que les cuesta la vida.
 
Aun mas ...

La Planchada
Cuentan que cierto día, una chica llamada Eulalia entró a formar parte del personal de enfermería en el hospital. Era una chica de buena presencia, con cabellos rubios, ojos claros y facciones finas, con una actitud amable y educada aunque revestida por un ligero aire de seriedad.

Desde sus primeros días en la institución médica, Eulalia demostró gran profesionalismo y diligencia, mostrándose siempre solicita con el personal médico y con los pobres enfermos, hacia los cuales profesaba una dedicación que a veces iba más allá del mero deber. Por otra parte, Eulalia siempre estaba muy limpia y arreglada, con el uniforme blanco perfectamente planchado e impoluto, exento de la más mínima mancha o arruga.

Como era de esperarse, Eulalia se granjeó rápidamente el aprecio de los médicos, a la par que, gracias a su natural simpatía, logró verse libre de inspirar envidia en sus compañeras y compañeros de enfermería.

Por otra parte, la vida de Eulalia era realmente tranquila, sana y sencilla, ya que todo su tiempo se dividía entre las labores en el hospital y las atenciones hacia su pequeña pero estable y relativamente feliz familia, conformada por sus padres y sus dos hermanos menores, al menos en lo que respecta a su círculo más cercano. Por ello, los días habituales de Eulalia consistían en trabajar en el hospital, llegar a casa con una sonrisa, comer con todos, dormir un rato, despertar y pasar sus horas siguientes en tareas domésticas que compartía con su madre, en jugar con sus hermanos o en la lectura.

Sin embargo, un día todo cambió…

En efecto, cierta mañana el director del hospital convocó al personal para presentar al nuevo médico que acababa de llegar: el Dr. Joaquín, un tipo inteligente, guapo y alto, venido “de buena familia”, pero con un cierto aire de arrogancia. Todas las demás enfermeras y casi todos los enfermeros fueron, pero Eulalia se quedó atendiendo a un paciente.

Pasados unos cuantos días, Eulalia todavía no había cruzado palabra alguna con el Dr. Joaquín, y apenas lo había visto de lejos, aunque a sus oídos ya habían llegado los rumores que lo retrataban como un tipo orgulloso, como uno de esos hombres que miran a casi todos “por encima del hombro”. Eso hacía que ella no tuviera muchos deseos de conocerlo, pero un día la convocaron para que lo ayudase con la extracción de una bala en la pierna de un paciente…

Pese a los rumores, cuentan que Eulalia quedó prendada del Dr. Joaquín cuando lo vio de cerca, al punto de que sus manos temblaban ligeramente cuando le pasaba los instrumentos, llegando incluso a equivocarse en lo que respecta a entregar el instrumento correcto…

Después de ese primer encuentro, Eulalia empezó a enamorarse apasionadamente del Dr. Joaquín, a pesar de que le decían que no le convenía, que el tipo era un egocéntrico y que coqueteaba con una y otra enfermera. No obstante ella siguió en su afán, diciéndose que sus compañeras estaban exagerando o simplemente justificando a Joaquín cuando no podía dudar de tales o cuales críticas que sobre él se cernían. De ese modo, pasados algunos meses ella consiguió su propósito y el Dr. Joaquín cedió a sus encantos, aceptando ser su novio.

Durante un largo tiempo Eulalia se sentía la criatura más dichosa del mundo, y su pasión crecía como un incendio a pesar de que Joaquín no parecía amarla con la misma intensidad e incluso, según las malas lenguas, coqueteaba con otras chicas a espaldas de ella.

Tras poco más de un año de noviazgo, Eulalia se sorprendió cuando cierto día Joaquín le propuso matrimonio, a lo cual ella accedió con el cándido entusiasmo de una quinceañera enamorada. Sin embargo era necesario esperar para la boda, ya que antes Joaquín debía irse a un seminario de 15 días en otra ciudad.

Antes de irse él le pidió que le planchara y preparara un fino traje, ya que debía estar impecable y elegante en el seminario. Entonces ella aceptó y, justo un día antes del viaje, él fue a recoger el traje y a visitarla, hablando tendidamente con ella y despidiéndose entre abrazos, besos y promesas de amor eterno…

Tan solo una semana tras la partida de Joaquín, Eulalia ya lo extrañaba como si hubiese estado ausente varios meses, por lo que a veces adoptaba una actitud de melancólica nostalgia.

Paralelamente, justo después de una semana cumplida desde el último día en que vio a Joaquín, un enfermero la abordó cuando estaba sola, le declaró su amor y le pidió que por favor lo acompañara a una fiesta como su pareja de baile, pero ella se negó y le dijo que si acaso no recordaba que el Dr. Joaquín y ella tenían una relación… Asombrado y algo herido, el enfermero la miró y le dijo que no entendía cómo es que nadie le había contado que Joaquín renunció en el hospital y se fue a un viaje de luna de miel con su nueva esposa…

Las palabras del enfermero habían dejado completamente helada a Eulalia, con esa mezcla de dolor y consternación que alguien siente cuando inesperadamente le informan que su madre o alguien muy querido ha muerto, aunque con la enorme y gran diferencia de que en la mirada de Eulalia latía la decepción. Por eso ella no acertó a decir nada, y solo agachó la cabeza y se fue, caminando con la leve esperanza de que aquello fuese un invento del enfermero para salir con ella. Pero a la mañana siguiente fue y averiguó en los registros, y efectivamente Joaquín había renunciado, por lo cual era lógico asumir que lo de la luna de miel era también cierto, tal y como decían muchas más personas además del enfermero…

Desde su decepción amorosa, Eulalia jamás volvió a ser la misma. Nunca había tenido un novio antes, y solo le había gustado uno que otro chico durante su adolescencia, siendo con Joaquín con quien supo lo que realmente era el amor. Sentía que su corazón era un jarrón despedazado sobre el árido suelo de la vida, y al parecer ni ella misma quiso recoger los pedazos y recomponerlo, ya que permitió que la amargura fuera apoderándose progresivamente de ella, hasta convertirla en un ser frío, silencioso y sombrío, en una mujer que no volvió a vincularse a ningún hombre porque se abandonó a la idea de que todos “eran iguales”, y en una enfermera que realizaba su trabajo con el alma empolvada por el tedio y el desgano, descuidando a los enfermos hasta el punto de que algunos murieron por sus negligencias al olvidarse darles la medicación, a pesar de ello no fue despedida porque, sus compañeros y superiores la apreciaban y pensaban que tarde o temprano volvería a ser la chica trabajadora y dedicada a los pacientes que siempre había sido.

Pasaron así los años y un día la enfermedad cayó sobre ella, transformándola en una paciente más del hospital donde por décadas fue indiferente hacia el malestar de los enfermos que tan mal atendía. Ella era la abandonada ahora. Sin embargo, en lo profundo de su soledad, la reflexión le ablandó el corazón y, antes de morir, se arrepintió de haber sido tan mal enfermera, falleciendo sin poder perdonarse a sí misma, y con el anhelo de enmendar de alguna forma sus errores pasados…

Tras la muerte de Eulalia, en el hospital comenzaron a surgir testimonios de gente que era atendida por una amable enfermera que no parecía pertenecer al personal del hospital. Una chica joven con la ropa impecable, perfectamente planchada, tal y como la llevaba Eulalia en vida. Normalmente los testimonios eran confusos porque solía atender a los enfermos cuando dormían, se encontraban sedados o estaban muy graves.

En cierta ocasión, una de las enfermeras que trabajaban de noche se quedó dormida en su turno. Su negligencia le podría haber costado la vida a un paciente que necesitaba una importante medicación para tratar una fuerte infección que hacía peligrar su vida. El hombre, semiinconsciente, observó como una enfermera, a la cual no pudo reconocer porque tenía el rostro ligeramente borroso y como desdibujado, le suministró el antibiótico necesario y, mientras lo arropaba, le dedicó una caricia en el pelo. Un par de horas después, la enfermera que se había dormido en su turno se despertó sobresaltada y, acordándose de lo importante que era suministrarle la medicación al señor, salió corriendo hacia su habitación, temiéndose lo peor. Al llegar allí se encontró que, el goteo que mezclaba el antibiótico con el suero, estaba perfectamente colocado y la dosis era la correcta. Aún asustada, le preguntó al paciente quién le había puesto la medicación. La respuesta la dejó helada: “Su compañera rubia, la que tiene la bata sin una sola arruga”.

Ésta fue una de las cientos de veces que “La Planchada” atendió a alguien que necesitaba la ayuda médica o que había sido descuidado por las otras enfermeras. Pocos son los que la recuerdan, ya que siempre atiende a personas graves o cuando están medio dormidas; ninguno puede recordar su rostro con claridad, ya que, casi siempre que se ha dejado ver, lo ha hecho con su cara ladeada o de espaldas. Pero todos los testimonios concuerdan en lo mismo, en lo impoluto de su aspecto y en la perfecta forma en la que están planchadas sus ropas, así como en lo cordial y profesional de su trato. Algunos, de entre el personal del hospital, también dicen haberla visto durante escasas fracciones de segundo entrar o salir de la habitación de un paciente e incluso haber sido despertados por el espíritu de Eulalia cuando dormían en sus turnos, tocándoles el hombro, y comprobando al despertar que estaban solos y que los pasillos del hospital estaban desiertos. Aunque nunca la vieron como una amenaza, ya que ayudaba a los enfermos cuando estos eran descuidados, cosa que se sabía gracias a los múltiples testimonios de pacientes que afirmaban haber recibido tal o cual medicación en ausencia de personal médico.

NOTA: Según varias fuentes esta leyenda es originaria de México, específicamente del hospital de Juárez, pero se cuenta que la planchada ha aparecido en otros hospitales e incluso hay historias similares en otros países. Esta podría denominarse la versión “moderna” de la leyenda que se hizo enormemente popular en el siglo XX en México. Pero existe una versión anterior surgida a raíz de la Guerra de Intervención Estadounidense que enfrentó a Estados Unidos y México, durante dicha guerra perecieron cerca de 25.000 soldados mexicanos, y en los hospitales de campaña las condiciones de trabajo del personal sanitario eran tan duras que era frecuente que las enfermeras se quedaran dormidas en sus interminables turnos. Al despertar, muchas de ellas, acudían rápidamente a seguir atendiendo pacientes y se encontraban que ya habían sido limpiadas sus heridas o suministrada la medicación que precisaban. Al preguntarles quien les había atendido siempre daban la descripción de una mujer rubia con cabello corto y rostro serio, que no correspondía con el aspecto de ninguna de las enfermeras que trabajan en el hospital. Los pocos que trataron de seguirla se llevaron la sorpresa de que parecía esfumarse al doblar una esquina.

La Gitana
Cuentan que un día una mujer caminaba por la calle cuando de pronto una gitana se le acercó corriendo y, en tono muy preocupado y algo agitado, le dijo que era clarividente y que había visto algo terrible en su aura que podría marcarle el destino. Para esclarecer bien de qué se trataba le tomó la mano y empezó a leer sus líneas, sin embargo sus visiones no parecían del todo claras por lo que le dijo a la mujer que debía volver por la noche para así poder ayudarla mejor con las cartas del tarot y la bola de cristal. La mujer le dijo desdeñosamente que no le hiciera perder el tiempo pero aún así la gitana le señaló su casa y le rogó que no olvidase venir esa misma noche.

Al llegar a su casa después del trabajo la mujer recordó las palabras de la gitana y se inquietó un tanto al pensar que si estaba tan preocupada y ni siquiera la cobró podría ser porque en verdad creyó ver algo. No obstante prefirió no ir al lugar indicado, no sabía cuales eran las intenciones reales y acudir de noche a un callejón apartado era muy peligroso.

