Sinuhé el egipcio

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En una época, Egipto fue una de las potencias más poderosas del mundo, y mantuvo ese estatus, si bien con periodos de gloria y de decadencia, durante muchos siglos; ¿a quién no ha cautivado la historia de ese pasado esplendor en algún momento de su vida?

En adición a esto, y a despecho de las investigaciones realizadas por muchos en esa tierra a lo largo del inclemente paso de los milenios entre los que se perdió incluso su lengua hablada, Egipto sigue siendo una región repleta de misterios. Los estudiosos del mundo antiguo que se han visto anonadados con los grandes logros de esa nación forman legión, en especial cuando se trata de tecnología, en donde muchas veces no podemos emularlos ni con nuestra más desarrollada técnica moderna; y para colmo, en las décadas pasadas se han ido haciendo una serie de descubrimientos que nos revelan más detalles de ese mundo que resultan incluso más asombrosos. En mis tiempos de estudiante, por sólo mencionar uno de estos hallazgos, se ponía al Egipto de los faraones como una muestra del modo de producción esclavista (la esclavitud en Egipto se hizo importante solamente durante el Imperio Nuevo); y sin embargo, ahora se sabe que no sólo no fueron los esclavos los encargados de levantar muchas de las monumentales construcciones, sino que se han encontrado indicios que parecen dar fe de que se les brindaba a los ciudadanos una atención médica igualitaria sin importar su rango, y por lo tanto gratuita. En todo caso, de ser esta teoría cierta, vergüenza les debería de dar a otras sociedades actuales, como la existente en los EE.UU., en la cual los enfermos son a menudo literalmente desplumados a base de presentarles facturas, a pesar de poseer este país recursos inimaginables para los antiguos (creo los EE.UU. son el único país desarrollado sin un sistema de salud gratuito, según se dice, por ser esa la voluntad de su propio pueblo).

El lector estará de acuerdo conmigo si le digo que una de las épocas más remarcables de la historia de Egipto es la conocida como Período de Amarna. En dicha época reinó el faraón Amenofis IV y sus sucesores (el faraón Tutankamón fue uno de ellos, y el último faraón de sangre real de esa dinastía), que también es conocido con el nombre de Akenatón, y que fundó una nueva capital llamada Aketatón (Horizonte de Atón) en una región a la cual los árabes le dieron por nombre Amarna. La característica más destacable de esta era fue la campaña de transformaciones de la sociedad egipcia iniciada por Akenatón para convertir al dios Atón en la única deidad del culto oficial del Estado (se dice que los hebreos copiaron más tarde de este período su concepto de Dios único, puesto que antes de Akenatón a nadie se le había ocurrido esa idea), en contraposición a los demás cultos existentes a la cabeza de los cuales estaba el culto a Amón. La razón para todo esto fue, como pasa con todo, la economía. El faraón sintió el deseo, o se vio obligado, a recuperar de manos de los sacerdotes de Amón todo el poder político y religioso que estos le habían ido arrebatando a las dinastías reinantes, como lo hizo más tarde la Iglesia Católica al convertirse en el más poderoso señor feudal de la Edad Media, y el asiento de esos poderes está en la economía, en la posesión de tierras y propiedades. Por lo menos en eso Akenatón tuvo éxito, y debió de sentirse satisfecho en su época, porque no sólo lo logró, sino que hasta inició una nueva revolución en el terreno del arte. Pero con ello comenzó también, tal vez sin que en un primer momento le pasara por la cabeza, otra serie de cambios políticos; y como resultado de esas luchas internas, Egipto se debilitó ante sus enemigos foráneos, y perdió extensos territorios ganados en los pasados tiempos de Tutmosis III, el faraón más poderoso de los tres mil años de civilización faraónica.

En todo caso, resulta interesante estudiar esta época del Egipto de los faraones, y es precisamente a ella a donde nos lleva la novela histórica Sinuhé el Egipcio del autor finés Mika Waltari (1908-1979); una novela que por su contenido, y por la forma en la que fue escrita, se convirtió en una de mis favoritas desde la primera lectura.

La novela Sinuhé el Egipcio fue publicada por primera vez en 1945 como la primera de las novelas históricas de Waltari, y poco más tarde se convirtió también en una de sus obras más exitosas. En ella se relata con un marcado estilo realista la vida en el Egipto de los tiempos previos a Akenatón, y también de los tiempos dominados por las convulsiones sociales del reinado de éste. Es el protagonista de la novela, un médico real y amigo de Akenatón nombrado Sinuhé, quien nos narra retrospectivamente su existencia de vicisitudes y de amargas pruebas desde el exilio a donde fue enviado luego de la muerte del faraón, considerado un loco por algunos. Por motivos de su cargo, Sinuhé ha sido testigo de las tribulaciones por las que debió pasar Akenatón en su intento por modificar una sociedad en donde el paso de los milenios había hecho inconmovibles las costumbres ancestrales; y también debe sufrir esto en carne propia al ser expulsado de la casa de la vida nada más por preguntar el porqué de las cosas. Pero en las páginas del texto no tendremos sólo la oportunidad de encontrarnos con este original faraón, si se viene a ver uno de los primeros revolucionarios de la historia, también por ellas desfilan toda una serie de personalidades verídicas como Horemheb y Ay, hombres de gran importancia al llegar a ser posteriormente faraones de Egipto sin poseer sangre faraónica, y otros personajes de ficción que, sin embargo, hacen la lectura realmente entretenida y divertida por las situaciones rebosantes de humor, casi siempre un tanto oscuro, que introducen constantemente en ella.

En resumen, considero la lectura de Sinuhé el Egipcio imprescindible para todos los que se sientan amantes de la novela histórica cómo a mí me pasa, y por eso decidí recomendárselas, e invitarlos a descargarla en https://cubansolutions.cubava.cu/2022/02/08/sinuhe-el-egipcio/ para leerla.​
 
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