Articulo Recuerdas a Silvia?

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Igualmente muy conocida fue Silvia, la famosa foca del Acuario Nacional. Resulta que Silvia no era una foca sino un lobo marino y aquí te dejo su historia.

En 1974 el Acuario Nacional en La Habana contó con su primer mamífero, un lobo marino al que le pusieron Silvia, el cual se convirtió en su animal más popular y atractivo. Silvia no era una foca, aunque todos la nombraban como tal, era una representante de la especie de lobo marino del Cabo. Un día la embarcación Arimao, de la Flota Cubana de Pesca, capturó accidentalmente a un lobo marino (Arctocephalus pusillus) en aguas sudafricanas. Los pescadores lo adoptaron y ella se quedó en el barco y navegando y navegando llegó al Acuario Nacional de Cuba, donde fue acogida y se aclimató enseguida.

Fue amaestrada por especialistas y se montó un espectáculo solo para ella, fue por muchos años la atracción principal del Acuario. Silvia escapaba de su estanque para visitar las oficinas, asustar a los custodios en la madrugada, y recibía la visita de miles de personas. A pesar de tener todas las posibilidades para huir al mar, jamás lo hizo; al parecer disfrutó de su estancia en el Acuario. Casi siempre los niños allí reunidos al verla coreaban su nombre y ella complacía a todos con sus piruetas, regalaba flores o besaba a los más pequeños, aún a pesar de su corta vista. Tras su muerte se encuentra embalsamada en el Museo de Historia Natural, otra institución científico-cultural cubana que genera colecciones de objetos de la naturaleza.

Pude verla varias veces durante mis visitas al acuario, era una escapista pero sólo dentro del área.

Si te gustó su historia, deja tu opinión.
 
No la recuerdo mucho, era un mocoso cuando eso. Pero en la casa cada vez que los mayores hablan de foca, enseguida les viene a la mente y se ponen a mencionar a Silvia. Todavía se recuerda.
 
Esa misma

Nemesia, flor carbonera…
Ah pero eso se daba en la escuela no sé ahora. Elegía de los zapaticos blancos. El Indio Naborí.

Vengo de allá, de la Ciénaga,/ del redimido pantano./Traigo un manojo de anécdotas/profundas, que se me entraron/por el tronco de la sangre/hasta la raíz del llanto./Oídme la historia triste/de unos zapaticos blancos...


Nemesia —flor carbonera—/creció con los pies descalzos./¡Hasta las piedras rompía/con la piedra de sus callos!/Pero siempre tuvo el sueño/de unos zapaticos blancos.


Ya los creía imposibles,/los veía tan lejanos/como aquel lucero azul/que en el crepúsculo vago/abría su flor celeste/ sobre el dolor del pantano.


Un día llegó a la Ciénaga/algo nuevo, inesperado:/algo que llevó la luz/a los viejos bosques náufragos./Era la Revolución,/era el sol de Fidel Castro./Era el camino triunfante/sobre un infierno de fango./Eran las cooperativas/del carbón y del pescado./Un asombro de monedas/en las carboneras manos,/en las manos pescadoras,/en todas, todas las manos./Alba de letras y números/sobre el carbón despuntando.


Una mañana… ¡qué gloria!/Nemesia salió cantando./Llevaba en sus pies el triunfo/de sus zapaticos blancos./Era la blanca derrota/de un pretérito descalzo./¡Qué linda estaba el domingo/Nemesia con sus zapatos!


Pero el lunes despertó/bajo cien truenos de espanto./Sobre su casa guajira/volaban furiosos pájaros./Eran los aviones yanquis,/eran buitres mercenarios./Nemesia vio caer muerta/a su madre, vio sangrando/ a sus hermanitos; vio/ un huracán de disparos/agujereando los lirios/de sus zapaticos blancos./Gritaba trágicamente:/¡Malditos los mercenarios!/¡Ay, mis hermanos! ¡Ay, madre!/¡Ay, mis zapaticos blancos!


Acaso el monstruo se dijo:/«Si las madres están dando/hijos nobles y valientes,/¡que mueran bajo el espanto/de mis bombas! ¡Quién ha visto/carboneros con zapatos!».


Pero Nemesia no llora:/ sabe que los milicianos/rompieron a los traidores/que a su madre asesinaron./Sabe que nada en el mundo/—ni yanquis ni mercenarios—/apagarán en nuestra Patria/este sol que está brillando,/para que todas las niñas/¡tengan zapaticos blancos!

Ese poema siempre me gustó porque es muy sentido y relata tanto el anhelo como la frustración de la niña por sus zapatos.
 
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