A la mañana siguiente cuando fue no encontró a la gitana sino a una ancianita que le dijo que la gitana había salido y le había dejado una carta de suma importancia, una carta que debía ser leída cuanto antes fuera posible. Nuevamente la mujer no dio mucha importancia a la gitana y optó por leer la carta cuando estuviese en la comodidad de su hogar.


Una manzana antes de llegar a su casa la mujer tropezó y cayó en mitad de la carretera justo cuando un camión se venía a toda velocidad. El camión le hizo puré casi toda la mitad superior del cuerpo. Fue algo verdaderamente escalofriante.

Cuando la Policía llegó al lugar del accidente un detalle perturbador fue hallado en uno de los bolsillos del pantalón de la mujer. Allí, dobladita, había una pequeña carta que decía:

“Estimada señora, esta carta es para advertirle que el día de mañana no salga usted de su casa para nada, ya que ese día usted morirá atropellada. Ante su ausencia, decidí tirar las cartas del tarot por mi cuenta ya que realmente estaba preocupada por la mancha que vi en su aura… Espero que cuando lea esto no sea demasiado tarde”


Otzy el hombre d hielo
Desde el desentierro de Otzi en 1989, varios de los científicos e investigadores que han tenido contacto con Otzi, han muerto bajo circunstancias inusuales.-
 
Otras mas ...

La caja dybbuk
Desde que Kevin Mannis descubriera este armario bodega de 1920, anteriormente propiedad de un superviviente del holocausto, en una venta de bienes, la caja ha pasado a lo largo de varios propietarios.

Cada uno ha reportado sucesos extraños y perturbadores asociados con la caja. La caja, que estaba llena de mechones de pelo, una flor seca, una copa, un portavelas y una placa hebrea, ha traído terribles pesadillas sobre una bruja a aquellos que lo han tenido.

También se han reportado pérdidas de pelo, golpes, y corrientes electromagnéticas inusuales. La caja sirvió para la película de Hollywood “La Posesión”.


Cocodrilos en las alcantarillas

Durante un tiempo en EEUU se empezó una estúpida moda, tener como mascotas caimanes y cocodrilos, traídos desde Florida, se cuidaban desde recién nacidos en terrarios hasta que empezaban a alcanzar un tamaño considerable, en ese momento los animales perdían su “gracia” pues constituían, además de un peligro, un gasto económico elevado en comida. Ese era el momento de deshacerse de la “mascota” y que mejor manera que dejando en libertad al animal que había ganado el cariño de su dueño tras tanto tiempo a su cuidado .

La leyenda cuenta que el mejor sistema de liberar al animal era por el desagüe del inodoro. Reducidos grupos de estos caimanes conseguían sobrevivir en las alcantarillas alimentándose de ratas y desperdicios e incluso llegaron a reproducirse en las cloacas.

Tras varias generaciones los caimanes supervivientes mutaron y perdieron su visión, así como su pigmentación, convirtiéndose en seres ciegos y albinos que reinaban las profundidades de la ciudad. La leyenda llegaba más allá pues según relatos de terceras personas algunos indigentes que bajaban a las cloacas a refugiarse del frío e incluso algún operario municipal encargado del mantenimiento de las alcantarillas habían desaparecido supuestamente devorados por estos animales.


¿Qué hay de cierto en en esta leyenda?

La leyenda se cae por su propio peso pues ningún caimán o cocodrilo podría sobrevivir a las bajas temperaturas del invierno de New York, además en caso de poder soportar las bajas temperaturas, la acción de los compuestos químicos nocivos que habitualmente se tiran por el desagüe y las bacterias que pueblan las alcantarillas les habrían causado enfermedades que habrían acabado con los reptiles.

Por otra parte recordemos que la leyenda se centra en ciudades como New York, de existir realmente esos animales mutantes se habría encontrado algún ejemplar y más teniendo en cuenta que según las descripciones los cocodrilos alcazaban tamaños considerables.

Aunque la leyenda es falsa si existen casos de suelta de cocodrilos y caimanes en zonas que no pertenecen a su hábitat natural, gente desaprensiva ha liberado en ocasiones animales en pantanos, presas y lagos, lo normal es que estos animales mueran al empezar las épocas invernales pues su entorno natural suele ser en zonas más tropicales. En España por ejemplo se han dado casos en los que se han encontrado en estanques cocodrilos de mediano tamaño así como pirañas y otros peces tropicales. Esto supone no sólo un grave peligro para las personas y mascotas si no también para la fauna autóctona que se encuentra con un depredador para el cual no tiene sistema de defensa.


El roto q engaño al diablo

El Diablo es tan diablo, que hasta los más malvados le temen.

Es que nadie se atrevía con el Diablo, hasta que cierta vez, hace mucho, muchísimo tiempo, se encontraba un roto (persona pobre de malas costumbres) chileno.

Bartolo era un huaso joven que todo le salía mal en ese año: en otoño se le helaron sus cultivos y en invierno se le inundó el sembrado. De pura flaca se murió su vaca. Así que Bartolo dejó el yugo, el arado, la rastra y el rastrón, y partió en busca de mejor suerte.

Tenía familiares en la costa que eran pescadores. «Pero si yo no conozco el mar», se dijo a sí mismo el pobre Bartolo. «Ser minero debe ser más fácil», y se encaminó a los lavaderos de oro, en donde se decía que las pepitas de oro eran abundantes como chicharrones en un plato de porotos.

Pero no encontró oro. Volviendo triste a casa, se preguntaba cómo podría resolver sus problemas económicos. Tenía miedo, pero más que miedo, vergüenza de volver a su familia sin dinero, pues se acercaba la fiesta de aniversario de Chile y él quería bailar una buena cueca con La Peta, la chica más linda y hacendosa de la comarca.

Entonces recordó una idea que tuvo su abuelo para hacerse rico, pero que nunca intentó por miedo: hacer un pacto con el Diablo.

El joven arrogante pensó, «De más que hago pacto con el Diablo», pero apenas se dijo esas palabras, sintió miedo.

Ya entrada la noche, fue al bosque, era una de esas noches sin luna. Con toda la fuerza de voluntad, y con lo que sus pulmones le permitieron, gritó «¡Patas de Hilo!» tres veces, uno de los apodos del Diablo en Chile, como también lo son Malo, Malulo, Cachudo y El Cola en Punta.

Un relámpago abrió de par en par el cielo, la tierra tembló y el joven sintió un olor a azufre.

Entonces lo vio… De barbilla, bigote y rabo; de chispas por los ojos y una risa del demonio.

Bartolo no se asustó, sorprendentemente, y luego ambos comenzaron a hablar de negocios. Bartolo quería venderle su alma, ya que nada más tenía.

—Cien mil pesos y mi alma es tuya —sentenció Bartolo, y al Diablo le pareció un buen precio por un alma, así que se los dio.

—Pero hay que firmar un pacto —dijo el Diablo—. ¿Cuándo queréis que te lleve?

—Hoy mismo —respondió Bartolo, haciéndose el tonto.

El Demonio se extrañó mucho, pues todos le pedían años y años para gozar la vida. Por fin, ambos acordaron que el Diablo vendría a buscarlo mañana. El Malo le pinchó el dedo corazón al huaso, y con su misma sangre, escribió:

«Bartolo Lara,

No te llevaré hoy,

Pero te llevo mañana».

En cuanto el huaso lo firmó, el Diablo lo recibió y desapareció, entre una risa maléfica y una explosión de fuego, humo y olor a azufre.

No hay necesidad de decirlo, el huaso Bartolo aprovechó al máximo sus cien mil pesos, con un caballo, ropa de buena calidad, dinero para sus familiares y dinero para La Peta, con la cual bailó un montón de cuecas.

Se le hizo corto el día.

Apenas anocheció, fue a su cita con el Diablo, el cual lo saludó con su sonrisa endemoniada.

—Muy bien —le dijo—. Mucho gozaste, ahora recibo mi premio.

—¿Cómo que recibes mi alma? —dijo Bartolo irónico—. Tan Diablo eres, y no sabes leer…

De mala gana, el Diablo sacó el pacto, y lo leyó.

«Bartolo Lara,

No te llevaré hoy,

Pero te llevo mañana».

—Es verdad —dijo—, la cosa es mañana.

—Así es —asintió Bartolo—, pero déjeme otros cien mil pesos por el viaje y la puntualidad.

El Malo se los dio.

—¡Mañana te espero! —le dijo al pasárselos.

—Mañana volveré —aseguró el huaso.

Y cuentan que el roto siempre volvía, y el Diablo siempre leía aquel pacto que entraba en una contradicción temporal.

«Bartolo Lara,

No te llevaré hoy,

Pero te llevo mañana».

El Diablo, que se dio cuenta de esto en algún momento, le dijo, ya cansado:

—¡Me has engañado!

Y estalló, ardió; había fuego por doquier. Bartolo no se explicaba cómo era que no le pasó nada.

Las historias cuentan que el roto se mudó del campo hacia el gran Santiago para evitar estar solo en los bosques, y que le apareciera el Diablo.

También se dice que hizo un pacto con la Tierra, la cual lo ayudó con su granja, que ahora que tenía dinero, la mejoró y comenzó su producción.

Pero por los bosques de Chile, cerca de las granjas, cuando los perros se ponen a aullar, los ancianos aseguran que sale el Diablo buscando al huaso roto que lo engaño.


El Pombero

El Pombero es un ser originario de la mitología guaraní (algunos autores difieren en esto), muy popular en Paraguay, en ciertas partes del sur de Brasil, y en zonas argentinas como Misiones, Corrientes o Entre Ríos.

Este ser gusta de acosar y violar mujeres, asesinar a quienes deterioran innecesariamente la naturaleza, y castigan a quienes osan pronunciar su nombre en voz alta o les faltan el respeto imitando su silbido, que según cuentan es escalofriante y de hasta 30 segundos.

Su nombre

En guaraní, el nombre que se le da es “Cuarahú-Yara”, lo cual significa “Dueño del Sol”. Sin embargo, esto es sólo aparente, pues aquel es el nombre de un viejo rojizo con un solo ojo en la frente, dientes de perro, brazos largos y enormes manos. Este ser, según indica el especialista Félix Coluccio, no es una modalidad del Pombero sino un ente diferenciado. Así, los verdaderos orígenes de su nombre habría que buscarlos en el sur de Brasil, donde se llama “pombeiro” al que espía, y en los aborígenes de las pampas argentinas, que llaman “bombero” al explorador que marcha en la línea de avanzada cuando se están efectuando tareas de reconocimiento. De allí, se cree que el nombre puede ser una fusión de ambos, o una deformación de uno u otro.

Versión tradicional del Pombero

Las primeras referencias al Pombero lo muestran como un ser alto, flaco, fornido, feo, y muy peludo. Sin embargo, esta versión carece de importancia en la actualidad, no solo porque prácticamente no existe información sobre la misma, sino porque, de una forma que podríamos llamar “casi oficial”, el Pombero es popularmente conocido como una especie de duende. Esta es la versión tradicional, tanto en el folclore actual como en el de hace décadas atrás.

En la versión (la tradicional) que nos ocupa, el Pombero es una especie de hombrecillo pequeño, feo, fuerte, moreno, muy peludo, de brazos largos y manos enormes, codos y rodillas sin articulaciones (por lo cual hace movimientos toscos y grotescos), piernas cortas con pies invertidos que desorientan a quien lo intenta rastrear, un enorme miembro viril para abusar carnalmente de las mujeres, una barba larga —en ciertas versiones, tan grande que le cubre el miembro—, un sombrero de paja y una bolsa al hombro, aunque lo de la bolsa es dudoso, pues proviene de su confusión con el Kari-Vosá, otro ser mitológico.

Sean cuales sean los detalles de su aspecto, el Pombero ronda por los bosques, suele refugiarse en casas u otras construcciones abandonadas para descansar, y nunca deja de viajar, al menos entre las zonas en que se lo ha visto.

