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(Gaviotas revolotean)
(Las olas chocan contra la orilla)
¿Oyes eso?
Sí, lo oigo perfectamente...es hermoso...con los ojos cerrados los sonidos son más profundos.
¿Crees que habrá alguien al otro lado oyendo lo mismo?
Aunque no lo sabemos, espero que sí, me gustaría que así fuera.
Entonces solo es fé.
Se podría decir que sí. (Abre los ojos)Pero mira, (Le indica con el dedo el horizonte) es tan inmenso...¿Cómo no pensar que hay alguien en algún lugar preguntándose lo mismo?
Ummmm...¿Y si nos están esperando? ¿ Por qué no vamos a buscarlos?
(Sonríe) Desde cuando eres tan entusiasta...Podríamos no encontrar nada.
Pero....si nos quedamos...definitivamente nunca vamos a encontrar nada.
A ver escribi este minicuento en mi epoca de estudiante de tecnico cuando aun la musa bajaba, porque creo que ahora con el problema del combustible y la covid no quiere bajar, aca les dejo el cuento
La Niña
La niña estuvo jugando cerca del río durante
horas, durante días, durante años. Cierto día, su
pelota rodó y rodó hasta parar junto a la orilla.
Al recogerla, la niña se detuvo, se reclinó y miró
su imagen sobre el espejo de las aguas.
Entonces, dejó de jugar.
Por aca dejo otro cuento de cuando mi epoca de estudiante de tecnico.
El Asesino de la Flor
Cada vez que me remonto a mi infancia no
puedo dejar de recordar al ricachón de mi
abuelo y a sus cuentos policiacos cuando casi
a diario, tanto abuela como yo lo buscábamos
por toda la mansión a cualquier hora del día
para que nos contara sus historias, junto a las
cuales crecí y me hice hombre. Nuestras favo-
ritas eran las del “asesino de la flor”, un
psicópata que mataba a las mujeres y luego
invariablemente dejaba sobre cada cadáver
una flor de cualquier tipo, cuyo color depen-
dia del grado de violencia de su crimen;
mientras más horrendo, el color de la flor
obsequiada habría de ser más intenso, pero al
final de cada historia siempre abuelo se las
agenciaba para que el criminal fuera atrapado
por la policía.
Aquello ya hace mucho tiempo. Ahora vivo
alejado de mi familia, pero continúo visitan-
do a abuela cada año pues abuelo ya no está;
según ella, un día se fue para no regresar
jamás y pese a su senectud, a abuela, aún en
su pleno juicio, le molesta ese recuerdo, la
entristece. Yo ni le hago mención siquiera,
pero después de mi última visita he quedado
muy confuso, no por haber descubierto una
olvidada foto de abuelo entre las pertenencias
de ella dentro de una gaveta, sino por el tuli-
pán artificial tan negro al cual estaba adherí-
da. Me incomodan entonces peligrosas conje-
turas, pero jamás le referiré a mi queridísima
abuela.
Saludos
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