Opinión Máximas cristianas

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Miembro 290

He aquí otro error de esta moral cristiana, enseña que es preciso amar a sus enemigos, que no hay que vengarse de las injurias, y que tampoco hay que resistir a los malos. Sino que por el contrario, hay que bendecir a los que nos maldicen, hacer el bien a quienes nos hacen el mal, dejarnos despojar cuando se nos quiere coger lo que tenemos y sufrir siempre pacíficamente las injurias y los malos tratos que se nos hacen, etc. Es, digo, un error o más bien son errores enseñar tales cosas y querer hacer seguir y practicar tales máximas de moral, que son tan contrarias al buen y legítimo gobierno de los hombres.

Así, estas máximas son enteramente contrarias a todo lo que acabo de decir, pues es evidentemente del derecho natural, del sano juicio, de la justicia y de la equidad natural conservar nuestra vida y nuestros bienes contra aquellos que quieran arrebatárnoslos injustamente. Y como es natural odiar el mal, también es natural odiar a los que nos hacen el mal injustamente.
Así, las susodichas máximas de la moral cristiana van directamente contra todos estos derechos naturales y tienden manifiestamente al derrocamiento de la justicia, a la opresión de los pobres y de los débiles y son contrarias al buen gobierno de los hombres: recuerdo haber leído en alguna parte que fue por una razón semejante que el emperador Julián, llamado el Apóstata, abandonó la religión cristiana, no pudiendo persuadirse de que una religión que por sus preceptos y máximas morales tendía al derrocamiento de la justicia y de la equidad natural pudiera ser verdadera o pudiera ser verdaderamente de institución divina...

Pero decir generalmente, siguiendo las máximas de la moral cristiana, que hay que soportarlo todo de los malos, que hay que dejarse despojar, dejarse maltratar, dejarse aplastar, dejarse desgarrar y, si la ocasión se presentara, dejarse quemar todos vivos y que aun pese a ello es preciso amar a los malos y hacerles el bien, y todo ello bajo pretexto de una mayor perfección de virtud y con la esperanza vana y engañosa de una mayor recompensa eterna que no vendrá jamás.

Son errores ridículos y absurdos, errores contrarios al sentido común, contrarios a la naturaleza, contrarios al sano juicio, nocivos para las personas de bien, y perjudiciales para el estado y para el buen gobierno de los hombres, el cual exige que las personas de bien se mantengan en paz y que los malos sean severamente reprimidos y castigados por sus maldades.
 
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