Sus habilidades son diversas: puede hacerse invisible y delatar su presencia a través de algo tan sutil como un escalofrío en quien supuestamente es tocado; puede deslizarse en espacios muy estrechos, correr velozmente en cuatro patas, imitar el canto de muchas aves (sobre todo nocturnas), el silbido de una persona y el sonido de víboras u otros animales.

La misión principal del Pombero es la de cuidar a la Naturaleza, vigilando el monte y velando por las vidas de los animales salvajes. Por ello y si bien permite la cacería, se enfurece cuando ve que un cazador mata más de lo que consumirá, cuando un pescador solo busca entretenerse, cuando un leñador corta madera que no empleará y, en suma, cuando cualquiera produce injustificadamente un daño a la flora o fauna. Su vigilancia es casi imposible de burlar, ya que supuestamente puede metamorfosearse y, por ejemplo, estar observando todo en forma de lechuza…

A la hora de castigar, el Pombero puede ser realmente implacable y cruel. Por ejemplo, en algunas partes de Argentina creen que, si encuentra a un niño cazando pájaros, lo tomará a la fuerza y lo abandonará lejos de casa, muerto o atontado, dependiendo del caso. Concretamente en el Chaco (Argentina), se cree que el Pombero puede chuparles la sangre a los niños, dejándolos secos y colgados de algún árbol…

Tal y como los duendes tradicionales, el Pombero puede ser travieso y fastidioso: libera vacas y otros animales de sus corrales, dispersa gallinas u otros grupos de animales domésticos o salvajes, roba tabaco, desparrama maíz, consume miel si la encuentra a su alcance, se coge los huevos de las gallinas, y tumba a los jinetes de sus caballos, entre otras cosas.

Particularmente conocida es la lascivia del Pombero. Éste, aprovechándose de su invisibilidad, suele despertar a las mujeres con caricias malintencionadas, sobre todo si duermen fuera, como sucede a menudo en verano. Ciertas mujeres han sido violadas por el Pombero, y cuando tienen un hijo de él, suele ser algo parecido al padre, desgraciadamente… En este tipo de afán el Pombero, cuando se ha prendado de la belleza de determinadas jóvenes, ha llegado a raptarlas (dicen algunos que, para esto, puede hipnotizar), las ha violado en el bosque, y ahí las ha dejado abandonadas, generalmente embarazadas, con la ropa rasgada y el cuerpo cubierto de tierra y mal olor (el Pombero apesta). Sin embargo, gusta de violar salvajemente, a manera de castigo, a las esposas infieles y a las jóvenes que han crecido sin bautizarse. Hasta aquí parecería que las elegidas del Pombero están perdidas, pero muchos creen que, si éstas le ofrecen miel o tabaco de buena manera, el Pombero habrá de dejarles intacto “el honor”.

Ahora, y pese a ser violador, el Pombero también tiene su lado sensible con las mujeres. En efecto, en Corrientes (Argentina) creen que éste se suele enamorar de las embarazadas que están gestando niñas, y que las protege cuando duermen o andan solas en la oscuridad, delatando a veces su presencia en algo tan suave como un piar de pollito.

Por otra parte, uno puede ganar la amistad o simpatía del Pombero si le hace regalos. Hay que dejarle tabaco, miel o licor, en algún banco o silla o en un lugar visible atrás de la casa, pronunciando una corta oración o ruego. Cuentan que, si se llega a obtener su amistad, éste cuidará la casa, el rancho, los animales y las pertenencias del favorecido, además de que le guiará donde están las presas más grandes para cazar, los peces más gordos y jugosos, y los frutos más frescos y exquisitos… Sin embargo, ganar la amistad del Pombero no es tarea sencilla, pues las ofrendas deben hacérsele por treinta noches seguidas sin interrupción; aunque también, si se desea un favor concreto —sobre todo en lo que es encontrar cosas perdidas y tener éxito con los cultivos y los animales de granja—, se puede pedir primero el favor, decirle lo que se le habrá de dar por treinta noches seguidas, esperar a que el favor esté cumplido y entonces proceder a cumplirle lo ofrecido. Y es mejor que así sea, porque el Pombero se enfurece cuando hace un favor y no es retribuido…

Como contraparte a lo anterior, hay quienes se han ganado la enemistad del Pombero. Si esto es así, la persona enemistada oirá ruidos extraños en casa, verá objetos que se mueven, puertas que se abren, cosas que se caen sin explicación, o incluso pasos y voces sin fuente aparente… Esa persona mejor no debería salir de cacería, pues el Pombero intentará confundirle en la espesura del bosque, de la cual quizá no vuelva vivo…

Otra cosa a tener en cuenta, es que alguien puede irritar al Pombero sin llegar a ser su enemigo, pero sí experimentando desagradables consecuencias y, de reincidir, seguramente tendrá la enemistad del Pombero. Cosas que lo irritan, además de dañar innecesariamente la flora y fauna, son el pronunciar su nombre en voz alta, el imitarlo (esto hará que conteste con estremecedores sonidos) y el no hacerle jamás ningún regalo. Según creen, posibles consecuencias de irritarlo son episodios de temblor, mudez o confusión, estados todos que el Pombero puede inducir con solo dar un roce de sus manos peludas.

El sonido

El sonido ensordecedor y titánico de un rayo se dejó escuchar por toda la habitación. Con pocos muebles, era una estancia bastante agradable a la vista de cualquier adolescente; un televisor 3D de 43 pulgadas, una litera acomodada de manera casi compulsiva, una computadora reSchmidtte y una repisa con una par de docenas de libros encima de ella, ésta se veía un poco saturada, e intentaba sufrir en una leve curvatura. Ese día todo estaba oscuro, luces apagadas en toda la casa, incluyendo las de aquella habitación; el patio, por su parte, siempre había sido bastante grande y con varios árboles viejos que albergaban algunos pájaros, reptiles y algunas ratas gigantescas de color negro. La casa era grande, con cuatro habitaciones, una sala, la cocina y el corredor que daba a las cuatro habitaciones.

El sonido de las teclas siendo golpeadas por dedos impetuosos era lo único que se dejaba escuchar entre aquella sosegante oscuridad, seguido del clic del ratón. Allí, sentado frente a la computadora, se encontraba un chico de alrededor de diecisiete años de edad, de cabello largo, rostro enjuto y proporciones corporales delgadas, de una estatura promedio, 1.76. El muchacho movía la cabeza de manera compulsiva al ritmo de la música que escuchaba por los audífonos color negro que ocultaban por completo sus orejas; de vez en cuando, la estancia se veía esclarecida por la luz de un rayo, y la silueta oscura de los árboles se veía reflejada en la pared, como pequeñas manos que intentaban tomar al muchacho con delicadeza y sigilo.

Ensimismado en sus pensamientos, el muchacho sólo se limitaba a cantar en voz alta para romper esporádicamente el sutil silencio de la noche, y la lluvia que le acompañaba con su repetitivo silencio. El muchacho leía lo que parecía ser una historia de terror de una bestia antropomorfa, pálida y con garras afiladas capaces de desgarrar la carne de una vaca en un solo ataque. A medida que leía, conocía el modus operandi de aquel monstruo, y su forma de atacar; generalmente a las 12:29 a.m. de los días martes. El muchacho tragó un poco de saliva, pues aquel día era un martes, y eran las 12:10 a.m. Inmediatamente sacó aquellos pensamientos ilógicos de su mente, pues que una bestia del inframundo lo viniera a buscar era literalmente improbable, e imposible. Así que, se quitó los audífonos, se levantó de un pequeño brinco y comenzó a desentumecer los músculos del cuerpo para ir a tomar un poco de agua.

Caminó lentamente hasta llegar al filtro, y con un pequeño vasito de vidrio, tomó agua. Cerró los ojos, y acto seguido, escuchó un pequeño alarido, como el grito de un cerdo siendo golpeado; abrió los ojos rápidamente y miró hacia afuera, la tormenta se agravió y los árboles se mecían con una fuerza increíble, como si un dios furioso estuviera golpeándolos. Esa vez escuchó un golpe en la pared, seguido de un árbol derrumbándose.

Rápidamente corrió hacia su habitación, pero se tropezó con la pared, y con una violencia brutal su cara se estrelló contra el frío suelo… Se levantó sacudiendo la cabeza, y al voltear, vio algo que lo hizo gritar de horror: una bestia que se sostenía en cuatro patas estaba asomada en la puerta de metal, con una mirada vacía y de ojos sin color ni vida, lo observaba con cierta curiosidad. Tras unos segundos, el muchacho racionalizó con un temor increíble, y llegó a la conclusión de que, aquello, era una persona.

El cuerpo de aquella criatura estaba encorvado, en donde se suponía que habría manos existían lo que eran patas con pezuñas afiladas. La cara estaba invertida, de modo que su boca estaba en la parte superior y sus ojos vidriosos en la parte inferior; la boca llena de colmillos afilados desprendía un olor a muerte, pues incluso a la distancia, el muchacho sentía nauseas ante aquel ser de ultratumba. El muchacho salió de su trance incorporándose entre jadeos, y comenzó a caminar en retroceso, y entre un rayo y una luz cegadora, la bestia desapareció.

El joven sintió un dolor de cabeza insoportable y contuvo el vómito en la garganta; se apresuró a correr a su cuarto, y cuando finalmente llegó a la puerta, estaba cerrada, trancada… ¿trancada? Recordó que antes de salir a la cocina la dejó entreabierta. Por unos segundos pensó que si todo aquello sería un sueño, pero otro chillido igual que el anterior lo sacó de todas sus dudas, y entre un último rayo fulminante, sus esperanzas desaparecieron al quedar totalmente a oscuras por un corto eléctrico.

El muchacho sintió unas ganas de gritar abrumadoras, de pedir auxilio; pero supuso que nadie lo escucharía entre el sonido de aquella tormenta. En un último gesto de confianza y esperanza en sí mismo, tomó un bate de béisbol y una linterna, que al intentar encender, sólo lanzó una pequeña ola de luz, antes de que cayera en cuenta de que estaba descargada. Su última esperanza era la luz natural de los relámpagos.

Caminó lentamente por el pasillo y vio una figura relativamente grande cruzando a la sala. Con manos y piernas temblorosas, se dirigió hacia allí lentamente, y cuando estaba en la pequeña estancia, no pudo ver nada, pero sintió que algo pesado se dejó caer detrás de él. Volteó rápidamente, y lo que estaba allí lanzó un chillido desgarrador, y el muchacho sintió una extraña sensación en su pantalón. Cuando intentó gritar, unas garras le desgarraron el cuello, hasta el punto de dejar su cabeza colgando de un pequeño jirón de carne sanguinolento, con los ojos desorbitados y un rictus de horror. Cayó de manera lenta al suelo, bañándolo en un icor rojizo… Aquella noche, sus gritos se ahogaron entre su propia sangre.

Cuenta la historia que aquel ser aparece la madrugada de los martes a las 12:29 a.m., con cierto clima, y después de haber leído esto…



Hay tienen mas en la tarde bye ....
 
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El alumno nuevo


Esta historia me sucedió hace algunos años y fue un evento muy traumático, tanto, que había preferido nunca contarlo. Sin embargo ahora me he decidido a hacerlo como una forma de desahogo y para demostrarme a mí mismo que aún me queda valor para enfrentarme a los viejos fantasmas del pasado.

Era el primer día de una nueva etapa escolar: la entrada a nivel secundario. En la cual uno deja de ser un niño y pasa a ser adolescente. Una época de cambios, donde la descarga hormonal en el torrente sanguíneo nos vuelve inestables, inseguros, y al mismo tiempo nos da esa sensación de ser invencibles, de poder realizar cosas imposibles. Somos temerarios y crédulos. Es en esa etapa donde se define la persona que seremos en el futuro. En mi caso, ese futuro se veía lleno de oscuras nubes. Sobre todo por lo que pasó ese día. Un día emocionante para todos los novatos, un nuevo colegio, nuevas personas a quienes conocer y nuevos profesores a quienes admirar y otros a quienes odiar.

«Llegó el gran día del cambio, el inicio de una nueva etapa en la que me convertiré en hombre», pensé, «En esta escuela puedo ser una persona muy diferente a la que fui, aquí nadie me conoce y le sacaré partido a eso». Esos eran mis pensamientos mientras me dirigía al umbral del colegio. Una renovada puerta de metal macizo me hizo preguntarme si había sido sacada de alguna prisión o correccional.

Tan sumido iba en mis pensamientos y emociones que torpemente tropecé con los peldaños de la pequeña escalinata de la entrada. No hubiera sido tan malo si no hubiera pasado justo cuando sonó la campana de entrada, y todos voltearon a verme despatarrado en el suelo.

Claro, las carcajadas no se hicieron esperar. Con desesperación me levanté y entré corriendo a la institución educativa. Quería correr a toda velocidad para huir de las burlas, pero me había torcido un tobillo y cojeaba. Aun así trataba de avanzar rápidamente y, claro, las cosas empeoraron. Me detuvo el director de la escuela por ir «demasiado rápido». «No está permitido correr en los pasillos», me dijo. «Se nota que eres nuevo, te dejaré ir por esta vez», continuó mientras mantenía la mandíbula apretada como conteniendo la ira. Toda la presión de su mandíbula la pude sentir en mi brazo atenazado por sus manos largas y huesudas.

Me hizo daño en el brazo izquierdo, así que ahora cojeaba del pie derecho mientras que el brazo izquierdo lo tenía encogido a la altura de las costillas. Me imaginé a mí mismo mientras renqueaba como si fuera el jorobado de Notre Dame. «Excelente comienzo en el cole», pensé, «Ya no sé qué podría ser peor». Con la cojera y el brazo lastimado, apenas llegué a tiempo para la primera clase. Entré al salón y resultó que me había equivocado de aula. La mirada burlona de todos los demás alumnos las sentía en la espalda cuando me retiraba a buscar el aula correcta.

Por fin llegué, obviamente con retraso y el profesor me pidió mi nombre y me bajó un punto por impuntual. Dijo: «Deben aprender que la puntualidad en mi clase es muy importante, así que debo darles un claro ejemplo de lo que sucederá si rompen esa regla». «Aquí tengo un profe al que odiar», pensé.

Las horas de clase fueron tediosas y por fin llegó la hora del almuerzo. Al ser el primer día, les había dicho a mis padres que me arriesgaría a comer lo que ofrecieran en el comedor, a sabiendas de que esa comida no tiene muy buena reputación. Y los rumores eran ciertos. La comida era basura, pero yo tenía tanta hambre que devoré lo que había en mi plato, que era algo así como una combinación de puré de papa con engrudo; el sabor era espantoso pero aun así lo deglutí al no haber más opciones.

Las siguientes dos horas transcurrieron sin más situaciones incómodas, pero un poco después, una sensación recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Un tremendo escalofrío me dejó pasmado: «No, puede ser. ¡No por favor, Dios, no ahora!», imploré mentalmente. Pero mis plegarias fueron respondidas con un terrible dolor abdominal. Sabía muy bien lo que significaba aquel espasmo: «¡No, diarrea, no! ¡Maldita comida del infierno!», gruñí, y con cada maldición que lanzaba hacia la cocina y la cocinera responsable de mi estado, los cólicos y el dolor iban en aumento. «¡No puedo permitir que me suceda un accidente aquí mismo, no ahora! ¡Tengo que salir de aquí e ir al baño!» pensé con angustia. Haciendo un gran esfuerzo para que no se me notara mi infierno personal, le pedí permiso al profesor para salir al baño. El muy desgraciado se negó diciendo que en su clase no daba tales permisos.

La urgencia de mi situación me dio el valor para mandarlo al diablo y salí sin su permiso, y mientras me amenazaba con reprobarme la puerta del aula se cerraba a mis espaldas. Fui recorriendo pasillo por pasillo la enorme escuela. No había ni un alma. Todos estaban en clases y yo no sabía dónde había un maldito baño. Tres niveles tenía ese colegio y los tres los recorrí en medio de un sufrimiento tan grande como lo es el resistir el embate de un intestino enfermo, con un brazo lastimado y con un tobillo torcido. La eternidad existe, yo la pude comprobar mientras iba como un alma en pena pasillo por pasillo, nivel por nivel.

No encontré nada en los dos primeros pisos. «El tercero debe ser el indicado», pensaba. Un sudor frío me perlaba la frente y me empapaba la camisa, producto del tremendo esfuerzo que estaba realizando. Todo el tercer nivel lo revisé y nada, entonces encontré un corredor que parecía demasiado oscuro para estar a plena luz del día. Pero mi situación me hizo recorrerlo sin ningún temor.

La oscuridad me iba envolviendo con cada paso que daba pero no me importaba. Seguí avanzando y alcancé a ver la puerta de los baños. «¡Por fin, gracias, Dios!», pensé, y me acerqué a la puerta. Esta estaba ennegrecida, como chamuscada, y recordé que la escuela acababa de ser reinaugurada debido a que hubo un incendio.

Recordé que durante el almuerzo había escuchado a unos alumnos decir que en el incendio murió el antiguo velador y que su fantasma a veces se dejaba ver por el colegio. Otro de esos alumnos lo negó y dijo que el velador no murió sino que quedó desfigurado completamente pero que aún vivía en la escuela porque no tenía casa propia. Esos recuerdos se disiparon rápidamente cuando llegué a la puerta del baño de hombres. Con temor de que estuviera cerrada, giré la perilla.

La puerta se abrió y corrí como pude a uno de los privados para poder desahogar las tremendas contracciones de mi pobre sistema digestivo. Muchas sensaciones se agolparon en mí. Dolor, angustia, rencor hacia la cocinera, hacia el director y los maestros. Al final quedó un profundo alivio; lo había logrado. Me disponía a marcharme cuando entonces lo inimaginable sucedió: las luces comenzaron a parpadear y de pronto la oscuridad se hizo presente. Me estaba jalando los cabellos de desesperación por todo lo malo que me pasaba cuando llegó la luz nuevamente. Suspiré aliviado pero entonces al disponerme a salir del privado vi algo terrible, algo que nunca imaginé que podría suceder y que me sacó un grito de verdadero horror: «¡NO! ¡Maldita sea, no hay papel!».

Mi voz retumbó en todo el baño y me fue devuelta en forma de interminables ecos. Lágrimas de rabia asomaban en mis enrojecidos ojos. Con los puños apretados di un fuerte golpe a los paneles del privado. En eso, mi rabieta fue interrumpida por una voz.

«¿Necesitas ayuda?», me preguntó la persona que estaba en el privado contiguo. En mi desesperación por entrar al baño no me fijé si había alguien más ahí. Suspiré aliviado y con mucha pena por todo lo que había gritado le dije que sí.

«Toma, te paso el papel por abajo». Ahora eran lágrimas de agradecimiento, estaba conmovido y mi fe en la humanidad se había restaurado completamente.

Vi el blanco rollo de papel asomar por debajo del panel derecho del privado… sostenido por una mano completamente descarnada y sanguinolenta.

Ese mismo día me cambié de colegio.

Los alumnos aún hablan de lo que le pasó a uno de los alumnos de nuevo ingreso. Era un tipo discapacitado que cojeaba, que enloqueció y que se salió corriendo de la escuela gritando con los pantalones bajados…


**El diamante de la esperanza
**
Esta joya que ahora reside en el Smithsonian se estima en un valor de 200-250 millones de dólares.

Algunos dicen que se paga con la vida, sin embargo. Los que han poseído o custodiado la gema se han enfrentado a la tortura, la decapitación, el suicidio, el encarcelamiento y la vergüenza. Ese es el alto precio a pagar por este piedra.-


El Penitente de Ovruch



Esta leyenda, muy poco conocida por ser propia de la pequeña ciudad ucraniana de Ovruch, es una de esas leyendas tan jóvenes (surgió a finales de los noventa) que recién acaba de superar el ámbito de rumor urbano.

Cuentan en Ovruch que existe un espectro, un fantasma que algunos han visto penando de madrugada, siempre alrededor de una iglesia, siempre en noches cuando la soledad ha impregnado los alrededores del sitio en que se ha aparecido. Dicen que tiene dedos anormalmente largos, que viste de negro y que tiene un rostro que evidencia juventud pese a su monstruoso aspecto: cara aplanada, boca alargada y amplia, un ojo más grande que el otro y el cráneo deforme, terminado en una puntuda protuberancia sobre la que cuelga su larga y despeinada cabellera rubia.

Todos los que lo han visto han relatado que caminaba y caminaba alrededor de la iglesia en que se aparecía; que a veces se detenía, se arrodillaba y lanzaba unos gritos escalofriantes pues tenía una voz carrasposa, grave, pero sobre todo empañada por una angustia que hacía pensar en los torturados del Infierno y matizada por “un algo” indescriptible que denotaba un odio salvaje y abismal, difícil de encontrar incluso en la peor escoria criminal.

Pero lo más curioso de todo es que jamás ha sido visto antes de la una de la madrugada y que siempre, en todas sus apariciones, no ha habido nadie o prácticamente nadie cerca de la iglesia elegida. Es como si no quisiera ser visto, como si evitara dar a conocer su identidad. Además, se cree que sólo se manifiesta cuando no hay luna.

Quienes han tenido el valor de acercársele han contado que el espectro salía de su abstracción (todos dicen que siempre estaba como absorto en sus pensamientos), que se volteaba, rugía potentemente, se tiraba al suelo delante del testigo, miraba hacia arriba con gesto agonizante y, después de que sus ojos se volvían completamente negros, su cuerpo translúcido se llenaba de fuego y el espectro desaparecía entre alaridos de dolor…

Nada cierto se sabe acerca de cómo empezó todo; no obstante, no más de cinco años tuvieron que pasar desde el inicio de las apariciones para que una versión sobre su origen se hiciera conocida y terminase siendo aceptada como real.

En 1986 se dio la famosa tragedia de la central nuclear de Chernóbil. Fue el accidente nuclear más grave de la historia: Prípiat y Chernóbil se convirtieron en ciudades fantasmas, 172 pueblos fueron desalojados y unas 90.000 personas tuvieron que ser redistribuidas por toda Ucrania. Se declaró entonces una zona de exclusión, unas zonas con control permanente y otras con control periódico, todo dentro del área afectada por la radiación, área en la cual ciertas localidades, tales como Ovruch, no fueron lo suficientemente afectadas como para ser desalojadas o sometidas a controles.

Inmediatamente después de la tragedia de Chernóbil, unas cuantas familias emigraron a Ovruch en busca de una nueva vida. Sin embargo, cuentan que a inicios de los noventa una viuda madre de cinco hijos llegó tras ser haber sido expulsada de Prípiat. En otras palabras, la mujer y sus hijos habían estado viviendo en Prípiat sin que los controles los detectaran, lo cual no es muy difícil de creer teniendo en cuenta que, incluso en la actualidad, existe la leyenda urbana de que en Prípiat vive gente.

Según dicen, al llegar a Ovruch la mujer y sus hijos fueron conducidos a la casa de un tío, donde llevaron una vida relativamente normal hasta lo ocurrido a comienzos de 1996. Sólo dos detalles hacían que su vida no fuera completamente normal: el primero, que nunca se vio salir a la calle al menor de los cinco hijos, únicamente se vio a los otros cuatro; el segundo, que de vez en cuando se escuchaban gritos de dolor provenientes de la casa.

Sin embargo, en cierta fría madrugada todos los vecinos del barrio se despertaron tras oír gritos en una casa. “¡Los odio, los odio!”, era lo único que todos recuerdan escuchar aparte de unos cuantos chillidos de angustia, las detonaciones de una escopeta y los “¡Estoy ardiendo!”, previos a la escena del joven envuelto en llamas que salió a revolcarse en la acera mientras su vida se apagaba.

Tras venir a la escena, la policía encontró muerta a la madre, al tío y a los cuatro hermanos del joven, quien al parecer se había auto-incinerado. La prensa no dio mucha importancia al asunto; nadie supo con certeza el porqué, simplemente se especuló que había existido presión policial para que el suceso cayera en el olvido…

Algunos vecinos le habían dicho a la policía que a veces habían oído gritos de dolor provenientes de la casa. Alguien incluso afirmó escuchar una vez lo siguiente: “¡Mi cuerpo se quema, todo es tu culpa, todo es tu culpa por quedarnos en Prípiat, vieja estúpida!”. No obstante, la policía le restó importancia, creyendo que era un simple individuo en busca de protagonismo. Con todo, lo último que se supo fue que, según los análisis forenses, no existía gasolina u otro compuesto que permitiese pensar que el joven se había suicidado auto-incinerándose: al parecer, era un extraño caso de “combustión espontánea” ligado a lo que los forenses catalogaron como “alteraciones genéticas”.-


La cancion de la muerte
Existe una canción muy famosa en el ámbito musical, y no precisamente de manera agradable. Estamos hablando de “Gloomy Sunday”, creada por el compositor húngaro Rezso Seress en el año de 1933, y que es la que nos ocupa en la leyenda urbana del día de hoy.

cancion

Gloomy Sunday surgió justamente un domingo, a raíz del estado melancólico en el que se encontraba Seress, a causa de la ruptura con una novia que tenía. Más tarde, un amigo suyo que también se dedicaba a la música, Laszlo Javor, se encargaría de escribir una letra para la canción.

Su reputación como canción maldita comienza a partir del hecho del esparcimiento de varios rumores, que afirmaban haberla encontrado en los tocadiscos de personas que acababan de cometer suicidio, así como papeles con la letra escrita en las manos de las mismas. Y aunque no hay pruebas que confirmen la veracidad de dichos sucesos, fueron los mismos los que colocaron a “Gloomy Sunday” como una de las melodías más perturbadoras para muchas personas a través de los años.

Cuando Billy Holiday, interpréte estadounidese, realizó su propia versión de la canción, no fueron menos los muertos que registrarron por aquella época, convirtiéndolo en el cover más popular. Se dice que “Gloomy Sunday” es responsable del suicidio de más de 100 personas.

Quizá lo más irónico y que contribuyó a incrementar su fama de pesadilla, es la muerte de Reszo Seress en 1968. El compositor terminó con su vida, arrojándose desde lo alto de una ventana mientras se encontraba en un piso de Budapest. Actualmente, la canción ha sido utilizada en múltiples ocaciones como parte de elementos de la cultura popular; ejemplos de ello son que se puede escuchar en la banda sonora de “La lista de Schindler” o durante un episodio de Halloween de Los Simpson.-


La mujer de la boca cortada

Existe una leyenda urbana muy famosa en Japón, que habla acerca de Kuchisake-onna, que viene a significar “la mujer de la boca cortada”. Esta aparición es un yokai o espíritu maligno, que se dedica a asustar a los vivos debido a que en el pasado, fue una persona con muy malos sentimientos. La historia cuenta que antiguamente había una mujer muy bella, la cual contrajo matrimonio con un honorable samurai.

mujer de la boca cortada

Sin embargo, debido a su belleza no dejo de ser cortejada por muchos hombres, cosa que aprovecho para serle infiel a su marido. Un día, este la descubrió mientras se encontraba con uno de sus amantes y montó en cólera.

En venganza, tomo su espada y le cortó la boca rasgándola de oreja a oreja, quedando su rostro desfigurado para siempre.

-¿Ahora sigues creyendo que eres hermosa?-le había preguntado con resentimiento.

Desde entonces, empezó a vagar por las calles japonesas cubriendo su cara con una máscara que le cubría la boca. Cuando alguien se acercaba, ella se aproximaba hasta él y le preguntaba.

-¿Crees que soy hermosa?

Cuando las personas le respondían que no, la mujer sacaba unas enormes tijeras y les cortaba la cabeza de un tajo. Pero cuando respondían que sí, tampoco se libraban de un amargo destino, pues entonces sus bocas eran cortadas para que compartieran el dolor de aquel espíritu vengativo.

Cuentan que solo hay dos formas de librarse de Kuchisake-onna. La primera es respondiendo con otra pregunta, “¿tú crees que soy hermoso?”, lo que la confundirá y le dará tiempo a sus víctimas de escapar. La segunda es ofreciéndola alguna golosina como gesto de buena voluntad, tras lo cual se quedará complacida y se marchará junto con el obsequio.

Si alguna vez viajas a Japón y ves a lo lejos una mujer enmascarada, quizá sea mejor que huyas antes de que se acerque.


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Algunas mas ...un poco mas pero es q se me esta acabando los megas y voy a aprovechar para adelantarles por los días q no me conecté..días atrás espero les gusten floreros ..ahí les van ...



- La Maldicion De Carmen Winstead
Finalizada la hora del almuerzo escolar, la maestra les comunicó a los alumnos que la junta directiva había planificado un simulacro de incendio en el que todos debían participar.

Poco después sonó la alarma y los alumnos salieron para reunirse en el patio. Era un día caluroso, con el cielo despejado y un sol que hacía arder la piel, llenando las frentes de los estudiantes con pequeñas gotas de sudor.

La maestra comenzó a leer la lista de nombres. Todos alzaban la mano y decían “presente” de forma mecánica, consumidos por el aburrimiento. Sin embargo, una chica de un grupo de cinco amigas se fijó en el hecho de que Carmen (una compañera de clase) estaba de pie junto a la alcantarilla, a la que le faltaba la tapa desde hacía semanas, y aún faltaba bastante para que la maestra leyera su nombre. Sus ojos brillaron. Carmen estaba entre las últimas de la larga lista organizada en orden alfabético: ¿qué pasaría cuando la llamen si caía en la alcantarilla? “¡Carmen está en la alcantarilla!”, podrían corear y entonces todos reirían a carcajadas y la pobre Carmen sería el hazme reír. Quién sabe, incluso podrían terminar por bautizarla como “La Chica de la Alcantarilla”. La oportunidad de romper el aburrimiento y hacer historia era perfecta, así que les comunicó discretamente la idea a sus cuatro amigas y todas empezaron a agolparse en torno a Carmen, fingiendo torpeza para empujarla y hacerla caer sin que aquello pareciese premeditado…


La maniobra fue perfecta, Carmen apenas emitió sonidos de queja mientras la hacían caer y, cuando dijeron su nombre, las cinco chicas empezaron a gritar: “¡Ella está en la alcantarilla¡ ¡Ella está en la alcantarilla!”.

Un mar de carcajadas se desató, pero las risas empezaron a silenciarse cuando la maestra se acercó a ver y, antes de que emitiera palabra alguna, se giró y miró a todos con una mueca impregnada de angustia y terror. La situación no inspiraba risa alguna: Carmen había caído de cabeza en el hueco y al aterrizar su cabeza se había torcido hacia un lado en una posición totalmente imposible, su cara casi sin piel después de haberse raspado contra las paredes de la alcantarilla en la caída y una mueca espantosa como si hubiera tratado de gritar y no hubiese tenido el tiempo suficiente. La sangre se dispersaba en un charco que se mezclaba con el excremento húmedo y maloliente que impregnaba todo su cuerpo.

Las cinco chicas se acercaron a ver. Una lágrima asomó tímidamente en la mejilla de la autora de la broma mientras sus ojos atónitos contemplaban como una gorda cucaracha yacía sobre lo que alguna vez fue el rostro de Carmen, moviendo sus antenas como para ver si todo estaba bien. Pero nada estaba bien, y ella y cada una de sus amigas se sintieron como uno de esos repulsivos insectos cuando la Policía vino y determinó que Carmen tenía el cuello roto y estaba muerta. Según dijeron, al caer Carmen se golpeó con las escaleras metálicas, de tal forma que perdió la cara y después se rompió el cuello al estrellarse contra el cemento.

Minutos después se llevaron el cadáver de Carmen, acompañado por una procesión de moscas cuyos zumbidos eran casi el único ruido en medio del fúnebre silencio. Ese día hubo un interrogatorio después de clases. Todos debían ir.

En el interrogatorio las cinco chicas dijeron que fue un accidente y que ellas fueron testigos. La Policía les creyó y el caso de Carmen Winstead se cerró, pero algo aún más siniestro había comenzado…

Meses después, compañeros de clase de la fallecida Carmen empezaron a recibir correos electrónicos que se titulaban “La empujaron” y afirmaban que a Carmen la habían empujado, que su muerte no era un accidente. También, los correos decían que los culpables debían asumir la responsabilidad del crimen, pues de lo contrario habría terribles consecuencias. La mayoría pensó que los correos eran una farsa elaborada por alguien que quería divertirse causando temor, pero otros no estaban tan seguros.

Transcurridos unos pocos días tras la cadena de correos, la chica que ideó el plan para ridiculizar a Carmen estaba bañándose cuando de pronto oyó una extraña risa. Cerró el grifo para oír mejor: la risa parecía venir del interior de la ducha. ¿Acaso se estaba volviendo loca? Aterrada, se secó rápidamente, se vistió, se despidió de su madre nerviosamente y se fue a dormir más temprano que de costumbre. Cinco horas después su madre se despertó al oír un portazo en la puerta de entrada. Su hija no estaba en la habitación ni en lugar alguno de la casa. Llamó a la Policía, pero los agentes poco podían hacer al respecto, ya que no se podía interponer una denuncia en personas desaparecidas hasta que transcurrieran 48 horas, aún así prometieron a la desconsolada madre patrullar las calles cercanas para buscar a su hija. La búsqueda de familiares y amigos tampoco tuvo éxito y la chica no apareció aquella noche.

La mañana siguiente mientras el conserje del colegio limpiaba las hojas secas del patio, se encontró que la tapa de la alcantarilla (que habían vuelto a colocar después de producirse la trágica muerte de Carmen) había sido levantada y apartada a un lado. Al asomarse descubrió algo realmente escalofriante. Parece que la chica desaparecida la había retirado antes de lanzarse de cabeza por el conducto y se encontraba en el fondo con el cuello roto y la cara destruida, borrada por los golpes que se había dado al caer y golpearse con las escaleras metálicas de las cloacas. Una muerte idéntica a la que sufrió Carmen.

El mismo destino les esperaba a las otras cuatro culpables de la muerte de Carmen. Tras la muerte de las dos primeras un equipo del ayuntamiento soldó la alcantarilla para que nadie más pudiera abrirla. Sin embargo eso no pareció impedir a la tercera víctima arrancarla del suelo, algo que requería una fuerza sobrehumana. Por supuesto esa fue la gota que colmó el vaso y se decidió colocar vigilancia las 24 horas del día en ese peligroso punto de encuentro para “suicidas”.

Las dos víctimas restantes murieron de la misma forma, pero el espíritu de Carmen en esta ocasión las guió hasta alcantarillas cercanas a sus domicilios, la vigilancia podría frustrar sus planes. Una por una cayeron en las alcantarillas, perdiendo el rostro y rompiéndose el cuello. Todas se habían quedado dormidas antes de su trágica muerte, en ese momento cuando se encontraban más vulnerables, Carmen aprovechaba para poseer sus cuerpos y guiarlas como si se tratara de un caso de sonambulismo hacia un muerte tan cruel como la que ella había sufrido. Un destino cruel porque podían sentir todo lo que ocurría pero no tenían control sobre su cuerpo.

Pero la cadena de muertes no se detuvo ahí, ya que posteriormente otros compañeros de clase de Carmen también fueron encontrados muertos en distintas alcantarillas, con el cuello roto y el rostro anulado. Ellos y ellas también se habían dormido antes de aparecer muertos…

Resultaba muy inquietante pensar que todos esos otros compañeros muertos no habían creído en los correos electrónicos que afirmaban que Carmen fue empujada. ¿Acaso el espíritu de Carmen se estaba vengando? ¿Podría eso explicar muertes tan extrañas en las que no se entendía cómo diablos los cuerpos habían ido a parar a la alcantarilla sin que nadie advirtiese con claridad el rumbo que las víctimas tomaban antes de ser asesinadas? El espíritu de Carmen Winstead andaba suelto y, quien no creyese que ella fue empujada, corría el riesgo de ser castigado con una muerte semejante a la de Carmen, muerte que caería sobre él o ella durante las horas de sueño, con un sigilo que solo se rompería al caer por la alcantarilla…

NOTA: Esta leyenda es muy reciente, se empezó a propagar en el año 2006 mediante una cadena de correos en los que afirmaban que si no enviabas la historia a tus amigos Carmen Winstead regresaría del mundo de los muertos a por ti por no creer su historia. Actualmente está resurgiendo en Estados Unidos gracias a mensajes en cadena efectuados en facebook a través de publicaciones en los muros.


Julia Legare

Hace algunos años estaba pasando el rato con unos amigos explorando sitios antiguos, supuestamente embrujados. Nos encontrábamos en la Iglesia Presbiteriana de la Isla de Edisto, en donde una niña llamada Julia Legare fue enterrada en el mausoleo de su familia en 1852.

La gente relataba que se escuchaban gritos sobrenaturales una y otra vez, pero nunca habían investigado su origen. Quince años después, cuando abrieron la puerta del mausoleo para enterrar al siguiente miembro de la familia que había muerto, encontraron el cadáver de Julia hecho un ovillo en una esquina cerca de la puerta, con los brazos estirados, como si aún tratase de encontrar la salida.

Bueno, mis amigos creyeron que sería divertido cerrar la enorme puerta de piedra (que actualmente estaba abierta) conmigo dentro y regresar por la mañana. Esos malditos me dejaron ahí… Intenté abrirla, usando todas mis fuerzas, pero fue inútil, se necesitaron cuatro personas para encerrarme en ese lugar. En medio de la oscuridad, me resigné a pasar el resto de la noche ahí.

Ahora bien, no me suelo asustar con facilidad; pero al estar sentado en ese lugar relativamente pequeño, rodeado de una presión emergente que no podía explicar del todo, la simple oscuridad parecía tratar de devorarme. Sentía un peso apretando mi piel desde todas partes, que incluso me dificultaba respirar. Me senté en la oscuridad por lo que parecieron horas.

Entonces escuché los arañazos. Eran débiles al inicio, estaba seguro de que era mi imaginación, pero se fueron haciendo cada vez más fuertes a medida que el tiempo pasaba. Me acurruqué en una de las esquinas opuestas a la entrada y traté de cubrir mis oídos, pero nada podía detener esa cacofonía ruidosa. Esto quizá solo haya durado unos minutos, pero cada segundo fue una eternidad insoportable.

Luego, un fuerte grito hizo eco en la oscuridad, era un lamento descontrolado lleno de miedo y dolor. Los arañazos se detuvieron, y por primera vez pude distinguir el sonido de una niña gimoteando en silencio, el lamento penoso de alguien sin una pizca de esperanza.

Sentí tal pesar en ese momento, tal dolor, que creo que olvidé cómo estar asustado. Todo su sufrimiento parecía resonar en mi corazón. Inexplicablemente, empecé a disculparme en voz alta por todo lo que le había pasado. Hombre, una parte de mí quería acercarse y sentir un cuerpo al cual abrazar, pero no me atrevía a hacerlo por temor de que realmente encontrara uno.

No sé si me escuchó o si siquiera notó mi presencia, el sollozo continuaba y pude escuchar de nuevo el sonido de dedos arañando la puerta de la tumba. Me quedé dormido en algún momento, lo que sentí como un regalo piadoso del destino. No estoy seguro de cuánto tiempo estuve inconsciente, pero fui despertado por el estrepitoso golpe seco de la puerta chocando contra el suelo de afuera. Supe por la luz gris que venía desde afuera que el amanecer estaba cerca, así que debí de haber dormido por al menos un par de horas.

Me arrastré hacia afuera y fui a un pequeño templo que estaba abierto. Me recargué en la puerta y esperé nervioso hasta que mis «amigos» llegaron. Me les acerqué mientras se reunían alrededor de la puerta, dos de ellos estaban de rodillas en frente de ella con expresiones de sorpresa.

Había manchas de sangre por todo el interior de la puerta, algunas con pedazos de uñas, muchas sin ellos. Me imagino que debió de haber gritado cuando se desprendieron de sus manos, pero no estoy seguro.

Primero me miraron, luego revisaron mis manos, y luego se miraron nerviosamente entre ellos. Yo estaba cabreado con ellos y les conté todo lo que recordaba para que supieran por lo que había pasado esa noche.

Finalmente, después de que me llevaran al auto a regañadientes, alguien habló. Mi amigo me dijo: «Teníamos miedo de decírtelo, pero mira tu cara».

Más tarde me enteré de que muchas veces la gente había tratado de sellar la entrada del mausoleo, lo que incluía candados y cadenas pesados que requerirían de un equipo mecánico para poder quitarlos; pero siempre los encontraban tirados en el suelo junto a la puerta al siguiente día. Esto fue en la década de los ochenta. Parecía como si una fuerza se asegurara de que nunca se volviera a cometer el mismo error del pasado. Esto es algo de lo cual estoy claramente agradecido, pero hasta este día se me hielan los huesos cuando pienso en lo que pasó esa noche.

Cuando me acerqué desde mi asiento y me vi en el espejo retrovisor, vi que había sangre en mi rostro, justo como las manchas que había en la puerta del mausoleo. Tenía líneas rojas en ambos lados de la cara, como si alguien me hubiera puesto sus dedos mientras dormía esa noche, sintiendo el calor de alguien más por primera vez en más de cien años.


La fanática d Hello Kitty

Hace no mucho tiempo vivía una chica que era una absoluta fan de Hello Kitty. Tenía la más increíble colección de merchandising de la simpática gatita y su habitación parecía más un museo que el cuarto de una niña de su edad. Era un chica tímida y muy reservada, y su extraña afición la puso en el punto de mira de un grupo de chicas indeseables que había en su escuela.

Este era un grupo de delincuentes juveniles que se divertían golpeando, robando y humillando al resto de muchachas, pero en su caso el acoso era continuo y diario. Sabían que ella nunca diría nada ni a sus padres ni a los profesores, y eran lo suficientemente listas como para golpearla en lugares en los que no quedara marca o se taparan con la ropa. Tan continuo fue el acoso, que acabó acostumbrándose y cuando la empezaban a molestar se alejaba del dolor pensando en su adorada Hello Kitty. En sus fantasías recorría un idílico mundo donde nada ni nadie podía hacerla daño, y de esta forma aprendió a ignorar el dolor y la humillación.

Las abusadoras vieron cómo los llantos y quejidos se convirtieron en una cara inexpresiva. Y lo que más las inquietaba, era que sus ojos parecían como muertos, vacíos e indiferentes a las palizas que recibía.
La líder del grupo comenzó a darse cuenta de que su comportamiento le hacía perder el respeto de las demás, que veían como era incapaz de doblegarla. La chica no se resistía, no luchaba, no lloraba, era como si simplemente la ignorara. Pero lo que era aún peor…

¡Le daba miedo!.

No sabía el porqué, pero esos ojos inexpresivos con los que la miraba cuando la estaba golpeando, simplemente le helaban la sangre. Un día decidió acabar con el problema y organizó a su banda para seguir a la chica hasta su casa. Aprovechando que sus padres llegaban tarde del trabajo, pretendían infligirle tanto dolor que temblara cada vez que se acercaran a ella. Sabía que eso no lo podía hacer en la escuela o en la calle porque siempre podría haber alguien que las delatara.

La chica al llegar a su casa lo primero que hizo fue ponerse uno de sus pijamas favoritos de Hello Kitty, como cualquier día normal. No habían transcurrido ni dos minutos cuando el timbre de la puerta sonó. Sin pensarlo abrió la puerta y, antes de que pudiera reaccionar, dos chicas de la banda ya la tenían inmovilizada por los brazos. Un momento después la líder entró con una risa burlona.

-¿No te han enseñado a preguntar antes de abrir la puerta? – Sin mediar una palabra más la golpeó con todas sus fuerzas en el estómago, dejándola sin aire y doblada de rodillas en el recibidor de su casa.

Las delincuentes entraron en su casa y cerraron la puerta asegurándose que nadie las hubiera visto. Arrastrándola la subieron hasta su habitación y comenzaron a burlarse de su colección mientras destrozaban una por una sus figuras, sábanas o cualquier otro objeto con el logo de Hello Kitty.

Pero la chica ya se había evadido mentalmente. Sus ojos una vez más se habían vuelto inexpresivos y parecían ajenos a todo dolor o vejación. Probaron apagándole cigarrillos en la pierna, con cortes en su piel, saltando sobre ella… pero todo parecía inútil. Esos ojos fijos, como perdidos, empezaron a atemorizar a todo el grupo y algunas de ellas comenzaron a decir que era mejor irse, que alguien podía llegar o cualquier otra excusa para ocultar la realidad, ¡Se morían de miedo!.

La líder no podía dejar las cosas así y decidió acabar de una vez por todas con el problema.

-¿Sabes qué fue lo que dijo Hello Kitty? – le dijo mientras metía una mano en el bolsillo.

Pero la chica no contestó y continuó inmersa en su mundo de fantasía.

– No puede decir nada – dijo la jefa del grupo – ¡¡¡Porque no tiene boca!!! – y de repente sacó una navaja abierta del bolsillo, con la que le comenzó a arrancar los labios de la chica. Dejando su pijama, sus sábanas y toda su habitación de Hello Kitty manchadas de sangre.

Pero contra todo pronóstico la chica ni se inmutó y continuó mirándola con esos ojos sin vida. La líder de la banda asustada comenzó a apuñalarla en el pecho, le clavó incontables veces la navaja hasta que murió escupiendo sangre y con los pulmones totalmente perforados.

Las demás integrantes de la banda salieron corriendo, pensaban ir a asustarla, en ningún caso habían ido para asesinarla. Pero igualmente eran cómplices y sabían que todas ellas podían ser juzgadas. Para ocultar las pruebas que hubieran podido dejar, la líder prendió fuego a la habitación y en pocos minutos, era toda la casa la que estaba en llamas.

Pero por más que corrieran o se ocultaran nunca podrían escapar de lo que habían hecho, y sin saberlo habían despertado una sed de venganza que la chica no pudo cobrarse en vida, pero sí lo haría en la muerte y desde el más allá como un fantasma.

Todas ellas empezaron a tener horribles pesadillas en las que podían ver los ojos inexpresivos de la chica asesinada mirándolas fijamente. Pero eso no fue más que el principio, cuanto más fuerte era el fantasma, más poder podía ejercer sobre ellas, y un día comenzó el verdadero sufrimiento.

Sin saber cómo, las asesinas comenzaron a sentir que cada vez les costaba más abrir la boca, hasta que un día despertaron con la boca como si estuviera sellada: no podían hablar, no podían comer ni beber, y por más que intentaban forzar las mandíbulas, no eran capaces de despegarlas.

La líder fue la primera que sintió el efecto y la primera en darse cuenta al mirarse al espejo que su boca parecía difuminarse, como si se estuviera borrando, hasta finalmente desaparecer. Parecían un dibujo de Hello Kitty, en el que no existe boca en el rostro de la gatita. Por supuesto que nadie más aparte de ellas podía ver que su cara no tenía boca. Era como si el fantasma jugara con su mente torturándolas.

En un par de días las abusadoras se empezaron a sentir mal, no podían beber y comenzaban a sentir los síntomas de la deshidratación, tenían terribles dolores de cabeza y en sus delirios veían los ojos inexpresivos de la chica mirándolas fijamente en cualquier lugar. Podían sentir como las golpeaban pero no podían gritar, y lo que era aún más inquietante, una especie de fuerza malévola les impedía pedir ayuda. Poco a poco fueron sucumbiendo, rindiéndose al dolor y sus ojos fueron perdiendo brillo, perdiendo vida y volviéndose tan inexpresivos como los de la chica a la que humillaron, golpearon y finalmente asesinaron.

Cuando se iban rindiendo su mente abandonaba su cuerpo y entraban en un coma irreversible. Su mente se evadía y llegaban a un idílico lugar lleno de flores y pequeñas muñecas de hello kitty que jugaban y saltaban divirtiéndose. Era el mundo imaginario en el que la chica asesinada se evadía del dolor.

La líder de la banda fue la última en doblegarse y caer en un coma profundo. A los pocos segundos de llegar a aquel paradisíaco lugar, el cielo se oscureció y las decenas de Hello Kittys que jugaban distraídas se giraron hacía ella mirándola fijamente, con los mismo ojos sin vida que los de la chica.

Había comenzado su verdadero sufrimiento, pues en este mundo no había como escapar del dolor y la chica torturada se aseguraría de que no cesara el dolor hasta que alguien las desconectara de las máquinas que las mantenían con vida en el mundo real, en un coma profundo del que nunca despertarían.

NOTA: Esta historia (totalmente reescrita y readaptada) no puedo asegurar a ciencia si se trata de una leyenda urbana o de un creepypasta. En todo caso me pareció tan aterradora que decidí escribirla y agregarle algunos detalles de mi cosecha propia como el final.


La Novia

Han pasado varios años y al parecer todos han olvidado aquel suceso que les narraré, pero yo jamás jugaría con una mujer. Se dice que en la ciudad de México, hubo una mujer de increíble belleza y dotada de un alma tan pura que todos los hombres querían cortejarla. A ella no parecía interesarle nadie de la ciudad pero se dice que cierto día, caminando por la calle conoció a un joven totalmente desconocido, un joven apuesto y de provincia que venia a trabajar a la ciudad.

Ella no tardó en enamorarse de aquel hombre pues siempre la procuraba y era sumamente caballeroso con ella. Pasó un tiempo y decidieron casarse, ella estaba feliz, sentía que era la joven mas afortunada del mundo, pero el no parecía creer lo mismo.
Cuentan que el día de la boda llegó, ella lucia espectacularmente hermosa con su vestido y aquella felicidad que le iluminaba la cara. Ansiosa llegó a la iglesia, toda la gente importante se encontraba en la ceremonia excepto el novio.
Todos creían que tal vez un contratiempo de 10 tal vez 15 minutos lo demoró pero pasaron varias horas y él nunca se presentó.
Todos trataron de consolar a la joven que sumergida en su dolor no dejaba de llorar preguntándose por que no había llegado el a la boda.
La llevaron a su casa después de calmarla y la recostaron en su cuarto pero ella seguía deshecha, no aceptaba haber perdido al amor de su vida, se levantó frente a un espejo y al verse con aquel hermoso vestido pero con el alma destrozada tomó un cuchillo y comenzó a herirse en el vientre y en el pecho jurando ante un crucifijo que regresaría de la muerte para vengarse de aquel hombre y de todo aquel que hiciera el mismo daño.
La noticia de su muerte se hizo saber por toda la comunidad y según se cuenta, el joven fue visto días después de la boda con otra joven y relatando en las cantinas que el había obtenido lo que cualquier hombre del lugar hubiera querido y que tubo el lujo de despreciarlo.
Noches después fue encontrado en la puerta de la iglesia muerto a cuchilladas pero se dice que el espíritu de la joven cumplió su juramento ya que el difunto tenía un anillo en el dedo, el mismo anillo coHan el cual ella había sido enterrada.
Según la leyenda, cada vez que un hombre deja plantada a una mujer frente al altar, ella vuelve a cobrar su venganza haciendo pagar el dolor que les causan a las mujeres.

Hanako -san

Hanako-San es una niña fantasma (adolescente en algunas versiones) que acecha en los baños de las escuelas japonesas. Los japoneses la llaman “Toire no Hanako-San”, que literalmente significa “Hanako del baño”.

Ella tiene el pelo ligeramente corto, negro y lacio, usa una falda roja y su mirada, según cuentan, es capaz de helarle la sangre al más valiente.

Habita el tercer cubículo de los baños del tercer piso; en otras versiones de la leyenda, el cuarto cubículo; ya que, en Japón, el 4 es considerado un número maldito por su semejanza fonética con la palabra ‘shi’ (muerte). Su espíritu generalmente pena en los baños de mujeres, pero no son pocos los casos de chicos que han salido despavoridos por encontrársela en medio del mal olor, la humedad y la penumbra, ya que ella suele preferir los baños descuidados y poco iluminados, por lo cual los profesores, aprovechándose del miedo que inspira Hanako-San, recomiendan a sus alumnos mantener limpios los baño.


El riesgo de encontrarte con Hanako-San es mucho mayor si estás solo o sola: entonces, ni pienses en abrir la tercera o cuarta puerta, porque allí la vas a encontrar, y la mirada que te dedique rondará tus pesadillas por el resto de tu vida, puesto que la habrás hecho enfurecer al irrumpir su privacidad (eso si consigues sobrevivir)…

Por otra parte, cuentan que, si no abres la puerta tres o cuatro pero sientes una presencia en el baño, muy probablemente se trata de Hanako-San. ¿Existe forma de averiguarlo? Por supuesto, provocándola, incitándola a manifestarse, para lo cual puedes tocar la puerta tres veces, llamarla por su nombre, o hacer la pregunta clave: “¿Hanako, estás allí?”… No es seguro que te responda, aunque si lo hace, la mayoría de versiones cuentan que dirá con voz baja y calmada: “Sí, estoy aquí”. Una vez que sepas que está allí, realmente tendrías que tener agallas para abrir la puerta, pues estará aún más enfadada que en los casos de quienes abren la puerta sin haber preguntado. No obstante, si tienes un examen en el que hayas obtenido la máxima nota, puedes estar tranquilo pues se dice que Hanako-San se calma y desaparece (desvaneciéndose) cuando ve que eres un gran estudiante… Sin embargo, una versión afirma que ella, tengas o no el examen, desaparecerá metiéndose en el inodoro y accionando la válvula…

Ahora bien, hasta ahora solo se ha presentado la visión más extendida de la leyenda, ya que existen conocidas variaciones en las que Hanako-San se manifiesta de formas sencillamente aterradoras:

• En la prefectura de Yamagata, cuentan que Hanako-San no siempre responde con voz calmada: puede responder con voz ronca, como de poseída por el Diablo, y entonces, aunque no mueras, podría atacarte o asumir un aspecto tan monstruoso que necesites varias visitas al psicólogo… O bien, según otra creencia de Yamagata, es mejor que jamás abras la puerta pues Hanako no es una niña sino un demonio que emplea voz de niña para que los curiosos caigan y se queden helados al ver que en realidad se trata de un engendro con tres metros de altura y tres asquerosas y viscosas cabezas de lagarto.

• En cierta escuela de la ciudad de Kurosawajiri, cuentan que, si te metes al cuarto cubículo y dices tres veces “ichibanme hanako-san, nibanme hanako-san, sanbanme Hanako-san” (primera Hanako, segunda Hanako, tercera Hanako), una mano blanquecina aparecerá por encima de la puerta del baño, resplandeciendo espectralmente con su luz de ultratumba…

• En una escuela de la ciudad de Yokohama, los alumnos creen que, si vas al cuarto cubículo del baño de los chicos y le das vueltas al inodoro unas tres veces o más mientras insultas a Hanako-San, una mano ensangrentada ascenderá desde el hueco del inodoro e intentará atraparte.

• Diferente a las anteriores, en muchas escuelas de Japón existe la superstición de que, si te raspas la rodilla en el patio de la escuela, te podría salir el temido “Hongo Hanako”, el cual es como una mancha blanquecina que, según cuentan, de alguna u otra forma te transmite Hanako-San desde su costra, puesto que ésta está llena de ese tipo de hongo.

Probablemente te preguntarás cuál es el origen de Hanako-San, y desde cuándo empezó a hablarse de ella. La verdad es que ésta chica fantasma ha estado en boca de los japoneses desde la década de los ochenta, ya que en ese entonces emergió como leyenda propia de la cultura popular urbana. No obstante hay quienes dicen que ya en los años cincuenta se hablaba de Hanako-San, aunque mucho menos. En cuanto a su origen, se han planteado las siguientes versiones:

• Durante la Segunda Guerra Mundial, Hanako-San estaba jugando a las escondidas cuando ella y los demás alumnos fueron sorprendidos por una alarma de bombardeo, y entonces ella se escondió en el baño y allí murió cuando las bombas enemigas la volaron en pedazos…

• El padre de Hanako-San era un sujeto abusivo, violento, pervertido y medio loco, que cierto día enfurecido la persiguió para matarla, dándole muerte en un baño después de que ésta se escondiera allí.

• Hanako-San murió en un accidente. Unas versiones (en Fukushima) dicen que se cayó por la ventana de la biblioteca de la escuela; otras, más coherentes, que se cayó por la ventana del baño.

• Parecida a la del padre, una versión cuenta que la madre de Hanako tenía problemas mentales y estaba perdiendo progresivamente la cordura, hasta que un día perdió la razón e intentó matar a su hija, dándole muerte en el baño, lugar en el que Hanako se había escondido.

• La más siniestra de las versiones, cuenta que la escuela (muy probablemente un internado) de Hanako estaba en un área boscosa, y Hanako había salido a dar un paseo entre los árboles, cuando de pronto se percata de que un hombre (con un hacha en la mano) la estaba mirando en forma perversa y malintencionada, ante lo cual ella se asustó y echo a correr rumbo a la escuela (que al parecer estaba casi vacía en esos momentos), ocultándose en un salón, donde estuvo agazapada hasta que, ante la proximidad de las amenazantes pisadas, corrió rápidamente al baño, donde se ocultó en el cuarto cubículo, cerrando la puerta con picaporte. Sin embargo el hombre escuchó el ruido de la puerta y sabiendo donde se escondía dijo en voz alta: “”hanako-san asobimashou” (¡Vamos a jugar, Hanako!)… Y entonces comenzó a fingir que la buscaba, hasta que llegó al baño y a hachazos, destrozó la puerta del baño y el despedazó a Hanako…

• Por último, algunos creen que Hanako se suicidó en el baño, cosa que sí es creíble puesto que Japón tiene uno de los mayores índices de suicidios, incluyendo casos de adolescentes y niños, los cuales algunas veces se han matado por la presión social en torno a la obtención de buenas notas, tales como las que hacen que Hanako se desvanezca… ¿será por coincidencia?…


La mano peluda

Hay muchas versiones de la leyenda de la Mano Peluda, pero entre ellas destaca la de la Mano de Horta. Esta versión se originó antes de la Revolución Méxicana, y nos habla de un codicioso e insensible usurero que, al morir, empezó a penar bajo la forma de una mano grotesca, oscura, y asesina…
Corría el año 1908 en la ciudad de Puebla, y los llamados “montepíos” (casas de empeño) abundaban y proliferaban bajo el ala indiferente y corrupta —las autoridades se llevaban parte de las ganancias de los montepíos— del gobierno de Porfirio Díaz.

No era un hecho sorprendente, teniendo en cuenta que, si bien el Porfiriato representó una época de crecimiento económico, en la práctica ese crecimiento económico se veía ensombrecido por la injusticia social inherente a la enorme polarización (los pobres se empobrecían, los ricos se enriquecían, la clase media se estancaba) de las diversas clases sociales, cosa que a la larga habría de estallar en la subversión de la revolución.

Era en ese ambiente de injusticia que los usureros explotaban a sus clientes, tomando todo lo que podían de ellos cual egoístas sanguijuelas. Ropa, muebles, relicarios, vajillas de plata, joyas, incluso los juguetes de los inocentes niños: nada excluían sus manos codiciosas. Pero, entre esos usureros con mucho dinero y poca nobleza, destacaba uno al que casi todo el pueblo detestaba: el señor Villa, conocido como “Horta” entre los habitantes de la ciudad.


Horta era un tipo amargado, codicioso, avaro, materialista, extremadamente egoísta, un tipo que nunca tuvo piedad de sus clientes más desesperados o de los mendigos sedientos que le imploraban centavos con los labios resecos y la mirada carcomida por el sufrimiento. Era calvo, bajo de estatura, rechoncho como un cerdo, con las extremidades y el cuerpo repleto de abundante vello.

De actitud ostentosa, Horta adoraba llevar las manos repletas de gruesos anillos engarzados de piedras preciosas. La gente lo aborrecía tanto que a veces lo maldecían al pasar por su negocio; mas, como eran tan evidentes sus manos, la maldición que estaba de moda era un: “¡Qué Dios te seque la mano!”.

Pasaron así los días y en la memoria popular quedó grabada la imagen de Horta, sentado en su casa de cambio de la calle Merino, contando y apilando monedas de oro junto a la Gangosa, que era como le decían (por antipatía) a su mujer. Toda su vida fue un maldito avaro, pero un día la muerte llegó; y, al parecer, Dios le secó la mano… O al menos eso se quiso hacer creer, para darle un castigo aunque sea después de muerto.

Fue así que, según se cuenta, en el diario El Duende salió publicada una noticia sobre la “Mano Negra”. Se trataba de la mano de Horta, a la cual se había visto trepar por los muros del cementerio de San Francisco. La creencia de que la mano era de Horta se originó en una entrevista con un sepulturero que dijo haber visto a la mano, y que no era una mano cualquiera sino una mano grande, llena de vellos negros, y de anillos engarzados con gemas…

El asunto es que el suceso comenzó a repetirse y cada noche, a eso de las once, una mano negra (de lejos no se veían las joyas, solo la negra silueta) trepaba por los gruesos muros del camposanto. No era una cosa de este mundo: era una mano espectral, que ascendía sin caerse como propulsada por una oscura magia, que se movía tétricamente como una cruel tarántula, ansiosa por envolver en las redes del miedo o de la muerte al espantado testigo o a la incauta víctima que, sin verle, no advierta su sigiloso desplazamiento por la tierra o los muros. Y es que, en un instante letal, la Mano Peluda saltaría sobre la presa o ascendería por su ropa hasta llegar a su cara, donde con sus gruesos dedos le arrancaría los ojos para finalmente descender al cuello, estrangularlo, dejar el cadáver allí y volver —con teletransportación o algún otro método fantasmal— a su tumba, donde se reuniría con los demás despojos mortuorios.

Según la leyenda, la Mano Peluda siguió viéndose durante un tiempo hasta que finalmente desapareció (hoy nadie en Puebla dirá que la Mano Peluda sigue apareciendo…).

Aclaración sobre la Leyenda: La leyenda que acabáis de leer es la versión de la Mano Peluda que se originó en el Porfiriato, muy poco antes de la Revolución Mexicana. En varios países latinoamericanos la gente ha escuchado hablar de la Mano Peluda. Las versiones de la leyenda son muchas; pero, en México, es tan conocida que ella y un famoso programa radiofónico (en que se cuentan historias de terror) comporten el mismo nombre.

La Mano Peluda también se conoce como “Mano Pachona”, “Mano del Diablo” o “Mano Negra”. Las teorías sobre su origen son diversas: es la mano cercenada de una bruja, la mano de un joven que se masturbaba excesivamente (recuérdese el mito popular de que le crecen pelos en la mano a quien se masturba mucho), la mano de un obrero cortada en un accidente, la mano del mismo Diablo en busca de víctimas, etc…

En cuanto a la supervivencia de la leyenda, quizá la razón principal esté en la utilidad que tiene para asustar a los ingenuos niños pequeños cuando se portan mal. “Te va a llevar la Mano Peluda”, “te va a jalar el pie mientras duermes”, “te va a coger la cara y a arrancarte los ojos si no te comportas”: esas y otras declaraciones similares suelen expresársele a los pequeños, y hasta es posible que, más de un padre o de una madre, haya intentado dar confiabilidad a la historia empleando una escoba con un guante por la noche…

Los lugares en que la Mano Peluda aparece son muchos: debajo de la cama y de los muebles, o en el inodoro, esperando a que la víctima haga sus necesidades para salir y darle un buen susto… Si se trata de la versión en que es la mano que un obrero perdió en un accidente y ahora busca venganza, la Mano Peluda puede aparecer en fábricas, en vías de tren abandonadas o, por qué no, en una de esas siniestras obras de construcción abandonadas… Por último y si pensamos que es la mano del Diablo, podría aparecer escalando algún muro, trepando como una maléfica y enorme tarántula en busca de alguien que merezca saborear un anticipo del Infierno y sus tormentos...


El porsche de James Dean
James Dean amaba a su Porsche, incluso le puso el nombre de su mascota, "Little Bastard". Él murió en el coche en un accidente bastante horripilante.

Al momento, el Porsche destrozado cayó sobre un mecánico y le aplastó las piernas.

Un médico, que compró el motor del coche, murió en un accidente, y un conductor de camión se estrelló y murió durante el transporte del chasis del coche. El paradero actual de las piezas del coche son ahora un misterio.-

*La chica del asiento d atrás *

Julián acababa de terminar su turno de noche, únicamente debía dejar el autobús en la cochera antes de regresar a casa, un trayecto de unos 25 minutos (saliendo de la ciudad) que siempre se le hacían eternos.

Mientras transportaba pasajeros su trabajo era entretenido, siempre podía escuchar las conversaciones de los demás o entretenerse mirando la minifalda de alguna jovencita por el espejo retrovisor; pero, con el autobús completamente vacío, los minutos se volvían horas.
Además estaba especialmente cansado, ya que la noche anterior apenas había dormido cuatro horas. Mientras conducía, el sueño le iba venciendo y sin querer pegaba algún pequeño cabezazo.

Se durmió apenas unas décimas de segundo, tiempo suficiente para perder el control del autobús y pegarse el susto de su vida al encontrarse en mitad de la calzada a una chica que asustada trataba de esquivar el pesado vehículo. Todo fue en vano: la velocidad a la que iba el vehículo, unida al estado de aletargamiento del conductor, provocaron que, incluso pisando el freno hasta su tope, el autobús arrollara a la joven. El sonido de las ruedas destrozando los huesos de su delicado cuerpo mientras el trasporte saltaba como si acabara de pasar un obstáculo, estremeció a Julián y lo dejó helado.


Estaba bloqueado, sin duda había sido su culpa, la chica estaba muerta, de eso no había duda. Mirando por el espejo una vez detenido el autobús, se podía ver como el cuerpo boca abajo estaba destrozado. No había nadie cerca que hubiese visto el accidente y miles de ideas se agolparon en su cabeza. Se imaginó en la cárcel y sin nadie que pudiera llevar el pan a la mesa de sus dos hijos. En el mejor de los casos perdería su trabajo ya que había excedido las horas legales en que podía conducir un trasporte. Seguro que su jefe, cuando se iniciara una investigación, le echaría a la calle antes de buscarse problemas él mismo.

Asustado y aún confuso pegó un acelerón comprobando que no hubiera nadie cerca que pudiera identificarle, escapó de allí sin tan siquiera bajarse del autobús y en su huída no respetaba señales de tráfico ni los límites de velocidad. Una fuerte culpa le oprimía el pecho y como por instinto miró por el espejo interior del vehículo, no había nadie en los asientos pero sentía como dos ojos le punzaban en la nuca, como si alguien le mirara fijamente.

Entonces la vio…

En el último asiento había una chica sentada que no dejaba de mirarle, giró su cuerpo para revisar la parte de atrás sin usar el espejo, pero no había nadie. Temblando y con el cuerpo casi agarrotado por el miedo, regresó su mirada a la carretera, pero casi involuntariamente volvió a mirar por el espejo. La chica se levantó y comenzó a avanzar hacia él, de nuevo se giró y no pudo ver a nadie. Un nuevo escalofrío le recorrió la espalda, estaba tan asustado que quería bajarse del autobús y salir corriendo pero incluso para eso era demasiado cobarde.

Julián se giraba una y otra vez a mirar la parte trasera del autobús, no había nadie, pero él sabía que estaba ahí, podía sentir su mirada clavándose en él. No se atrevía a mirar ese espejo que parecía tener algún extraño vínculo con el mundo de los muertos. Pero como la polilla que se acerca demasiado a la llama y acaba quemándose por no poder controlar sus instintos, Julián miró una vez más por el espejo.

La chica no se había movido desde la última vez, estaba en el mismo lugar, como congelada, pero al regresar la mirada de Julián al espejo fue como si se reactivara, avanzó inexorablemente hasta el asiento del piloto ―mientras Julián, paralizado, no podía apartar la mirada de la joven que se le acercaba―, extendió su mano y agarró el hombro del conductor.

Julián sintió como el frío más intenso que jamás pudo imaginar le quemaba el hombro, justo una fracción de segundo después una fuerte luz le alertó de que debía mirar de nuevo hacia la carretera: allí, un camión que circulaba por su carril le avisaba con sus luces de que estaban a punto de colisionar. Julián giró bruscamente el volante y el autobús perdió el control precipitándose por una ladera, el viaje terminó tan bruscamente como comenzó al impactar de frente contra un enorme árbol que igualmente se doblegó ante varias toneladas de acero.

Julián despertó un día después en el hospital, la mirada incriminatoria de una enfermera le alertó de que algo iba mal, deseaba que todo fuera tan sólo un sueño, o mejor dicho una pesadilla. Pero una pareja de policías que habían estado esperando en la puerta de su habitación apareció tras que la enfermera les comunicó que él había recobrado la consciencia.

Buenas tardes, señor, estamos aquí porque existen indicios de que el autobús que usted conducía atropelló a una joven la noche del viernes, se han encontrado restos de sangre que coinciden con los de la víctima y un fuerte impacto en su carrocería.

¿Reconoce usted a la chica de esta foto?

Julián palideció al instante al reconocer al fantasma que vio en el espejo e inmediatamente sintió de nuevo un frío desgarrador en el hombro: la chica aún seguía con él, esperando que cometiera el error de mirar de nuevo a un espejo. La quemadura con la marca de sus dedos en su hombro estaría ahí siempre para recordárselo.

NOTA: Esta leyenda es una versión de una más conocida en la que el conductor de un autobús, que se encuentra vacío, observa atónito como, sin detener el vehículo en ningún momento, aparece una misteriosa chica en el asiento de atrás. La chica le solicita que pare al pasar junto a un cementerio y, tan misteriosamente como apareció, se esfuma al mirar por el espejo retrovisor una vez que el conductor la ha dejado junto al camposanto.
 
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